Tom Verlaine
Marginal pero influyente
Hará cosa de unos diez años, me crucé dos veces con Tom Verlaine por las calles de Manhattan, pero en ambas fui incapaz –discreto que es uno- de pararle para darle las gracias por haberme alegrado la vida a finales de los 70 al frente de su grupo de rock Television. Ya no podré hacerlo porque el señor Miller (Verlaine era, evidentemente, un alias) nos dejó hace unos días con poco más de 70 años de edad (1949 – 2023). Estaba convencido de que nadie se acordaba de él, pero Facebook me llevó afortunadamente la contraria colgando un montón de comentarios de gente que, como a mí, el primer disco de Television, Marquee moon, le había parecido uno de los mejores álbumes de su época en particular y de toda la historia de la música pop en general. Marquee moon no tuvo un gran éxito comercial, pero sí de crítica, yo diría que fue el equivalente del primer álbum de The Velvet Underground en la década de los 60: ventas escasas, pero una influencia notable en grupos y solistas por venir.
Tom Miller se plantó en Nueva York desde Delaware junto a su amigo Richard Meyers, quien también se rebautizó, en este caso como Richard Hell. Juntos formaron el grupo The Neon Boys y juntos podrían haber creado a Television si el señor Hell no llega a dar la espantada y formar su propia banda, The Voidoids, con la que cosechó su único éxito, una especie de himno punk titulado Blank generation. Television solo llegó a grabar dos discos antes de disolverse (hubo una reunión en 1992, que propició un tercer disco, pero la cosa duró poco más de un año). El señor Verlaine tenía cierta fama de huraño e intolerante con sus compañeros de grupo, pero eso es algo bastante normal cuando tienes las cosas muy claras, las canciones son mayormente tuyas y sabes perfectamente cuál es el camino que quieres emprender. En ese sentido, Marquee moon –con temas como See no evil o Venus de Milo- tenía mucho de manifiesto fundacional, aunque fuese de algo que no duraría gran cosa (el segundo disco, Adventure, sería como las notas a pie de página de dicho manifiesto).
Tom Verlaine tuvo una carrera larga en solitario, pero triunfar, lo que se dice triunfar, no triunfó nunca. Era, de hecho, como una especie de secreto muy bien guardado: cuando te cruzabas con algún fan suyo, te entraba un extraño arrebato solidario (y solitario) y te podías pasar un buen rato hablando sobre sus canciones, sus impresionantes riffs de guitarra, su breve romance con Patti Smith o los pocos discos que vendía, aunque a ti te pareciesen espléndidos. Se cuenta que el señor Verlaine iba enfocado hacia el jazz hasta que se cruzó en sus oídos una canción de los Stones, 19th nervous breakdown (que tuvo una versión española a cargo de Los Salvajes: La neurastenia) y cambió de dirección. Television fue uno de los grupos habituales en el CBGB del Bowery neoyorquino, pero nunca alcanzó la popularidad de Blondie o los Talking Heads. Tampoco parece que Tom Verlaine estuviese obcecado con el éxito comercial, y si lo estaba, lo disimuló muy bien. Hizo las cosas a su manera y fueron apreciadas por una minoría selecta. Algunos lo echaremos de menos.