Pere Aragonès
Sin motivos para venirse arriba
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Estos últimos días, Pedro Sánchez ha empezado a tratar con cierta displicencia a los mindundis catalanes que sostienen, más o menos, su precario gobierno. Superada la fase de las concesiones (con esa amnistía que ya veremos si llega a materializarse: personalmente, lo dudo) parece haber llegado el momento de tratarlos como se merecen, en vistas a esas próximas elecciones catalanas en las que ya ve a su querido Salvador Illa de presidente de la Generalitat. Mientras depende de Aragonès y Puigdemont, les aplica un tratamiento no de choque, pero sí un tanto displicente, cada vez que se marcan alguna de sus habituales salidas de pata de banco.
Carles Puigdemont se ha venido arriba ante la inminencia electoral y ya se ve restituido en su cargo de presidente de la gestoría catalana. Por eso lanza esas soflamas desde la Cataluña Norte (o sea, el sur de Francia) en las que habla de unilateralidad separatista y parece imaginarse volviendo a Barcelona en loor de multitudes, como Companys después de aquella primera metedura de pata que lo envió al trullo y antes de caerse con todo el equipo en 1934. Las encuestas no le auguran un futuro muy brillante, pero a él le da igual, pues está convencido de que su carisma, propio de un Mesías, le permitirá regresar a España por la puerta grande.
Pere Aragonès, por su parte, tampoco tiene las encuestas muy de su parte, pero insiste en los referéndums y las unilateralidades y los cupos a la vasca y hasta se va a Madrid a dar la chapa al respecto. Ninguno de los dos ha obtenido una respuesta muy satisfactoria por parte de Sánchez a sus reivindicaciones: a Puchi se lo ha ventilado diciendo que es un hombre que representa al pasado y que está más out of time que la chica de la canción de los Stones, mientras que al Petitó de Pineda le ha venido a decir que por la "c" de cupo no le sale nada y que no aspire a un trato diferenciado de las demás comunidades autónomas, cosa que debe haberle molestado y ofendido, pues ya sabemos que todo separatista se distingue por la unilateralidad, en lo nacional, y la bilateralidad, en lo autonómico. A nuestros nacionalistas no les gusta nada que se les meta en el mismo saco que a los autonomistas del café para todos y siempre están exigiendo un trato especial.
Dejemos en paz a Cocomocho porque ya sabemos que, como se dice en catalán, fa temps que no hi toca. Pero lo de Aragonès resulta de una desfachatez inoportuna e intempestiva tal que da la impresión de que tampoco acaba de tomar conciencia de su situación. Por un lado, es el socio menos desleal de Sánchez. Por otro, insiste en sus bilateralidades y sus unilateralidades, como si diera por hecho que va a ganar las autonómicas catalanas y verá así incrementada su capacidad de influencia en el ejecutivo central. Aragonès, como Puigdemont, debería ya haberse dado cuenta a estas alturas de que Sánchez lo tirará a la basura en cuanto no lo necesite, pero parece que no es así y por eso se va a Madrid a dar la tabarra con lo de su cupo ante unos notables de la villa y corte que hacen como que lo escuchan atentamente mientras todo lo que dice les entra por una oreja y les sale por la otra.
Que Cocomocho, en su delirio, se venga arriba entra dentro de lo normal, pero que lo haga Aragonès, que parece un hombre medianamente razonable, ya es más preocupante, sobre todo para él. Si Illa gana las elecciones y Aragonès tiene que compartir el segundo puesto (y la oposición) con Puigdemont, su poder en el PSOE se verá considerablemente mermado, diría yo. Y me parece que Sánchez ha tomado buena nota de esa posibilidad: de ahí que haya venido a decirle que ya se puede ir pintando el cupo al óleo y que empiece a tratarle como se merece.