Víctor Grífols Roura
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De aquellos polvos vienen estos lodos. Grífols sufre en el parquet tras un informe demoledor que alerta sobre la estructura societaria de la compañía y destaca presuntos tejemanejes para ocultar una deuda que, de tan abultada, comprometería su futuro. El autor es un fondo de inversión especulador, Gotham City Group, que es el terror de las cotizadas y que ya se ha cobrado varias víctimas. Pero, más allá de que haya estado fino en el trabajo realizado, aflora una forma de gestionar el grupo que supone una enmienda al trabajo de Víctor Grífols Roura.
El presidente de honor del gigante de los hemoderivados siempre ha estado acompañado de este halo de empresario que ha convertido una firma local en un gigante internacional referente en muchos sentidos. Pero este trabajo en expandir el grupo no ha estado acompañado de un ejercicio de profesionalización de la alta dirección, donde incluso aplicó el derecho de sangre cuando anunció que se medio retiraba (se mantuvo en la cocina) y pasó el testigo a su hijo mayor y a su hermano.
El mercado le obligó a rectificar años después y tras una crisis interna que implicó una rebelión de los accionistas, que ahora son los verdaderos propietarios del grupo. Antes, la banca que le daba oxígeno económico le obligó a cancelar el dividendo para mantener su apalancamiento. Allí empezaron las tensiones incluso con otros miembros de su familia, además de con los principales accionistas, que exigían sus reveniews.
Víctor Grífols Roure, al final, ha sido un directivo que ha tropezado con la piedra más habitual en el mundo de los negocios: la familia. Es poco probable que los vampiros de Sarrià vean caer el grupo al que dieron forma, pero les espera su particular travesía en el desierto.