Alienados del fulgurante arranque de Hansi Flick como entrenador del Barça, Frenkie de Jong y su tobillo, el cual vimos este verano inflamado de tal manera que casi parecía un sujeto del todo independiente del centrocampista holandés, atraviesan 2024 impotentes y a la deriva. Su lesión rebasa los cinco meses de duración, la opción de tratamiento por la que ha optado Frenkie es, hasta el momento, conservadora, y cualquier tipo de pronóstico, de todo punto incierto. A pesar de los pesares, aún no está descartado que el rubio tuttocampista, trasunto enclenque de Schuster, vuelva a enfundarse la 21 azulgrana antes de final de año. Pero eso no será, ni mucho menos, la salida de su laberinto.
A estas alturas es imposible predecir si lo que aguarda a De Jong durante el resto de su contrato con el Barcelona, que acaba en junio de 2026, es el éxito inopinado, una mediocridad que ya se ha vuelto machacona o, sencillamente, su marcha a otro club. A esto hemos llegado: sabemos que dentro de la caja donde el gatuno Frenkie reposa su última convalecencia sigue habiendo un futbolista con presunto potencial de estrella. Pero la indeterminación de su figura ha durado tanto tiempo y sumado tantas capas de sedimento que ya se antoja irresoluble. Llegados a este punto, quizá hasta el mismo Schrödinger se decidiría por abandonar su experimento y acercarse a la protectora más cercana para adoptar un perro.
El extraño currículo como azulgrana de Frenkie no invita, desde luego, al optimismo. De él se ha dicho y escrito que su pulcritud con el balón es singular, que sorprende a los recién llegados a la plantilla por su calidad en los entrenamientos, y también que no ha puesto reparos a sus entrenadores para jugar renqueante, contusionado e incluso al borde de la rotura. Pero nada de eso significa que su aportación sea digna siquiera de una nota a pie de página en la historia del Barcelona. Y eso es, se mire por donde se mire, un triste bagaje.
No estoy seguro de si la canchera celebración culé del espíritu del mercenario Paulinho en su retirada y lo pronto que se olvidará el paso de De Jong por el Barça si decide marcharse son una señal de la decadencia del club o de su madurez. Pero sí tengo claro que, restaurado su tobillo, la única oportunidad de encajar de una vez por todas a Frenkie en ese Fútbol que va junto al Club Barcelona será que el hecho de ver cómo sus compañeros, seguramente por primera vez desde que él está en la plantilla, no cortan el mar sino vuelan espolee su orgullo competitivo.
Sin embargo, quizá al final del embrollo solo aguarde más de lo mismo. Y como decía el personaje del Rey Goblin, interpretado por David Bowie, en la película Dentro del laberinto, a Frenkie en el Barça haya que esperarlo "no por mucho tiempo, solamente para siempre".
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