José Luis Rodríguez Zapatero
El peluchón de Pedro Sánchez
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Mientras el PP y Vox le montaban en Madrid una protesta del copón contra su convivencial amnistía a los golpistas catalanes de la era Puigdemont, Pedro Sánchez se iba a Bilbao para presidir un homenaje a su querido antecesor en el cargo José Luis Rodríguez Zapatero, al que, al parecer, ha escogido como referente.
Yo no sé muy bien de qué puede servir Zapatero como referente, más allá de aquel invento del talante, que no quería decir nada, ya que ese concepto, sin un adjetivo, deviene incompleto y hasta incomprensible, pero es evidente que Sánchez no puede recurrir al referente habitual de los sociatas, Felipe González, porque éste lo detesta cordialmente. Como se dice en estos casos, 'a falta de pan, buenas son tortas'.
Corríjanme si me equivoco, pero tengo la impresión de que Rodríguez Zapatero no es un político especialmente memorable. Despertó cierta esperanza cuando salió elegido después de la malintencionada chapuza del PP en torno a los atentados yihadistas de Atocha, pero no tardó mucho en hacer que ésta se desvaneciera (por lo menos, en mi caso).
Si Sánchez lo admira como precursor del regreso del guerracivilismo, entonces no tengo nada que decir, ya que Zapatero puso su talante al servicio de una peculiar versión de la memoria histórica que el actual presidente del gobierno ha seguido a pies juntillas, aunque sin incurrir en la sobreactuación de Podemos.
Rodríguez Zapatero fue también un precursor de la falsa bondad, de ir a la suya haciendo como que todo lo hacía por el bien de los españoles, actividad ésta que su alumno aventajado practica a la perfección y con un plus de desfachatez (véase todo lo relacionado con la amnistía). Como vigilante del mundo exterior, tampoco puede decirse que Zapatero haya brillado con luz propia: olvidémonos de su famosa Alianza de Civilizaciones (si es que alguien la recuerda) y fijémonos en sus desastrosas visitas a Venezuela, donde siempre ha acabado, de una u otra manera, por ponerse de parte del tiranuelo Maduro.
En resumen, una hoja de servicios que yo diría que deja bastante que desear, aunque para Sánchez ya está bien, sobre todo porque su antecesor le devuelve el afecto con creces, hablando maravillas de él y comportándose como una versión humana del burrito Platero, ya saben, el que era peludo y suave y diríase que estaba hecho de algodón. Tengo la impresión de que, para Sánchez, el presidente español entre 2004 y 2011 es una especie de peluchón con el que se puede dormir sin que te lleve la contraria ni te de patadas (lo que no puede decirse de Felipe González y, aún menos, de Alfonso Guerra).
La aparición de Zapatero en un acto político lo convierte inmediatamente en un episodio de los Tele Tubbies, y eso es ideal para Sánchez, siempre empeñado en reforzar su fachada de hombre en el buen sentido de la palabra bueno. De ahí el homenaje de Bilbao, una variante de lo de yo te rasco la espalda a ti y tú me la rascas a mí. Nunca sabremos qué clase de talante tenía Zapatero, pero el de su discípulo nos queda meridianamente claro con cada una de sus penosas maniobras por mantenerse en el poder. Dios mío, ¡qué pareja tan bonita y dotada como ninguna para ilusionarnos a los cuatro socialdemócratas que quedamos en España!