Josep Oliu
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No faltaron quienes tildaron de loco a Josep Oliu cuando, en noviembre de 2020, nada más frustrarse el intento de fusión con BBVA, el presidente de Banco Sabadell decidió que la entidad buscaría en solitario la salida de un laberinto entrelazado con un ciclo inédito de tipos negativos, la peor pandemia en 80 años y un lastre llamado TSB que llevaba cinco años martirizando al banco.
Lo cierto es que, tres años después, Oliu puede presumir de una rentabilidad de dos dígitos, con perspectiva de mejora, un resultado históricamente elevado y, además, de poder decir alto y claro, sin que nadie piense que ha perdido la cabeza, que el banco que preside no se plantea en la actualidad operación corporativa alguna.
Ese es, probablemente, el principal logro del veterano banquero: que el Sabadell pueda dedicarse a hacer banca, lo que siempre hizo y, generalmente, con acierto. Sin mayores ruidos que los inevitables, sin estridencias ni vaivenes de esos que tan poco gustan a los mercados. Con el tan lucido "back to basics", pero de una forma que todo el mundo es capaz de entender.
En aquel final de 2020, con la humanidad sin saber qué sería de ella a corto plazo, lo más fácil era dar luz verde a la fusión, aceptar un cargo en la entidad resultante y no mirar hacia atrás. Pero no siempre el camino más corto es el mejor. La prueba es que, desde aquella frustrada operación, Banco Sabadell ha multiplicado por más de cuatro el precio de sus acciones. Y es, con mucha diferencia, el título más revalorizado del Ibex 35.