Laura Ferrés huye de la etiqueta de cine social y de lo dogmático. Eso no quita que sus películas retraten la sociedad actual, pero, en cualquier caso, sin un discurso aleccionador. Son sólo imágenes de un instante. Unas imágenes que vuelven. Como el pasado.
Como el eterno retorno de los griegos, las protagonistas de la segunda película de la cineasta catalana son dos mujeres muy dispares, pero con una historia común. Pertenecen a un mismo lugar, a un mismo estrato social. Han querido salir de ahí y lo han hecho cada una a su manera. Pero el pasado vuelve. Un pasado marcado por la guerra, sí, pero sobre todo por las desapariciones.
Vida y cine
La directora tiene claro que La imagen permanente que da nombre a su película es la de la vida, pero también la del cine, que fija en un fotograma aquello que capta la cámara y esa imagen queda impregnada en la retina del espectador, como una vivencia queda fijada en nuestro cerebro y la devuelve en el momento menos pensado. Y allí se planta de nuevo la vida. Aquella que Ferrés ha querido captar.
Ferrés no da lecciones. Se inspira en su pasado familiar y el de sus protagonistas, dos actrices no profesionales, para hablar de esa clase social que tantas veces se trata con condescendencia, y dialogar de tú a tú con todo ello. Y así el espectador pueda enfrentarse a esa imagen que le devuelve la pantalla, la de la historia de un pasado que vuelve. ¿Fatídico? No hay respuesta. En todo caso, vuelve.
Locarno
Tras Los desheredados, Laura Ferrés ha sido seleccionada por el festival de Locarno, uno de los certámenes de cine independiente más importantes del mundo, con esta imagen permanente, con este retrato, con este legado. Es la única cinta española que opta al prestigioso Leopardo de Oro.
Crónica Directo habló con la realizadora antes de partir hacia la ciudad suiza sobre su segundo largometraje, su proceso creativo y el poder de la imagen… de la vida.
- ¿Qué supone ir a Locarno con esta segunda producción? ¿Cómo lo siente?
- Perfectamente (ríe). Porque realmente la peli se estrena en un festival que me gusta mucho. Hay muchas películas que me han influenciado que se han estrenado en Locarno, así que, para mí, es una gran alegría que hayan tenido en cuenta una peli que he hecho yo.
- Además, con algo que nace, una vez más, de una historia familiar. ¿No es así?
- Yo venía de hacer Los desheredados, que es un retrato de mi padre y los suyos mientras se cierra el negocio familiar, una empresa de autocares. Y cuando empecé a pensar el siguiente proyecto, confluyeron dos cosas. Por un lado, me venía de hablar más bien de mi familia materna, pero al mismo tiempo quería demostrarme a mí misma que era capaz de escribir un guion de ficción, porque Los desheredados es un híbrido entre ficción y documental, con guion mínimo. Así que digamos que nace de ese reto. De este modo empecé a partir de cosas que sí estaban cerca de mí, pero poco a poco me fui distanciando y es realmente una película de ficción.
- ¿Y por qué decidió entonces que la interpretaran actores no profesionales?
- En la película hay un personaje que es directora de casting, que debe encontrar a personas para que salgan en una campaña política. Tienen que ser personas que no hayan salido en otros anuncios. Por tanto, me parecía lógico que las personas que salen en la película también fueran caras desconocidas. Es muy gratificante porque hay un puñado de rostros y de acentos lingüísticos que, de otra forma, no podría haber retratado.
- ¿Qué tiene eso de importante para usted? ¿Es una manera de retrato paisajístico social?
- Sí, supongo que hay una cuestión algo antropológica de retratar distintas formas de hablar. Además, si estás haciendo una película en El Prat de Llobregat, inevitablemente habrá una mezcla, porque ya se habla catalán y castellano, y también con entonación particular. Entonces, me apetecía ser un poco fiel a esta realidad y normalizarla.
