El Cant del Barça (el himno del club), compuesto en 1974 por Josep Maria Espinàs y Jaume Picas, con música de Manuel Valls (primo del padre de Manuel Valls, ex primer ministro francés y concejal de Barcelona), es una canción de integración de toda la familia culé. Así lo muestra, por ejemplo, el verso “una bandera ens agermana”. Un hermanamiento que conviene recordar en estos tiempos marcados por la división entre los aficionados derivada de la política, por un lado, y de la parcela deportiva, por el otro.

Las primeras banderas del Barça documentadas son de principios del siglo XX, y, casualmente, eran regalos que los aficionados hacían al club. En 1911, sin ir más lejos, la entidad expuso unas telas que le había entregado uno de sus socios, así como los trofeos conquistados hasta aquel momento, en un comercio de muebles de la calle Pelai, lo que podríamos considerar el primer museo de la historia del FC Barcelona.

Para entonces, el Barça ya se había instalado en el campo de la calle Indústria, el primero que tuvo en propiedad. Y allí ondeó la bandera azulgrana por primera vez (posiblemente era la misma que se expuso en la calle Pelai, porque las crónicas de la época recuerdan que era regalo de un socio). El izado se produjo mientras una banda de música tocaba los acordes del himno primigenio de la entidad.

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Un partido del FC Barcelona en el campo de la calle Indústria, con la bandera al viento, 1912 / AFCEC

Pero, lógicamente, los años y las inclemencias del tiempo destiñeron esa tela, que ondeaba en lo más alto de la tribuna del campo de la calle Indústria. En ese escenario, y en ese contexto, el FC Barcelona organizó una fiesta para reemplazar la bandera por otra que había confeccionado “un grupo de damas”, y que también fue un obsequio para el club. Era 1918. Por cierto, que Joan Gamper fundó la entidad después de recibir el portazo del Català, que quería formar un equipo únicamente con jugadores catalanes, lo que da muestra del carácter integrador del Barça. Ya habrá tiempo para hablar de ello.

Cierto es que eran tiempos en los que los futbolistas jugaban por placer, lejos de profesionalismos y del negocio en el que se ha convertido este deporte. Pero no deja de sorprender la cantidad de expertos y, sobre todo, de destructores que revolotean por los alrededores del Camp Nou y por las redes sociales, bien sea por el calentón tras la debacle de Anfield, por politiqueos o por intereses personales. Parece que, salvo Messi, no sirve nadie en el club: ni Bartomeu, ni Valverde ni el resto de jugadores. Pelota al suelo. Las críticas deben ser siempre constructivas y desde el respeto. A más de uno le convendría recordar que la única bandera de todos los culés es la azulgrana.