Como culé, hay muchas cosas que no me gustan del FC Barcelona. Aspectos que la entidad deportiva más importante de Catalunya debería mejorar en aras de poder seguir presumiendo de valores para gritar a los cuatro vientos que "som més que un club". 

Con más de 140.000 socios y millones de aficionados por todo el mundo, estaremos de acuerdo en que el Barça debe mejorar en aspectos tan elementales como la transparencia y la proximidad. La información es sesgada en una entidad que genera interés mundial y los futbolistas están tan endiosados que, como dice Ramon Besa, acaba siendo una "quimera" para los aficionados y periodistas el poder acercarse a ellos. 

El negocio en que se ha convertido un mero juego de calle está matando lo que representa la esencia del deporte en sí mismo: solidaridad, respeto, amistad, aprender a compartir, poner al equipo por encima de las individualidades... 

Últimamente estamos viendo un modelo de Barça en el que la obsesión por ganar, ganar y volver a ganar se come a la ilusión de hacer las cosas bien y disfrutar. Es el eterno debate: ¿Nos importa más pasar buenas tardes de fútbol en el Camp Nou o seguir llenando las vitrinas de títulos para la historia

Si no hubiese tanta presión por el triunfo, quizá los jugadores habrían saltado mucho más desinhibidos al verde de Anfield. Sin ese miedo insuperable a la derrota, posiblemente no habrían jugado tan agarrotados y tal vez estaríamos hablando de otra cosa. 

Sin embargo, y por mucho que haya cosas que mejorar, también cansa un poco el perfil de hincha destructivo que vive empeñado en echar por tierra todo lo que se hace y se niega a reconocer los aciertos, que también los hay. Para crecer hay que sumar, desde la pluralidad, y se hace irritante ver cómo siempre que van las cosas mal dadas salen los oportunistas de turno a joder la marrana

Joan Laporta volvió a demostrar que es un tipo de calentones. Molesto por la derrota, mostró su descontento con un tuit mañanero. Esa misma tarde, viendo las múltiples muestras de apoyo recibidas, aprovechó para retar a la directiva a convocar elecciones este verano con su habitual tono desafiante. Él, que comandó la peor campaña con diferencia a las elecciones de 2015. Agustí Benedito, otro posible futuro presidenciable, no tardó en subirse al barco de Jan, lo que hace pensar que pronto unirán sus fuerzas contra Bartomeu. 

La figura del oportunista es también habitual en la historia y el entorno del Barça. Pero que no nos embauquen. Todos estamos jodidos tras lo que pasó en Liverpool. Se han hecho cosas mal, muchas, pero no se solucionarán con un calentón como tampoco un polvo rápido arregla una crisis matrimonial. El Barça no es para oportunistas ni para calentones. El Barça no es un polvo rápido