Carlos Torres
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La apuesta de BBVA por Turquía nunca ha terminado de ser entendida por los inversores, por considerar que los potenciales beneficios de un mercado emergente como el otomano no compensan los notables riesgos por su indudable inestabilidad, a lo que, en este caso, se une su complicado enclave geoestratégico.
La escalada de violencia entre palestinos e israelíes ha vuelto a poner de manifiesto este factor negativo. Es obvio que el banco no es responsable de nada que tenga que ver con el conflicto, pero sí de haber seguido expuesto (incluso, con un incremento de la vinculación en los últimos años) a un riesgo demasiado elevado. Más, cuando este es recurrente.