Ada Colau
Ada Colau ha sido una de las protagonistas del 2020, año que ha terminado de la peor manera posible: señalando a los medios de comunicación que fiscalizan su polémica gestión (Metrópoli Abierta y Crónica Global), relacionándolos con la extrema derecha y amenazando con hacer lo posible para boicotearlos. Sin embargo, ha quedado demostrado no solo que ha incumplido diversas de las cuestiones con las que prometió un cambio hacia un modelo más ético y transparente (de hecho, incluso vacila con un posible tercer mandato, algo que siempre denunció), sino que también ha aprovechado los últimos 12 meses para hacer y deshacer a su antojo en una ciudad cada vez menos amiga de la gente.
El consistorio que dirige Colau aprovechó el primer estado de alarma para desarrollar el llamado urbanismo táctico, que no es otra cosa que reducir los carriles habilitados para el vehículo privado y poner obstáculos tan peligrosos como bloques de hormigón, cuestión que perjudica al comercio local. Todo ello, decorado con unos motivos coloridos y de dudoso gusto que manchan la ciudad de amarillo, azul y otros tonos. Una de sus últimas apuestas consiste en instalar un carril bici en la calle Aragó, tan inncesario (hay rutas alternativas muy cercanas) como peligroso para los coches, los ciclistas y los peatones: para tirar la basura, los vecinos deberán invadir esta vía y jugarse el tipo cada vez. Le ha declarado la guerra al coche y, lejos de ofrecer alternativas como una mejora del transporte público, lo que hace Colau es dificultar el transporte privado justo en tiempos de pandemia.