Pablo Echenique
El metepatas oficial del partido
Corre por Facebook el comentario de un gracioso con muy mala uva sobre Pablo Echenique. El hombre se pregunta, quiero creer que retóricamente, si, a la hora de ir a dormir, a Echenique lo bajan de la silla de ruedas o, simplemente, le echan un trapo por encima como se hace con los periquitos. Es una broma cruel y desconsiderada, lo reconozco, pero confieso, avergonzado, que me hizo gracia. Intuyo que hay más gente en mi situación y quiero aprovechar la ocasión para tranquilizar a todos los que han sonreído con el comentario malévolo: no sois malas personas (bueno, puede que algunos sí), pero habéis bajado la guardia moral, como yo, porque consideráis al señor Echenique un sujeto muy irritante. Sé que no vais por ahí riéndoos de los tullidos o arrojando paralíticos al río, pero no lo habéis podido evitar porque vuestra paciencia tiene un límite y Echenique lo cruza a diario varias veces. Rezadme dos padrenuestros y un avemaría y no os paséis de cafres. Pero como os digo una cosa, os digo otra: la triste situación física del señor Echenique no le exime de las críticas ni amortigua su condición de metepatas oficial de Podemos.
Aunque en el partido de los Ceaucescu abundan los bocachanclas y los revolucionarios de salón, Pablo Echenique (Rosario, Argentina, 1978) ha logrado brillar con luz propia a base de abrir siempre la boca cuando más le convenía mantenerla cerrada. A menudo lo pillan en algún renuncio, como cuando se descubrió su irregular conducta económica con un asistente. Incurre con frecuencia en la demagogia, como cuando se descolgó recientemente en el Congreso con la supuesta represión lingüística a la que pretendía someter Ciudadanos a los catalanes. Siempre habla de más, ya sea en directo o en las redes sociales. Y a veces la caga de tal manera que hay consecuencias molestas para él: véase lo de los 80.000 euros de multa que le han caído por defender a una compañera de partido que se cargó a su novio por persona interpuesta (ella se limitó a poner la escopeta), alegando que el difunto la había violado, cosa que nunca se probó de manera fehaciente. Espero con ansia su defensa de ese antiguo atracador de bancos que opta a cargo gordo en la sección madrileña de Podemos, pues estoy convencido de que también puede ser de abrigo.
No sé si Echenique es, como afirman algunos, el cerebro de La última hora, el panfleto de Podemos que dirige Dina Bouselham, protagonista de un célebre marronazo al alimón con Pablo Iglesias, pero su espíritu está presente en el engendro y los columnistas son de su escuela y parecen competir para ver quién la suelta más gorda y con menos fundamento. Como su compatriota Pisarello, Echenique es un peronista de izquierdas, gente tan poco recomendable como los peronistas de derechas, como sabrá cualquiera que haya leído la novela de Osvaldo Soriano No habrá más penas ni olvido o haya visto la adaptación cinematográfica que protagonizó Federico Luppi. También es un agitador en la línea del príncipe Stavrogin, el iluminado mayor de la novela de Dostoievski Los demonios, pero también es verdad que ése es un rasgo común a la mayoría de sus compañeros de partido.
Si no aprende a pensar antes de largar, Echenique va a seguir llevándose sopapos de la justicia y del público en general. En cuanto al gracioso del trapo del periquito, que no se repita, por favor.