Isak Andic
Un lujo a nuestro alcance
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Durante una época, me dediqué a tirar el dinero comprando lo que se dice ropa de marca: Levi´s, Ralph Lauren, Tommy Hilfiger…Hasta que vi que se desintegraba a la misma velocidad que la barata (sobre todo, los pantalones vaqueros) y decidí dejar de despilfarrar. Empecé a entrar en sitios en los que jamás había puesto los pies, como Zara o H&M, de donde solía salir con las manos vacías. Hasta que descubrí Mango y vi que había una tienda en Barcelona (bueno, una no, muchas más, pero es que ahora tengo una al lado de casa, en Mallorca con Rambla de Catalunya, donde antes estuvo el cine Montecarlo) en la que tuve una epifanía: podía comprarme los pantalones sin probármelos porque siempre llegaban hasta el tobillo y no había que acortarlos. Les parecerá una tontería, pero ese dato me conmovió: se habían acabado las visitas al probador, el dependiente clavándote agujas en las perneras, la espera de dos o tres días para recoger los pantalones de marras…¡Mi vida textil había mejorado notablemente!
Además de eso, cada vez que entraba en Mango me resultaba casi imposible salir sin nada: siempre encontraba algo que no necesitaba, pero cuyo muy razonable precio me llevaba a hacerme con ello. Y los diseños solían dar sopas con onda a los de Zara, H&M y demás franquicias para pelacañas como yo. No suelo admirar a los ricachones, pero a partir de ahí empecé a sentir cierta simpatía por el jefazo de Mango, Isak Andic (Estambul, 1953), que se había hecho de oro gracias a gente como yo, pero, por lo menos, lo había hecho con cierto buen gusto y sin cargar los precios. Por eso me parece bien que le hayan concedido el premio Reino de España a ese señor de origen sefardí que llegó a Barcelona a los 16 años, empezó vendiendo camisas de fantasía en mercadillos y acabó (fechas del 2012, supongo que ahora las cifras habrán crecido) controlando 2.500 tiendas en 109 países, teniendo una mansión en Baqueira Beret y disfrutando de un yate de 53 millones de euros (el Nirvana Formentera) y de un avión privado de 32 kilos.
No puedo hablar de la altura moral del señor Andic por la sencilla razón de que nunca he pensado que nadie se puede hacer millonario de una manera totalmente exenta de detalles turbios, pero tampoco me consta que su ropa la fabriquen niños de 10 años en factorías esclavistas del tercer mundo. No sé si el hombre tiene algo que ocultar, pero lo cierto es que no se dejó ver y fotografiar hasta el 2007. En cualquier caso, el premio Reino de España está plenamente justificado por su contribución a la expansión mundial de la moda asequible española. Dejo, pues, a los periodistas de investigación la tarea de indagar en sus actividades y sigo celebrando el descubrimiento, a una edad tardía, de los pantalones que no requieren ser acortados. Llámenme frívolo, pero es que uno cada vez se conforma con menos.