Los actores Quim Ávila y Jordi Martínez en 'L'amic retrobat'

Los actores Quim Ávila y Jordi Martínez en 'L'amic retrobat' DAVID RUANO Focus

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Quim Ávila: "Cada vez nos vemos más obligados a abandonar la infancia, la inocencia, mucho más temprano"

El actor catalán, nominado a los premios Butaca, regresa a los escenarios con la obra 'L'amic retrobat'

25 octubre, 2023 00:14

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Quim Ávila lleva una racha excelente de teatro. Nominado a los premios Butaca por Tots eren fills meus, regresa a la escena de Barcelona con L’amic retrobat, una obra que habla de la infancia rota de dos niños por cuestiones ideológicas, por la situación política de un país.

La obra de Fred Uhlman, con la dramaturgia adaptada por Josep Maria Miró, es dura, va directa al corazón y al estómago del espectador. Resuena además en la situación política actual de la propia Cataluña y España, como detalla el actor.

Una mitad

El intérprete no tiene un papel fácil. Hace de un personaje en su edad joven, en la versión adulta es Jordi Martínez. Ávila lo define como un recuerdo de aquello que fue. Claro que los recuerdos, en ocasiones, traicionan. Como lo hacen también las personas en algunas circunstancias.

Crónica Directo charla con el actor que, hasta el 12 de noviembre, representa la obra en el Teatre Goya. Luego ya llegarán otros proyectos audiovisuales y teatrales como Jauría, de Jordi Casanovas, que tan bien funcionó en Madrid. Pero ahora, es tiempo del reencuentro.

¿Cómo es hacer un personaje a medias? Porque a Hans lo hacen dos actores y usted interpreta al joven, ¿no es así?
Exactamente. El personaje que hago yo, en realidad, es un recorrido que él proyecta en su cabeza a partir de una experiencia que mejor no desvelar. Yo al fin y al cabo soy como todos esos recuerdos de nosotros mismos que nos aparecen en el tiempo a explicar una cosa y, a la vez, deforman una realidad. Yo funciono a modo de recordatorio y, a la vez, de manipulación sobre la propia memoria. Por su parte, el Hans adulto es la voz de la experiencia, pero también la voz de la pérdida de la inocencia. Porque el joven es el que se encarga de aportar luz en la vida y a las experiencias que pasan, mientras el adulto, como ya las viene con distancia y sabe exactamente cómo serán contextualizadas en un futuro, las ve algo más amargamente. Pese a todo, que aparezca el Han joven en su cabeza viene a plantearle que igual estaba más en lo correcto de joven, pero por miedos uno se ha enrarecido.
Veo que no se atreve a explicar la trama con detalle. ¿Se puede hablar de ella sin hacer spoilers?
La obra, para mí, vendría a hablar de todo lo que te ves obligado a dejar atrás niño que eras cuando eres adulto. Tal vez por miedos y por experiencias previas que te fueron golpeando y que hicieron que toda esa esperanza e ilusión que tenías sobre nuestra sociedad se vaya ennegreciendo. Algo que te hace colapsar a veces con tu pasado y tener que encerrarlo en una caja.
Segundo espectáculo en el que participa en el último año que habla de esa pérdida de la inocencia de la infancia y que reivindica las ilusiones de la juventud. Primero fue ‘Uppgivenhet’ y ahora ‘L’amic retrobat’. ¿Cree que hay una especie de echar de menos ese pasado, ese momento vital en que todo era posible?
Creo que es verdad que, a nivel social, como sociedad nos dirigimos hacia un lugar donde la inocencia ocupa un espacio de tiempo muy reducido en la infancia. Es verdad que, en la niñez, al tener esa inocencia y a veces más inexperto, tienes más margen de error. Pero ahora todo el mundo parece que ha de madurar muy rápido. Las redes nos obligan a madurar antes, a querer ser más mayores antes. Cada vez nos vemos obligados a abandonar la infancia, la inocencia, la prueba, el juego, mucho más temprano. Por eso creo que se está investigando tanto a nivel dramatúrgico, porque como sociedad nos estamos yendo hacia un lugar algo perverso. Este abandono de la inocencia, de la infancia y de todo es, en cualquier caso, externo, no diría que fuera real en el fondo. La carcasa es la de que hemos madurado y hablábamos de sexo o droga, sí, de rock and roll. Mientras la generación de mis padres, ellos sí debían madurar mucho más temprano, pero por una cuestión económica. No sé, creo que el proceso de un niño era algo diferente, no había tanta exposición a esa parte perversa del adulto.
Jordi Martínez, Max Grosse Majench y Quim Ávila

