David Selvas: "Es importantísimo revisar los clásicos, pero no podemos hacer como si no existieran"
El director de escena hace una puesta al día de 'Tots eren fills meus' donde el idealismo choca con la tradición
28 febrero, 2023 00:00David Selvas (Santa Perpètua de Mogoda, 1971) ha vuelto a coger un texto del teatro universal para traerlo a la actualidad. Esta vez no le ha hecho falta mucha contemporización. Para su versión de Tots eren fills meus (Teatre Lliure), los personajes sí van vestidos como en la época y no hay añadidos, el contenido es lo suficientemente actual para que el público capte el mensaje.
El director de escena apenas ha matizado algunas cosas, algunas visiones algo machistas propias de la época como que la mujer corta patatas y ahora cuida de su jardín. Para la adaptación también ha contado con la mirada femenina de Cristina Genebat y, aunque moleste a algunos autores, la versión queda intacta.
Encuentros y clásicos
Para el reparto también se ha rodeado de unos intérpretes de lujo, Emma Vilarasau y Jordi Bosch vuelven a hacer de matrimonio en escena y han sido un apoyo en todo momento para él. Con ellos ya trabajó en Nissaga de poder y el reencuentro era deseado por los tres.
Crónica Directo habla con el también actor, que vive un año imparable. Tras el estreno de Romeu+Julieta y La meravellosa familia Hardwicke, ahora llega este texto de Miller mientras en el Teatro Español de Madrid se representa su versión de La importancia de llamarse Ernesto.
--Pregunta: Con tantas obras en cartel, podemos decir que es un año bueno para usted, ¿no?
--Respuesta: Bien, también la pandemia lo trastocó todo. Entonces hay cosas que estaban de antes de la pandemia que se habían quedado pendientes y ha sido un cuello de botella importante.
--Y ahora se embarca con este texto de Miller. ¿Por qué decidió apostar por ‘Tots eren fills meus’? ¿Qué importancia tiene ahora esta obra como teatro?
--Es un reto. Es un texto de los inalcanzables, de los que te ponen un poco en los límites, y de aquellos que los lees y te interpelan. Es un texto de teatro público absoluto. Y nosotros también hacemos equilibrios. Tenemos una empresa, La brutal, que debe funcionar, y más o menos debe hacer sus números, pero esto te limita muchos contenidos a veces, ya sea a nivel de temática, ya sea a nivel de cantidad de actores, de actrices. Pero también tengo ganas de hacer esto, que te ayuda a crecer como artista.
--Habla de cómo interpela el texto. La obra plantea la importancia de intentar cambiar el mundo, pero ¿es posible?
--Miller dice que sí y termina con un monólogo de Chris diciendo que si esto no sirve para algo… Cree que podemos ser mejores personas, también es lo que le toca a alguien que es joven, porque si ya empiezas a pensar que no hay esperanza... Yo creo que es posible. Cada vez vamos a peor, pero hay pequeñas islas que nos dicen que no. Por ejemplo, yo prefiero vivir en España, no ser tan rico e ir a atenderme al CAP, y vivir mejor que en Estados Unidos, donde has de tener seguro médico y si tienes una enfermedad terminal tienes que vender tu casa porque no puedes pagar los medicamentos.
--Claro, pero en la obra se planteaba una vía de escape a este sistema capitalista americano que ahora parece que no tenemos. ¿Eso no hace que ahora tengamos más desesperanza?
--Más que desesperanza, creo que sí debemos centrarnos más en arreglar lo que tenemos. Cuando Miller escribe esto, había comunismo, socialismo y había otras estructuras que podían funcionar, otros sistemas políticos, está claro que no han funcionado, ahora está este, y no se espera otro. Por tanto, mejor que cuidemos este jardín tanto como podamos.
--Una manera de cuidarlo es con la creación de una comunidad, de la que la obra también habla. ¿Es más difícil construir una comunidad?
