Es real. El efecto Flick existe. El termómetro culé está a punto de explotar. La ilusión está disparada y el barcelonismo vuelve a disfrutar por primera vez en mucho tiempo. La temporada pasada, primera en Montjuïc, todo fueron decepciones. Tristezas. Pero el cambio de dinámica es una evidencia y el Estadi Olímpic Lluís Companys es viva imagen de ello. Durante el partido contra el Sevilla (5-1), pareció el Camp Nou.
La gente cogió el partido con ganas, después del soporífero parón de selecciones. El equipo de Hansi Flick tiene hambre de goles y la afición también. El ambiente vivido en Montjuïc se asemejó al de la última temporada en Les Corts. Casi 100.000 almas no son las mismas que las 47.848 que sacudieron la montaña mágica. La afición culé nunca ha sido la más intensa. Tampoco la que más grita. Pero vive y sufre las desgracias. Se lo toma todo a pecho.
Cada vez queda menos para el regreso al Camp Nou. Un retorno que motiva aún más si el Barça de Flick sigue rindiendo a las mil maravillas. Lo del Barça-Sevilla fue un ensayo de lo que está por venir. No se hicieron las ridículas olas, auspiciadas por los famosos guiris, en todo el encuentro, pese a que había motivos suficientes para ello. Incluso la Grada d'Animació mostró una estelada en el minuto 17:14 de cada parte. El "in, inde, independencia", habitual en Les Corts y en el Palau Blaugrana, había quedado atrás en Montjuïc. El pasado domingo resonó, aunque no con la misma fuerza de antaño.
Tic, tac...
Guste más o menos, se recuperaron algunas costumbres. Se aplaudió, se celebró y, sobre todo, se gritó. De los cánticos ya se encargaban los grupos de animación. En 2025, con el retorno al Camp Nou, la tendencia será la misma. El estadio, sin la tercera gradería, que aún estará por edificar, dará cobijo a unas 60.000 personas. Y, posiblemente, tendrá más presencia de socios y no de extranjeros. El culé echa de menos su casa.
Pero, mientras el Barça siga rindiendo así, no desfallecerá. El equipo de Hansi Flick despierta admiración. Divierte. Después del primer gol, quiere el segundo. Después del segundo, el tercero. Así sin parar. Quiere siempre el balón, lucha por recuperarlo y juega con la defensa en el centro del campo, con mucho riesgo. Flick está encantado con la plantilla, a la que le está exprimiendo al máximo, y está acertando con su filosofía.
Orgullo de la casa
Flick ha mejorado a todos los jugadores. Robert Lewandowski vive una segunda juventud, Raphinha es un puñal por dentro, Pedri es el timón del barco y el que lleva el catalejo, Lamine Yamal es ya uno de los mejores del mundo, sino el mejor. Y, además, el culé anima como nunca en Montjuïc porque se siente orgulloso de los suyos.
Cuando Xavi pedía a Guido Rodríguez, la llegada de Flick anuló la incorporación de cualquiera. Se quedó con Marc Casadó y Marc Bernal. Y con Pau Víctor, Ansu Fati o Gerard Martín. El Barça vuelve a tirar de la Masía. De todos los chicos, el protagonista fue Gavi. Después de 348 días, volvió a disputar un partido oficial. El cariño de una afición renacida llevó en volandas al equipo en la antesala de dos choques de alto voltaje: Bayern de Múnich y Real Madrid.