Jordi Martínez, Max Grosse Majench y Quim Ávila DAVID RUANO Focus

La obra habla de una generación, precisamente, que se vio obligada a madurar por un factor externo. Una ideología se impuso y contaminó una relación. ¿Se podría comparar con el día de hoy?
Por supuesto. Aquí en Cataluña ha habido procesos en que las familias, también amigos, se ponían en contra los unos de los otros por su diversidad de opiniones sobre la independencia de Cataluña y el derecho a votar. Y esto se da constantemente. Hoy en día estamos en una sociedad en la que el debate parece estar abierto a todo el mundo. Evidentemente, todo el mundo tiene derecho a hablar de ello y todo vale. Pero hay ideologías que incitan al odio que se están permitiendo y genera debate en núcleos muy cercanos. Porque aquello que para muchos son cosas de “cuatro mataos”, para otros se pone en riesgo su propia existencia. Esto es precisamente lo que le pasó a los dos chicos de la obra.
¿Cómo se protege una amistad y un niño de esas ideologías?
Es evidente que es responsabilidad de la sociedad que no de los niños de estar protegidos. Es obvio que ahora tienen muchos recursos y no nacieron ayer, pero hay ciertos discursos de odio que no deberían formar parte del paradigma de un niño. Los discursos del odio salen cuando aparecen la posesión, la envidia y la comparación. Eso aparece durante la infancia, pero en un entorno cercano. Pero, si como sociedad no protegemos a estos niños de ciertas experiencias, ideologías y discursos en el odio demasiado extendidos, podemos acabar teniendo un mundo no que quisiera vivir en él.
¿Y el teatro puede ayudar no sólo a proteger a los niños sino a la sociedad de protegernos de este tipo de discursos?
La cultura, en general, sirve de campo de pruebas. Todos hemos leído todo tipo de libros o visto películas o series sobre los procesos históricos como el de la obra. Pero en el teatro, al ofrecer una experiencia vivencial, ves cómo afecta esto en la piel de una persona, de un intérprete. Y, a su vez, el intérprete intenta traducirlo de una manera literal y emocional. Eso pone en jaque el propio discurso sin verse expuesto, porque está en la oscuridad de una sala. El teatro da el anonimato que puedas experimentar o dudar de ti mismo y experimentar otras ideologías, o contrastar las propias, o incluso echar de menos seres queridos. Para mí, el teatro es un campo de pruebas, un lugar donde experimentar cosas. Y tal vez, con eso, poco a poco podemos cambiar cosas, pero tampoco creo que cambiaremos el mundo de hoy por mañana.
Quim Ávila y Max Grosse Majench

Quim Ávila y Max Grosse Majench DAVID RUANO Focus

Y ya que habla de experimentar, usted mismo, en los últimos años también se ha puesto entre bambalinas, tras el escenario, como ayudante de dirección. ¿Quiere tirar por la dramaturgia o la dirección de escena?
Algún día, supongo. No lo quiero descartar. Por ahora, estoy en un proceso de adquirir herramientas y ver cómo me quiero relacionar yo con el mundo de la dirección, la dramaturgia o la creación y las personas con las que trabajo. Es cierto que me gustaría probarlo y, en algún momento, hemos pensando con compañeros en hacer algo. También porque creo que muchas veces los actores, y más los de mi generación, nos hemos acostumbrado a que alguien te llame. ¿Pero quién debería ser? Creo que se ha perdido un poco la esencia de esta profesión, que debe ser de profesionales, pero si uno tiene herramientas, o por lo menos quiere tenerlas, y tiene un discurso o quiere tenerlo o cuestionarlo, siempre es necesario poder generar material. A día de hoy, yo como actor creo que algún día me interesará generar material, porque no quiero esperar toda mi vida a que me llamen de la plataforma que sea o del teatro grande que sea, sino poder seguir creando.
Por el momento, no le ha ido mal, está nominado a los premios Butaca con la obra con más opciones a premio, ‘Tots eren fills meus’.
Sinceramente, fue una sorpresa muy positiva para todos. Sabíamos que desde el primer día del estreno fue bien de números. Es cierto que eso suele ser indicador de calidad, pero no siempre la asegura ni es indicador de ello. En cualquier caso, generó un consenso entre todos, gente positiva y más destroyer. Pero vimos que gustó mucho, sobre todo con estas nominaciones que salen del público. Ahora, las cartas están echadas. La suerte o las herramientas de cada uno dirán. En cualquier caso, con las cuatro personas que yo comparto nominación son actores a los que conozco personalmente. Todos serían merecedores del premio.
Esa obra, además, atrajo a mucha gente. ¿Son buenos tiempos para el teatro?
Creo que hay un cambio bastante importante. Sobre todo, en la última temporada, temporada y media. Los teatros tienen los datos, pero me da la sensación que se ha revertido la situación de auxilio en la que llegamos a estar. Cada vez veo más salas llenas, mucha más gente joven. Y la renovación del público es importante y hay cada vez más propuestas.