Santos Cerdán
Lo que diga el señorito
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Definitivamente, la meritocracia está sobrevalorada. Lo puede comprobar cualquiera que haga como yo y consulte la Wikipedia para saber quién demonios es Santos Cerdán, secretario de organización del PSOE y actual número tres del partido: la vida del señor Cerdán ocupa siete u ocho líneas no especialmente apasionantes. Se sabe que nació en Navarra, en un pueblo llamado premonitoriamente Milagro, que tan magno acontecimiento tuvo lugar en el año del Señor de 1969, que pasó por el Parlamento navarro y que ascendió rápidamente en el organigrama del PSOE hasta llegar a su posición actual, a la que hay que añadir la presidencia de la Fundación Pablo Iglesias (el de verdad, no el infeliz que quería asaltar los cielos y se conformó con un chalé espantoso). Como dirían los Beatles, he´s a real nowhere man, pero hay que ver lo alto que ha llegado. ¿Cómo lo habrá logrado?
Intuyo que practicando la obediencia a sus superiores y optimizando una propensión natural al medro, perfectamente compatible con el arte de pasar desapercibido: antes de que Pedro Sánchez le hiciera tragarse el marrón de ir a hablar con Cocomocho para sacarle esos siete votos que Su Sanchidad necesita para seguir atornillado al sillón presidencial (o para pararle los pies al fascismo, como ustedes prefieran), nadie sabía quién era. Yo no había visto nunca una foto suya, así que, cuando lo vi platicando con el Hombre del Maletero, a éste lo reconocí de inmediato, pero en él solo vi a un señor algo rollizo, con pinta de secundario del cine español de los años 50, que no me sonaba de nada. ¿Sería un eficaz estratega acostumbrado a moverse entre bambalinas? ¿Acumularía carreras universitarias, másteres y demás armas de seducción masivas? Pues parece que no: la Wikipedia me informa de que estudió Formación Profesional y que su oficio es el de técnico en Electrónica Industrial.
Igual era el hombre adecuado para la misión. Tengamos en cuenta que Puigdemont es un periodista que no acabó la carrera y que llegó a alcalde de Girona y a presidente de la Generalitat tras trabajar en algunos medios supuestamente informativos del régimen. Por no hablar de que, cuando quiere escribir un libro, llama a su fiel Xevi Xirgo para que se lo redacte, siendo así el único periodista del mundo que necesita a otro periodista para pergeñar unos cuantos párrafos que, más o menos, se entiendan. En ese sentido, Cerdán y Puchi son tal para cual, aunque éste sea de natural mesiánico y aquél brille más como mayordomo o siervo de la gleba. Me imagino la reunión de donde surgió la designación de Cerdán para ir a parlamentar con Cocomocho, y a Sánchez diciendo algo parecido a esto: “A ver, chicos, ¿algún voluntario para ir a comerle el rabo a Puchi en Bélgica? ¡Es por el bien de España!...¿Nadie levanta el dedo? Vosotros lo habéis querido… Pito, pito, gorgorito… ¡Cerdán, a Bruselas!”.
Y Cerdán se fue a Bruselas a salvar el sillón de su señorito, encontrándose con un rival a su altura: un técnico en Electrónica Industrial enfrentado a un periodista que ni acabó la carrera ni sabe escribir. ¡Una genuina lucha de titanes! Eso sí, por España. O por Cataluña. O por el sillón.