Tito Álvarez
¡Os vais a enterar!
Alberto Álvarez, alias Tito (Barcelona, 1976), es el portavoz de Élite Taxi, organización de taxistas que cuenta con dos mil asociados y está presente en 13 ciudades españolas, aunque su plaza fuerte es su ciudad natal, donde lleva tiempo intentando hacerse famoso (ya es, en cierta medida, una celebrity del taxi, aunque aún no haya alcanzado la gloria de Justo Molinero o El Fary) a base de hacerse notar en su condición de vocero del gremio. Tito se siente permanentemente amenazado por unas administraciones hostiles y es un hacha organizando pitotes reivindicativos de la gente de su oficio. Pelín boquirroto, muestra cierta tendencia a amenazar y a mostrar una posición chulesca. Y a veces hace cosas que no te esperas, como visitar a Carles Puigdemont en Waterloo el año pasado, una iniciativa que, a día de hoy, sigo sin entender muy bien por qué la acometió.
No sé cuándo conduce un taxi nuestro hombre, pues dudo que le quede tiempo para hacerlo si observamos que parece consagrarse al activismo sindical a jornada completa. Puede que lo haga durante esos pocos meses al año en los que no nos llegan noticias de él, pero lo cierto es que casi siempre lo vemos encabezando alguna reivindicación gremial que puede tener su lógica y su explicación, aunque él haga lo posible por cargarse ambas cosas con esa actitud de matón que se gasta. El próximo miércoles va a sumar a los suyos a las protestas de médicos y profesores, supongo que obedeciendo a su idea de la solidaridad entre oficios diversos. Y ya ha dicho que nos vayamos preparando, porque como no se atiendan sus reivindicaciones arderá Roma. O, mejor dicho, Barcelona, que es su plaza fuerte, como ya hemos dicho.
Nadie duda de que el oficio de taxista es duro y frustrante: te pasas la vida chupándote atascos para llevar a la gente de un sitio a otro mientras tú no vas a ninguna parte. También comprendo que no debe resultar agradable que te salga competencia como la que plantean los VTC y compañías como Uber o Cabify, a las que Tito detesta con todas sus fuerzas, consiguiendo hasta ahora que Barcelona sea una de las pocas ciudades de occidente en las que la convivencia entre taxis y VTC se asemeja mucho a una quimera. Las formas y la buena educación no son lo suyo, y Tito siempre encuentra la manera más desagradable y amenazante de decir las cosas. Suele apostar por la grandilocuencia y augurar desgracias sin cuento como se le acabe la paciencia. Intuyo que en su asociación deben considerarle un tipo eficaz, y probablemente lo es, pero los barceloneses (y sus autoridades, aunque a menudo tomen decisiones lamentables) agradeceríamos por su parte un tono menos brusco y mínimamente más razonable (ya no aspiramos a la cordialidad). Pero él, de momento, ya nos ha prometido un miércoles infernal y ha insinuado que para el Mobile se puede repetir la gesta.
Yo siempre había creído que un portavoz de lo que fuese era una especie de diplomático obligado a tener cierta mano izquierda. La existencia de alguien como Tito Álvarez me arranca definitivamente esa idea de la cabeza.