--La comunidad se construye según la tradición y con una revolución que la ponga en entredicho. El progreso o las vanguardias vienen a ser esto, tomar lo que los grandes maestros clásicos hicieron y llevarlo hacia aquí, dando tu punto de vista, tu visión y tal. La comunidad está en constante evolución, poniendo o intentando no mover lo básico e intrínseco, las cosas en las que te has puesto de acuerdo. Por eso, esta obra arranca con un conflicto enorme, y es que existe una mentira. Con una mentira no se puede construir nada que nos vincule a ambos.
--¿Pero no son casi inevitables, incluso en la familia?
--Esta es la gran crítica que hace Miller. Si la familia es la primera pequeña gran empresa y es el baluarte a proteger constantemente --sobre todo por parte de la derecha, que está por la familia tradicional porque, evidentemente, los demás no tenemos cabida-- este es el primer gran error. Si yo no te puedo delatar porque eres mi hijo, ¿qué mierda es esta? Si en el núcleo de esta sociedad ya hay una tara, ¿qué podemos hacer como comunidad? Por eso él pone a la familia como metáfora de lo que somos como comunidad.
--Pero en esta familia, en el caso de esta pieza, hay un brote verde, el idealismo de los jóvenes. ¿También ha desaparecido ese idealismo como los dos bloques políticos?
--¡No! Mira Greta Thunberg y los jóvenes que están ahí fuera. Esto es algo de las cosas buenas. Cada generación debe pasar por todo esto. El idealismo es intrínseco y también uno puede ser mayor y seguir siendo idealista. Podemos salir adelante.
--¿Diría que el teatro es un lugar donde ser idealista, aunque sea reivindicando a los clásicos?
--El teatro debe ser un lugar donde estas iconografías, mitos compartidos y tradición de la que venimos se ponen en marcha. Claro que los nuevos lenguajes teatrales son necesarios, pero si no bebemos o si nos alejamos de esto hay una parte de esa creación de comunidad que se rompe. Cierto que es importantísima esa revisión, porque los mitos los han contado los hombres casi siempre a las mujeres, pero no nos podemos permitir hacer ver que eso no existe. Todo suma, lo que se trata es de ir descartando cosas y que la perspectiva histórica y de género y todas las perspectivas que hagan falta nos den luz, se abran y nos hagan quedar con lo bueno de cada cosa, pero no por hacer que aquello no exista. No por borrarlo, sino por revisarlo.
--De hecho, sus últimas obras son revisiones de clásicos. ¿Deben reivindicarse? ¿Echa de menos la valoración de los clásicos?
--Totalmente. Es uno de los problemas que tenemos. Antes era un valor hacer un Shakespeare, sabías que funcionaría, han funcionado en Barcelona desde hace 30 años, pero porque la gente estaba acostumbrada. Ahora, como ves uno de vez en cuando ya no hay esa costumbre, por tanto, si no hay esa costumbre no existe esta aproximación y si no hay esta aproximación significa que hay una falta, una carencia. A mí me gustaría que mi hija pudiera tener acceso al teatro y que para ella fuera normal escuchar ciertas cosas, desde lo formal hasta desplegar personajes o escuchar belleza. Lo otro está de puta madre, pero los clásicos suman, no restan.
--Usted en todo caso revisa esos clásicos. Ha optado por una nueva traducción del texto hecha por Cristina Genebat para sacar ciertos aspectos que consideraba machistas. ¿Siempre hay que hacerlo? ¿Es necesario?
--Sobre todo es muy importante hacerlo en aspectos de género y del rol de la mujer. Son textos escritos por hombres, entonces la mujer estaba en un sitio y se la escribía vista por un señor. Hay que vigilar con muchos equilibrios que haces. Por ejemplo, aquí la pareja de Jordi y Emma es una pareja clásica donde el tío tiene un paso por delante de la mujer, pero en la primera escena si el personaje de Emma pelaba judías, aquí sale a arreglar su jardín, porque a ojos del espectador la hace más cercana. En nuestra obra hay revisiones de esas cosas que son muy pequeñas y costumbristas, que responden a un imaginario machista y en realidad tampoco aportan nada. Así nos ayudan a acercarlas.