Las finales no se juegan. Se ganan. El primer partido de la eliminatoria entre el Barça B y el Córdoba CF por el ascenso a la categoría de plata fue una verdadera guerra. Todo el mundo puso de su parte para conseguir el triunfo. El resultado en el Estadi Johan Cruyff fue de empate (1-1), un marcador que no le sirve al conjunto de Rafa Márquez para subir a la Segunda División.

El encuentro prometía. El club azulgrana colgó el cartel de sold out. 5.141 aficionados llenaron el estadio barcelonista. Los primeros en llegar a sus butacas, los seguidores del Córdoba. 150 almas no pararon de alentar a su equipo. Lamentaron no tener más entradas a la venta. Generaron un ambiente espectacular, al que poco a poco se fue adaptando la afición local.

Por dos motivos. Uno, la oreja estaba puesta en los transistores --los más jóvenes, en el móvil--. Mientras empezaba el Barça B-Córdoba, tenía lugar el encuentro entre el Oviedo y el Espanyol, eterno rival azulgrana. Con el gol del cuadro asturiano, empezaron a resonar cánticos de "el año que viene, Barça-Espanyol".

Y, dos, la mirada estaba puesta en el palco. Es habitual ver a estrellas del primer equipo del Barça en el palco del Johan Cruyff. Muchos futbolistas suben desde la Masía y pasan por el filial, por lo que saben lo que es jugar en el barro. La cara reconocida de la tarde fue la de Pau Cubarsí, que ya está de vacaciones.

Más invitados

Incluso, los culés pudieron ver un hombre que, aunque estuvo poco tiempo, dejó huella en el Barça, en el peor momento del club. Ferran Jutglà, jugador del Brujas, asistió al estadio para animar a los azulgranas. Se paró a charlar con los aficionados, como uno más.

A la izquierda de Jutglà, estaban los hombres de americana y corbata. El palco se vistió de lujo, como antes no se había visto en toda la temporada. Presidido por Joan Laporta, que no se quiso perder la cita, la platea se llenó con la presencia de Bojan Krkic, Rafa Yuste, Joan Soler y Enric Masip.

El presidente tuvo que oír, nuevamente, cánticos en su contra. La Grada d'Animació volvió a entonar el "Barça sí, Laporta no" de manera regular durante los 90 minutos. No lo hicieron con la misma fuerza que en ocasiones anteriores, pero cada diez minutos se escuchaba el salmo.

A la acción

Volviendo al césped, el Córdoba se adelantó a los ocho minutos de empezar el choque. Desde ahí, el partido fue una tortura. Una prueba de absoluto desgaste. El conjunto verdiblanco detenía el juego cada vez que podía. Futbolistas tendidos en el terreno de juego, protestas constantes al árbitro... Hasta un asistente fue expulsado.

El desespero se fue apoderando de todo el mundo. Los jóvenes jugadores del Barça veían sus pulsaciones aumentadas. La afición azulgrana, más de lo mismo. Saltaban chispas entre ambos conjuntos y entre sendas gradas. "Árbitro, cagón", cantaba con frecuencia la zona del Córdoba. Silbidos y chillidos era la manera de quejarse de la grada del Barça.

Los jugadores del Córdoba tenían clara una cosa. No podían coger el bus de vuelta con las manos vacías. La odisea de los 150 desplazados merecía el esfuerzo. Y las pérdidas de tiempo. Rafa Márquez se quejó de ello al término del encuentro: "No entiendo nada. No fue el mejor arbitraje, pero hay que respetar cómo actúan. Hay que aceptar las cosas como son. Permitieron demasiadas faltas cuando hay que poner orden y dar espectáculo, más que arruinarlo".

Reacciones

Por este motivo, un Barça insistente, que fue ganando peso e iniciativa a lo largo del encuentro, fue el protagonista que causó el arrebato final. En el minuto 87, el Pocho Román empataba el marcador, para levantar la locura de los aficionados azulgranas. El resultado le vale al Córdoba, pero las sensaciones son diferentes.

El Barça B de Rafa Márquez es un equipo trabajado. Así lo reconocen fuentes cercanas al vestuario del Córdoba tras el empate en el Johan Cruyff. Sorprende la capacidad de competir de un equipo tan joven, que juega con muchos futbolistas que rozan la mayoría de edad, o ni eso.

En cualquier caso, el empate azulgrana se celebró por todo lo alto, con algo de ira por la afición, que estaba mosqueada por la actitud del conjunto andaluz. Durante el éxtasis, buena parte de la grada se dirigió a los seguidores del Córdoba. Una bengala de la Grada d'Animació fue la puntilla de una tarde con un ambiente muy caliente, en un partido lleno de empujones, protestas y disputas entre jugadores. Nadie se lo quiso perder. El ascenso a la Segunda División está en juego.

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