Nicolás Petro
Jorobando a papá
Se considera a Gustavo Petro Urrego (Ciénaga de Oro, 1960) el primer presidente colombiano de izquierdas en toda la historia del país. Fue guerrillero, pasó por la cárcel, viró de la clandestinidad a la política, jugó bien sus cartas y se convirtió en presidente de la nación el 7 de agosto de 2022 (este lunes hará un año). Tras una retahíla de gobernantes corruptos y derechistas, el triunfo de Petro dio cierto aire al progresismo internacional (pasaremos por alto su concesión de la nacionalidad colombiana al dirigente lazi Xavier Vendrell, que tampoco sabemos muy bien para qué la quería, pues no le va tan mal en su condición de exterrorista reciclado en héroe del prusés).
Durante sus años de enemigo del Estado, a Petro no le quedó mucho tiempo para educar a sus hijos, pues cuando no estaba en la guerrilla, estaba en la cárcel. Pese a ello, uno de ellos le salió espabilado, aunque puede que no de la manera más deseable. Hombre sociable y dicharachero, el joven Nicolás no tardó mucho en tratarse con lo mejor de cada casa (empresarios turbios, narcotraficantes y demás gentuza por el estilo) para medrar social y políticamente. Aunque su padre no pudo verlo mucho en la infancia, el bueno de Nicolás no se lo tuvo en cuenta y pretendió emprender una carrera política a su sombra. Y, de paso, echarle una manita en su campaña electoral, aunque fuese recurriendo al dinero recaudado entre los empresarios turbios y los narcotraficantes recién citados. Ahora se ha descubierto el pastel y se ha liado parda: parece que parte de ese dinero sucio (el que el emprendedor Nicolás no dedicaba a vivir como Dios) sirvió para financiar la campaña electoral de su señor padre, al que no sé si es consciente, pero le está fabricando una bonita caja de pino.
Como suele suceder en estos casos (recordemos a Maite Zaldívar y a Cachuli, el marido que se le fue con la Pantoja), aquí la que ha tirado de la manta es la exmujer del pequeño Nicolás, que se ha lanzado a contarlo todo a las autoridades, intuyo que porque la pasta recaudada por su exmarido la debe de estar disfrutando cualquier pelandusca, ya tú sabes, que diría Pitbull. Y el primer presidente de izquierdas de Colombia ha quedado en una posición peliaguda, por usar un término suave. La chorizada de su chaval es innegable, pero Petro insiste en que él no piensa dimitir porque lo eligió el pueblo y solo el pueblo puede enviarlo a casa (o a pasar una nueva temporada a la sombra). Sus defensores aseguran que nunca tuvo conciencia de los tejemanejes de su hijo. Sus detractores se muestran convencidos de que el exguerrillero estaba en el ajo y sabía perfectamente de dónde salían los monises para su campaña presidencial. Los que no somos ni una cosa ni otra (aunque le tengamos guardada la gracia de la nacionalidad colombiana para el infame Vendrell) no sabemos muy bien qué pensar. Sería muy triste que el primer presidente progresista de Colombia fuese un mangante, pero también es verdad que cosas más raras se han visto…