Marie Kondo
Barro mi casita, lalará larita
Sin necesidad de haber leído sus libros, yo ya le tenía una manía tremenda a Marie Kondo (Tokio, 1984), gurú del orden doméstico que se había forrado convenientemente el riñón a base de consejitos para disfrutar de un hogar bien ordenado, de esos en los que hay un sitio para cada cosa y una cosa para cada sitio. Mi tendencia al desorden era incompatible con la obsesión de la señora Kondo por el orden, aunque reconozco que tal vez no me hubiera sentado mal hacerle un poco de caso, teniendo en cuenta que no vivo en un hogar, sino en un apartamento algo caótico que es como una versión provecta del cuarto de un adolescente. Pero no podía evitarlo: cada vez que leía una entrevista con ella, se incrementaba la grima que me daba la buena señora. Y ahora va y me sale con que se desdice de todo lo que sostenía en sus rentables libracos (el primero, La magia del orden, data del 2015 y ha tenido veintiocho ediciones en España, con más de 270.000 ejemplares vendidos), pues, según argumenta, con tres hijos a cuestas hasta ella es incapaz de mantener el orden en su propio domicilio. Y lo ha dicho con el mismo tono con que el Emérito nos soltó aquello de: Lo siento mucho, me he equivocado, no volverá a ocurrir.
Reconocer sus errores domésticos, de todos modos, no la ha llevado a dejar de publicar libros o a ingresar en un monasterio budista. Simplemente, se ha olvidado de su célebre eslogan (“Ordena tu espacio, transforma tu vida”) y se ha inventado una nueva manera de seguir sacándoles los cuartos a los maníacos del orden. Lo ha hecho con algo que ella llama el método Kurashi y que explica convenientemente en su última entrega literaria, El método Kurashi. Cómo organizar tu espacio para crear tu estilo de vida ideal. El concepto rector de dicho método sería, al parecer, “menos limpieza y más organización”, cosa que puede llamar la atención de los padres de familia numerosa que han sido incapaces hasta ahora de imponer algún tipo de orden en sus hogares. Marie Kondo se centra ahora en la forma de vida, y reconoce algo tan evidente (aunque vendido como una epifanía) como que los críos son generadores de desorden y suciedad a cascoporro, por lo que sus libros anteriores ya pueden ser arrojados a la basura por quienes tengan dos, tres o cuatro hijos (o hasta uno, si es especialmente irritante y guarro).
El principal acto de valor de la señora Kondo ha consistido en reconocer que sus textos anteriores estaban equivocados, pero nos viene a prometer que, a partir de ahora, intentará que las cosas que aconseja se ajusten mínimamente a la realidad. Hay que reconocer que es un paso en la buena dirección, aunque yo no descartaría lo de callarme para siempre e ingresar en una orden monástica. Pero me pregunto si conservará a sus fans de toda la vida tras este cambio total de percepción de la realidad. La respuesta nos la darán las ventas de su método Kurashi, aunque intuyo que se trata de un nuevo tocomocho ideado para seguir viviendo como Dios, lo cual no me impide reconocer el sentido de la autocrítica de la mujer más ordenada del mundo (hasta que tuvo tres hijos).