Juan José Omella
Que apoquine el Estado
El arzobispo de Barcelona y presidente de la Conferencia Episcopal Española, Juan José Omella (Cretas, provincia de Teruel, 1946) está muy apenado por los abusos sexuales cometidos por sus subordinados, pero considera que el informe al respecto del Defensor del Pueblo (y los de algunos medios de comunicación) exageran y que, en el fondo, la cosa no es para tanto y no se da exclusivamente en el ámbito de la iglesia católica (en eso tiene razón, pero suena inevitablemente a ganas de escurrir el bulto). Si lo he entendido bien, la cosa consiste en no soltar ni un euro para las víctimas de la lujuria pedófila de los curas (Follow the money, ya se sabe) y en que se encargue el Estado de compensarlas con dinero público, que no es de nadie, como todo el mundo sabe. Y no es porque la Iglesia no tenga dinero, sino porque no quiere desprenderse de él. De ahí la socialización de la pedofilia y la tendencia generalizada a no dar demasiadas explicaciones y a no adoptar una postura genuinamente autocrítica al respecto. Como decía el difunto Christopher Hitchens, no todos los árabes son terroristas, pero casi todos los terroristas son árabes. Parafraseando al señor Hitchens: no todos los curas son pedófilos, pero un número alarmantemente alto de pedófilos son curas.
Se impondría, pues, un mea culpa de grandes dimensiones y una voluntad explícita de intentar enmendar los daños en la medida de lo posible. En vez de eso, disimulo, siembra de insinuaciones urbi et orbi, acusaciones de exageración para los laicos y, sobre todo, que pague otro las consecuencias económicas de la líbido desviada de ciertos clérigos de ayer, de hoy y de siempre. La iglesia católica tiene dinero y nunca deja de amasarlo, como demuestran todas esas propiedades inciertas que ponen a su nombre y aquí paz y después gloria. En estos momentos, puede que la principal preocupación de nuestros curas sea la obligación de aforar a partir de ahora el ICIO (Impuesto de Construcciones, Instalaciones y Obras), del que estaban exentos gracias a ese extraño concordato que hay entre la iglesia católica y el Estado español, teóricamente laico. Tampoco debe haber sentado muy bien la cita en el Vaticano prevista para el próximo 28 de noviembre de todos los obispos españoles, con los que el papa Francisco quiere tener unas palabritas de las que no se sabe gran cosa hasta el momento.
Pero lo prioritario, que es lamentar los desperfectos y pagar la factura de las reparaciones, se practica a medias: disculpas a regañadientes para los afectados y compensaciones económicas a costa del erario público. No sé si el señor Omella es fan de los Simpson, pero podría hacer suyas las célebres palabras autoexculpatorias del pequeño Bart: “No fui yo. Nadie me ha visto. No puedes probarlo”.