Quim Ávila vive uno de sus momentos más dulces. Viene de ganar el premio al mejor actor de reparto por su papel en el montaje de David Selvas de Tots eren fills meus, participó en la serie de moda de El cuerpo en llamas y ahora regresa con una obra en la que arrasa, Jauría. Él, en cambio, prefiere disfrutar el momento y tomárselo con calma.
“Personalmente, lo que a mí me genera este momento tan dulce, es una alegría enorme, pero también una toma de mucha conciencia. Sabiendo que tengo ahora todos estos privilegios quiero saber qué puedo hacer para que sea bienvenida toda esta gente que no los tiene”, confiesa a Crónica Directo. Sabe que eso puede jugar en su contra, “pero es lo que hay”, no quiere acaparar papeles, sino seleccionar y dejar paso. Algo que no siempre pasa en una profesión como la suya.
El intérprete, mientras tanto, acepta roles que lo ponen contra las cuerdas. Su papel o, mejor dicho, papeles en Jauría (Teatre Romea), lo convierten en uno de los miembros de La Manada y en uno de los abogados defensores de los acusados. No es fácil, pero el mensaje de la obra, la exposición de esos hechos que expone la dramaturgia de Jordi Casanovas a partir de las declaraciones reales de los violadores, debe hacerse oír para ver hasta qué punto puede llegar el hombre.
Ávila apunta de que muchas de estas acciones vienen dadas por la educación recibida. Porque a los niños se les enseña sólo desde el privilegio de gozar de la libertad, mientras a ellas a saberse defender; de la idea de que uno cuenta con cierto status, cierto sistema que respalda sus decisiones y los juzga menos. Pero mejor que hable él.
- ¿Cuándo le llegó a la propuesta?
- Primero hubo una selección individual de los cinco. Tras ello, nos juntaron a los cinco. Se hicieron unas sesiones previas a comenzar ensayos con un coach de acento, Pere Navarro, y poco a poco, cuando ya teníamos la máscara compuesta, Miguel del Arco entró en juego. Aquí fue cuando tuvimos que enfrentarnos al prejuicio que todos nosotros, de forma involuntaria, tenemos cuando sabemos que estamos no solo representando una función que habla de lo que habla, sino que estamos representando a una persona real.
- Fácil no debe ser.
- Muchas veces te sale un prejuicio que, como muy bien dice Miguel, te lleva a establecer adjetivos o juicios muy terribles hacia ellos. Pero nosotros, muy lejos de quererlos excusarlos, creemos que, parte de nuestro trabajo, es dar la complejidad que tiene un ser humano al personaje que está arriba del escenario. Y como personaje humano, no solo eres un violador. Por lo tanto, sí que es verdad que, en esta obra, nosotros, estamos siendo juzgados como violadores, pero tenemos que encontrar todos los recovecos de este laberinto que supone un ser humano para que puedas llegar, más que a empatizar, que no sería la palabra, sino a sentir la distancia de ciertos comportamientos que como sociedad debemos revisar.
- Usted hablaba en rueda de prensa de evitar en caer la interpretación del monstruo e incluso mencionaban que algunas de las actitudes que se ven pueden resonar en el espectador. ¿Es que no estamos tan lejos de ciertas actitudes de los miembros de La manada?
- Muchas veces, creo que, como persona blanca de clase media y hombre cis, he recibido una educación muy concreta, que me ha permitido muchas veces, desde el humor, o desde el juego, a mí o a mis compañeros de entorno más cercanos, no revisar nuestros comportamientos. Venimos de una educación muy concreta, que evidentemente no es igual a la que recibieron nuestros padres, pero que, aun así, tiene muchos lastres y arrastra demasiados códigos que son antiguos. Considero que de forma constante deberíamos poder poner en marcha una revisión de estos códigos y ponerlos en jaque. Y obras como Jauría nos puede permitir eso, con el espectador. Quizás, al ver la obra, el espectador sienta que debe invalidar algunas de las cosas que está haciendo.
- ¿Esta serie de comportamientos se refuerzan en grupo?
- El grupo crea anonimato. Ellos actuaron de forma anónima colectivamente. Eso les dio mucha más fuerza de la que hubieran tenido si se hubieran encontrado a esa chica individualmente.
- Los mismos actores que interpretan a los miembros de La Manada hacen de abogados y, en su caso, como defensor del violador, lanza la frase de que un mismo vídeo puede servir para exculparla y otra para acusarla. ¿Es un fallo del sistema?
- Lo que dice es que un mismo vídeo a ojos de uno u otro puede ser visto de manera muy distinta. Seguramente, tiene que ver con la codificación de la que te hablaba antes, de cómo codificamos lo que sería un abuso, intimidación, una violación. ¿Qué pasa? Se supone que la justicia, en teoría, es objetiva, pero no lo es. Eso es evidente con este vídeo. Creo que si estableciéramos un código concreto que nos ayudara a todos a tener un ojo un poco más crítico sobre cuándo hay intimidación, quizás no haría falta que nadie sacara una pistola para que definir si alguien se sintió intimidado. Quizás el simple hecho de que estés rodeada de cinco hombres en un cubículo de tres metros cuadrados ya es bastante intimidatorio. Eso es lo que deberíamos ir revisando cada vez más y preguntarnos por qué el mismo vídeo puede ser tomado de dos formas diferentes.
- ¿Eso tiene que haber con la educación de la que hablaba antes?
- Por suerte la sociedad está cambiando. Diría que hay avances, a veces más en lo discursivo que en el día a día. Pero sí ha habido una educación, intrafamiliar, pero también escolar, en la que ha habido diferencias. Muchas veces se ha educado para tener una hija segura y no una hija libre. A mí no necesariamente me han educado para que sea un niño que esté seguro, más bien se me ha educado para que tenga libertades, que pueda soñar en grande y pueda hacer lo que quiera. Es responsabilidad de la educación que damos intrafamiliarmente, pero escolarmente, creo que hay muchas carencias. Ya en el aspecto de género, por ejemplo, pero bueno en muchos aspectos.
- La culpa es algo en la que también se educa, ¿qué papel juega en este caso?
- El tema de la culpa afecta al personaje de la víctima, que muchas veces se siente culpable, que se plante por qué le pasó eso, si debería haber sido menos confiada, si no dio claramente indicaciones, si ese quedarse paralizada por la situación la hace culpable… Por eso debemos revisar todo esto, para que si alguna vez uno se ve en una situación en la que alguien se está quedando paralizado, nadie pueda entender que no se están poniendo límites y que, por tanto, se pueden cruzar.
- ¿Y como se ha llegado hasta aquí y cómo se puede evitar?
- El primer paso es la educación en casa, valorando todo lo que se ha hecho hasta ahora, si el hijo era hombre o mujer, y poder dar una educación mucho más uniforme y mucho más homogénea. Luego, gracias a Dios, el paradigma que supuso el caso de La manada ha ayudado no solo a revisar las leyes sino los protocolos que amparan al acusado, porque evidentemente todo el mundo siempre podría ser inocente, pero, ahora mismo, tras este caso, se protege mucho más a la persona que está en posición de víctima.
- ¿Podíamos afirmar que existe la “cultura de la violación”, concepto que molesta a algunos?
- Más que cultura de violación, yo lo que veo es una cultura de no revisión. Si no revisas tu comportamiento es mucho más probable que se acabe generando una violación. Por tanto, la cultura, para mí, es de la no revisión del comportamiento, desde el sexo masculino, evidentemente. Eso te puede llevar muy fácilmente a cometer ciertos actos totalmente delictivos.