Carlos Torres
Nada resulta más penalizado por los mercados para una compañía cotizada que la incertidumbre, la sensación de no tener claro el camino o, aun peor, los bandazos, los palos de ciego. En el caso del BBVA y su apuesta por Turquía, ninguno de esos elementos es achacable al actual equipo gestor del banco. La firmeza que ha demostrado habitualmente en cuanto a considerar el otomano como un mercado estratégico y de futuro se plasmó de forma definitiva a finales del pasado año, cuando la entidad destinó parte de su exceso de capital a reforzarse en su filial Garanti, cuyo control ya tenía asegurado.
Y en las últimas horas, BBVA ha demostrado que la opa no fue un gesto hacia la galería. Ante la evidente pérdida de atractivo sufrido por la oferta como consecuencia del desplome de la divisa local, el banco no ha dudado en revisar al alza el precio, con la circunstancia añadida de que, por efecto de la citada depreciación, la operación en euros le saldrá incluso más barata que la planteada inicialmente, a mediados de noviembre. Pese a todos estos elementos, sin embargo, el consejo de administración que lidera su presidente, Carlos Torres, actúa sin atender a las múltiples señales que le está enviando el mercado a propósito de esta maniobra. No parece desde luego casual que desde el anuncio de la opa, las acciones del BBVA hayan perdido más de un 21% mientras que, en ese mismo periodo, el resto de los bancos cotizados en España se hayan revalorizado, incluso algunos de ellos (caso de Caixabank, Banco Sabadell y Bankinter) claramente por encima del 10%.
También resulta significativo que los retrocesos en la capitalización de la entidad, que ya superan los 8.600 millones de euros, sean cuatro veces superiores a los experimentados por el Ibex 35. El actual escenario complejo, con subidas de tipos en ciernes, desafíos como el más que probable aumento de la morosidad y la galopante inflación y la incertidumbre por la guerra en Ucrania es compartido por todos los actores. El factor diferencial es Turquía, cuyas fórmulas para superar la crisis generan igualmente muchas dudas. Las mismas que parecen tener los inversores con BBVA y que explican el castigo bursátil del que, al menos por ahora, la cúpula del banco hace oídos sordos. El tiempo juzgará cuál de los dos se equivoca.