Inés Arrimadas
Se acabó lo que se daba
La historia de Ciudadanos ha sido muy triste, sobre todo para los que confiamos en ese partido cuando se fundó en Barcelona con el nombre de Ciutadans y hemos tenido que ver cómo iba degenerando con el paso de los años hasta que Albert Rivera decidió aplicarle la eutanasia al renunciar a la vicepresidencia que le ofreció hace un tiempo Pedro Sánchez, echándonos encima a las huestes de Pablo Iglesias y a los separatistas vascos y catalanes. Lo último que se supo de Rivera fue que lo habían echado del bufete de abogados en el que hacía como que trabajaba por no dar un palo al agua. Y su sustituta, Inés Arrimadas, acaba de anunciar que, ante la debacle de las últimas elecciones municipales y autonómicas, se retira de la política tras una actuación no especialmente lucida al frente de ese partido que empezó en el centro izquierda, se pasó al centro derecha y acabó en la derechona pura y dura, con un Rivera olvidando sus funciones de bisagra y aspirando a ser califa en el lugar del califa (o sea, a sustituir a PP entre los votantes de derechas, misión imposible porque a veces parece que el PP, más que votantes, tiene hooligans).
En el caso de Ciudadanos, la ley de Murphy ha funcionado al pie de la letra y todo lo que podía salir mal, ha salido peor. Algunos creemos que un partido antinacionalista de centro izquierda sigue siendo muy necesario en España, pero ese partido no era Ciudadanos desde hacía mucho tiempo.
En cuanto a la actividad de la señora Arrimadas…Pues me temo que no puede calificarse precisamente de brillante. Ganó unas elecciones autonómicas, ni se molestó en intentar gobernar y, siguiendo el ejemplo de su antecesor, se fue a Madrid sin acabar ni apuntalar el trabajo iniciado en Cataluña. Yo ya entiendo que la política nacional tiene que ser más divertida y estimulante que la regional, pero Ciutadans fue una iniciativa catalana dedicada a hacer lo que al PSC no le apetecía hacer, que era plantar cara a los indepes. De hecho, sus desgracias conceptuales arrancan de su expansión por España, cuando el partido se llenó de gente de derechas con más ganas de medrar que el propio Rivera, que ya es decir. Abandonar Cataluña a su suerte, dejando a unos propios no muy brillantes tras purgar a todo el sector socialdemócrata, para irse a hacer las Españas fue una muestra de egoísmo y ambición personales que nada tenía que ver con los Ciutadans de los inicios.
¿Tenía Arrimadas madera de líder? Yo diría que no. Su antecesor tampoco, pero lo disimuló mejor durante más tiempo gracias a sus dotes para la oratoria y a esa simpatía que despertó su causa hasta que vimos que su única causa era llegar a la presidencia de la nación, cual precedente de Pedro Sánchez y de todo arribista de la política. Arrimadas nunca brilló en ese campo, limitándose a unas performances robóticas, como si le estuvieran dictando las frases por un pinganillo, que luego perfeccionaría Isabel Díaz Ayuso, que no sabría qué decir si no llevara permanentemente colgado de la oreja a Miguel Ángel Rodríguez.
Tras el hundimiento de Rivera, la entronización de Arrimadas y el ostracismo de Jordi Cañas convirtieron a Ciudadanos en un partido errático que no paraba de decepcionar a sus primeros seguidores. Incapaz de salvarlo, Inés se va a casa. Ha tenido el detalle de no aceptar la invitación del PP para seguir chupando del bote público. Aparte de eso, me cuesta encontrar algún otro elemento loable en su carrera política.