Sergi Roberto pide a gritos su salida del Barça. El veterano jugador del FC Barcelona está lejos de aguantar la intensidad y el ritmo que se exige en los partidos de máxima dificultad. Con 31 años, queda cada vez más claro que tampoco es un perfil que puede aportar a la plantilla como fondo de armario. Contra el Athletic Club, Xavi lo puso por obligación, para dar descanso a Pedri. En realidad quería poner a Fermín, pero al haber ya tres jugadores del filial sobre el verde era un riesgo, ya que la normativa obliga a tener siempre siete jugadores del primer equipo en el campo. Si pones a cuatro del filial y te expulsan a uno del primer equipo, te sancionan con la derrota.
Este miércoles, en los cuartos de final de la Copa del Rey, el capitán del Barça ha provocado la sentencia definitiva de los suyos. Su entrada por Pedri no solo supuso el desinflamiento total del equipo en términos ofensivos, sino también defensivos. Suyo fue el clamoroso error que dio a pie el tercer gol del Athletic, cortesía de un Iñaki Williams que pudo aprovechar los espacios que se generaron en el fondo.
Para Xavi es un jugador importante, así lo ha reconocido en más de una ocasión, pero la realidad es que Roberto representa el último vestigio de las vacas sagradas. Otra época, otro ritmo. Y, sobre todo, un jugador que ha perdido demasiadas veces este tipo de balones comprometidos que acaban condenando al equipo. Las buenas sensaciones que mostró ante un rival mediocre, como el Almería, son un puro espejismo que distorsiona la realidad de un jugador que ya no está para el máximo nivel. No aprendemos.