Samuel Umtiti es uno de los futbolistas que más lucro ha sacado de su paso por el FC Barcelona. Llegó sin hacer demasiado ruido, a cambio de 25 millones de euros, procedente del Olympique de Lyon. Al poco tiempo se consolidó en el eje de la zaga junto a Gerard Piqué. El entonces joven Big Sam demostró presencia, fortaleza, mucha potencia y una depurada técnica para sacar el balón desde atrás con clase. Enamoró al barcelonismo durante sus dos primeras temporadas. Luego completó el atraco del siglo, se lesionó de la rodilla tras ganar el Mundial de Rusia 2018 después de forzar su físico en cada partido con Francia y desapareció del mapa.
Este es el breve resumen de un gatillazo antológico para el barcelonismo, de una ilusión que terminó convertida en profunda decepción. Es la historia de cómo el discreto Big Sam cambió las botas de fútbol por la moda tras aprovechar la debilidad de Bartomeu en su momento más delicado: un año después del fichaje de Neymar por el PSG, con la amenaza latente de los clubes Estado al acecho y con las arcas a rebosar de dinero porque se estaba logrando la facturación más elevada de su historia.
El clausulazo de Neymar
Todos se las prometían felices tras dos primeros años magníficos de Umtiti en el plano individual. 83 partidos en dos temporadas como un seguro de vida y un arma letal en el corte valdrían cualquier esfuerzo económico. Colectivamente, las eliminaciones del Barça ante la Juventus en la Champions 2016-17 y la Roma en el curso 2017-18 habían alejaban cada vez más el éxito continental de 2015.
Sin embargo, el clausulazo del Paris Saint-Germain por Neymar sentó un peligroso precedente. Para los clubes Estado el dinero lo podía todo. Ni la cláusula antijeques de 222 millones de euros impidió una operación astronómica, a la par que desorbitada. Las prisas y el ansia de Josep Maria Bartomeu, respaldadas por unos ingresos abundantes del FC Barcelona desembocaron en una retahíla de operaciones ruinosas, que la directiva de Joan Laporta todavía arrastra en la actualidad.
Operaciones ruinosas
Primero, en 2017, fueron los fichajes multimillonarios de Ousmane Dembelé y Philippe Coutinho por 135 millones de euros y otros 135 kilos, respectivamente. Había que llenar el vacío dejado por Neymar del modo que fuera y volver a ilusionar al barcelonismo, tocado por un adiós inesperado y repentino.
Por si este gasto fuera poco, Bartomeu activó la maquinaria de blindaje de las estrellas azulgranas para evitar más fugas indeseadas. La extensión contractual por todo lo alto de Messi en enero de 2017 marcó el camino del resto de renovaciones polémicas. El delantero argentino firmó por hasta 2021 a cambio de unos emolumentos inauditos de 555 millones de euros brutos, 138 millones por año.
En verano de 2018 llegó el turno de Piqué, convertido en el central mejor pagado del mundo gracias a la renovación firmada en el mes de junio. El defensa catalán se embolsaría 28,4 millones de euros brutos anuales, 142 millones en cinco temporadas. Bartomeu quería asegurarse la continuidad de la pareja consolidada en la zaga, corroído por el pavor de una salida de Umtiti tras el Mundial.
Renovación y declive
La junta directiva liderada por Bartomeu renovó a Umtiti por cinco temporadas en las semanas previas al Mundial para ahuyentar a los clubes espoleados por el petrodólar. Su cláusula de rescisión ascendió a 500 millones de euros, y sus emolumentos también alcanzaron cotas mareantes. Umtiti se aseguró el cobro de más de 20 millones de euros brutos por curso, es decir, unos 100 millones entre las cinco temporadas de contrato. Esos 20 kilos provenían de un sueldo fijo de 14 millones y una prima de fidelidad de 5. Atraco consumado.
Por si esto fuera poco, la letra pequeña del acuerdo firmado le podía reportar todavía más ganancias a Umtiti. Entre las variables del contrato figuraban dos millones por jugar el 60% de los partidos 45 minutos o más; dos millones por llegar a los octavos de Champions con el zaguero francés de titular, uno en caso de ser suplente; 500.000 por alcanzar las semifinales y otro medio millón por estar en la final.
Un Mundial muy caro
Lamentablemente, el riesgo que corrió el dirigente azulgrana a pesar de que los problemas en el cartílago de la rodilla izquierda de Umtiti ya llamaban a la puerta desembocó en un error fatal. A un mes de la cita mundialista en Rusia, Big Sam sufrió una inflamación en el cartílago. Aun así forzó para disputar la Copa del Mundo. El central galo jugó casi la totalidad del torneo y se proclamó campeón del mundo, lapidando sin saberlo el resto de su carrera deportiva.
Desde entonces, no se ha sabido más de él. Un trauma pasado relacionado con las secuelas de una artroscopia en 2010 evitaron que Umtiti escogiera operarse de la rodilla. Aquella decisión enterró la carrera del jugador del Barça. De participar en 83 partidos durante sus dos primeras temporadas en el Camp Nou, pasó a disputar 50 en las cuatro últimas. El tratamiento conservador de Big Sam para sanar los problemas en la rodilla jamás surtió efecto.
Después de una última renovación con el Barça en enero de 2022 con tal de rebajar un 10% su sueldo y diferirlo hasta 2026, Umtiti ha vuelto a esbozar una sonrisa en el Lecce. No alcanzaba los 25 partidos desde 2018, y un lustro más tarde el Barça y el jugador separan sus caminos mediante la rescisión contractual. La relación, tormentosa e inestable, ha tocado a su fin con la incógnita del temido finiquito. Y es que Umtiti todavía debía cobrar más de 20 millones hasta 2026 y se desconoce si ha perdonado euro alguno de su salario restante.