- Y luego está el trabajo formal. Esta 'imagen permanente' está compuesta de historietas, viñetas que suceden.
- Sí, porque en cierto modo la película trata sobre el título. La imagen permanente tiene que ver con estos recuerdos que están grabados en nosotros, o todo lo contrario, que hemos olvidado, pero de repente vuelven a nosotros. Como esa idea del eterno retorno y de cómo ciertas cosas parecen estar destinadas a repetirse. Para retratar esta idea a nivel visual, me era muy interesante que casi todas las escenas funcionaran como viñetas. Y, claro, al retratar las escenas como viñetas, inevitablemente hay cierta estructura elíptica, episódica, y todo esto para hablar de uno de los temas de la película, que es el tiempo.
- De hecho, el paso del tiempo afecta mucho a los personajes y cómo puede o no condenarlos.
- Supongo que esa idea del eterno retorno tiene algo bastante fatalista. Y aquí entran mis referencias cinematográficas, que son muy diversas y que a priori parece que nunca podrías combinarlas. Pero me gusta generar un caos ordenado a base de referencias muy dispares. Con mi madre vi muchas películas clásicas, pero con mi padre un cine mucho más comercial y con mis abuelas veía telenovelas, más el que descubrí yo por mi cuenta. El melodrama me permitía combinar todo esto. Tiene ese punto fatalista, ese deseo prohibido.
- En cualquier caso, ese tiempo fatalista en su película condena a las mujeres. ¿El tiempo las condena más a ellas o con su legado?
- Claramente, la película se articula a partir de hechos pasados que vuelven a producirse en el presente. Pero, en realidad, existe más una motivación de hacer un viaje existencial que una denuncia. De allí que el pasado se reproduzca en el presente en la película, no sólo a nivel narrativo, a nivel de puesta en escena rescatamos sonidos del inicio, del pasado y los rescatamos en el presente hasta el punto de que están totalmente desincronizados. Evidentemente, los personajes parten de la posguerra y la situación ha cambiado y pesa.
- Una posguerra muy marcada por las desapariciones. ¿Qué papel juegan esas desapariciones en la película y qué papel juega el cine a la hora de contarlas?
- El personaje principal desaparece porque se encuentra en esta dicotomía entre el deber y el querer, y su opción es desaparecer. Esto me permitía, al mismo tiempo, hablar de los desaparecidos de la posguerra. Aunque no es el tema principal de la película. Hacer una película, para mí, parte de muchas motivaciones, desde contar una historia y escribir unos personajes, a también retratar un contexto.
- Un contexto muy político y social, en su caso. Es un retrato de El Prat, de una época y de una clase social que está desaparecida en el cine fuera de la denuncia. ¿Siente una necesidad de contar ese contexto?
- Esto era importante. Aunque cada vez hay otro tipo de personas que están accediendo a hacer películas, el cine no deja de ser un medio donde predomina la gente de clase acomodada haciendo películas. Entonces, muchas películas tratan de esta clase social porque está hecha por esta clase social o, peor aún, a veces retratan a clases trabajadoras, pero con mucha condescendencia. Supongo que en La imagen permanente intenté que no estuviera por encima de estas personas, porque, básicamente, las personas que se encuentran en la película yo no las conocía. Sin embargo, representan a un tipo de personas que yo sí conozco. Yo me he movido por esos ambientes y he intentado que sea un retrato más horizontal.
- Habla de condescendencia, de intenciones a la hora de retratar esa clase social. ¿Qué papel juega el cine ahí?
- A mí no me gusta decir qué deben hacer el resto. Yo intento que sea un retrato horizontal y no caer en estereotipos. El componente de la clase social claramente es muy importante en la película, habla sobre el mundo del trabajo y qué hace el trabajo en nosotros, pero evitando que sea una película de tesis o de denuncia. Es cierto que el cine tiene esa función de conservar lo que sea que se ha filmado, pero en cualquier caso esta es sólo mi visión.