Rodrigo Buenaventura
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El desplome bursátil de Grifols, víctima de un agresivo ataque especulativo motivado por la publicación del ya célebre informe de Gotham, supone un nuevo desafío para la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) y su labor supervisora, que ya empezó a desempeñar desde que se desencadenaron los acontecimientos, a comienzos de la segunda semana del año.
Se trata de una empresa del Ibex 35 que ha sufrido un agujero de más de 3.500 millones en su capitalización y cuya praxis contable se ha puesto bajo el foco de la sospecha de los mercados. De ahí que sea uno de esos episodios en los que el organismo que preside Rodrigo Buenaventura se juega el prestigio y el respeto de los inversores.
La CNMV trabaja en la información que ha solicitado a los actores principales de esta rocambolesca historia (la propia compañía, el accionista Scranton e, incluso, Gotham). Una actuación firme y decidida pero que ha tenido como primera conclusión, reflejada en el comunicado oficial emitido el pasado martes, que la operativa a corto en torno a la farmacéutica no se ha salido de lo habitual y no ha sido el detonante del hundimiento del valor.
Una respuesta cuando menos cuestionable a la vista de que un título como Grifols no resulta tan sencillo de sacudir de esa manera. La actuación de determinados accionistas institucionales tampoco es nada habitual. Todas las dudas que despeja el supervisor con su disposición a actuar, las genera con sus conclusiones. Y eso es, precisamente, lo último que puede hacer en su labor.