Ramon Madaula (Sabadell, 1962) cada vez es más dramaturgo. Se siente cómodo ahí, tiene ideas y además piensa el teatro de manera distinta a como lo hace la gran mayoría. Él apuesta por la nueva autoría y menos por el repertorio clásico, lo ve como un lucimiento. Su última obra, Buffalo Bill a Barcelona, es mucho más que un documento histórico o una comedia, es una obra de reflexión sobre los mitos originarios.
El teatro también tiene muchos, y él no es partidario de glorificar nada. Lo pone en evidencia en la obra, donde cuestiona el papel del mítico cowboy americano a través de datos 95% reales. El resto es adorno.
Buffalo Bill
Lo cierto es que Buffalo Bill era un cazador y pastor de ganado que un día decidió hacer espectáculo de la conquista de Estados Unidos. Triunfó. Prueba de ello es que el wéstern fue un tremendo éxito en taquilla y todavía se recurre al género. Creó unos iconos, una leyenda. ¿Correcta? ¿Racista? ¿Basada en el exterminio? Ahí está el debate.
Para plantearlo y que el espectador se pregunte qué tienen de bueno y malo estas leyendas, y qué hay detrás de esta figura, Madaula quiso contar con una periodista que, desde la actualidad, le plantara cara y se enfrentara con él. La tiene, es Raquel Sans, quien se apuntó a la aventura al ver que el montaje no solo es cercano al periodismo, sino que hace ver cosas al espectador, incluso a ella misma. Así cuentan a Crónica Directo cómo es esta aventura que se puede ver en el off del Teatro Goya de Barcelona.
--¿Cómo llegó a la historia del paso de Buffalo Bill por Barcelona y en qué momento pensó en hacer algo con ella?
--Ramon Madaula (RM): En mi generación estamos marcados e influenciados por el wéstern, es el género que veíamos de pequeños. Nos apasionaba, todos queríamos ser cowboys, queríamos matar indios e ir con revólveres, ser hombres viriles y rudos. Buffalo era el epítome, el que empezó este modelo, ese prototipo masculino, es el que se inventó el género a partir del gran show que hizo con los supervivientes. Él era un cazador de búfalos que había matado a muchos indios. Cuando ya no quedaban ni búfalos ni indios, montó un gran show que fue el inicio de la génesis del wéstern. Lo hizo con supervivientes, no con actores. Con indios y cowboys montó un show donde se mataban unos a otros. Eso tuvo gran éxito en Estados Unidos y vino a Europa. Toda esta nostalgia infantil del wéstern del mito del cowboy como referente masculino, revisada hoy, no se aguanta por ninguna parte. Y pensé: "Es el momento de revolver ahí". Me encontré con el libro Aquell hivern, de Jordi Marill, y pensé en una mujer periodista que algo desmontara ese mito del cowboy. Si hacemos una periodista real que le hace una entrevista póstuma a este señor, pues podemos allí crear unas tensiones dramáticas entre los dos. Y Josep Domènech, el productor, y yo pensamos que Raquel Sans sería ideal. La llamamos y recibimos un no.
--¿O sea que usted dijo que no?
--Raquel Sans (RS): No, no, yo dije que sí desde el minuto cero. Porque lo último que te esperas es que te llame Madaula para hacer una obra de teatro que es una entrevista escenificada. Y al escuchar lo de la entrevista, que se puede acercar a lo periodístico, pues decidí escuchar la propuesta. Y como soy de espíritu curioso, la historia me atrapó. Es Estados Unidos, un país que me fascina con todas sus contradicciones incorporadas, pero es justamente un capítulo de la historia de Estados Unidos que yo conocía poco, porque de los indígenas y de los nativos en Estados Unidos se habla poco. Solo hablamos de ello cuando hacen protestas para evitar que pase un gasoducto o alguna infraestructura potente por sus territorios o cuando hablamos de la violencia racial. Me dejó ver el borrador y vi que no se salía mucho de lo que yo puedo hacer como periodista. Me pareció muy interesante como propuesta, se sale fuera de lo habitual y es un privilegio, porque aparecen pocas oportunidades como esta. Hablé con los jefes de informativos (ríe), me dijeron que mientras no interfiera en mi trabajo, adelante. Y dije, "pues venga". Y así fue. Entonces empezó mi trabajo de investigación, me descubrió una parte de Estados Unidos que desconocía y me ha hecho abrir los ojos sobre algunos aspectos de un país que tiene tantas caras. Y este es uno de los capítulos en que te preguntas cómo puede ser que ocurriera esto. Y a partir de ahí empezamos a trabajar. El proceso creativo ha sido maravilloso.
--¿Añadió más preguntas?
--RM: Sí. Desde el primer momento le dijimos que se hiciera el personaje a su medida. Había un borrador y ella lo fue acotando. Toda la parte periodística se la ha hecho ella y la parte más de ficción, de escenas dramáticas, es cosa mía.
--RS: Yo tuve el gran privilegio de trabajar el texto con el autor, que es algo que no siempre se da. Todo ese proceso fue apasionante, porque él está súper documentado sobre la historia, no solo de aquella época, sino también de Cataluña. Eso era interesante a la hora de contrastar con la realidad catalana, como hace la obra. Fueron unas semanas que recuerdo muy entrañables y muy interesantes intelectualmente también. Me ayudaron mucho con toda la parte de interpretación, pero que va muy ligada a mí de alguna forma. Y a medida que hemos ido haciendo obras también me he dado cuenta de cómo esto no deja de ser una extensión de mi trabajo.
--Y tratando temas muy actuales, como el cuestionamiento de la masculinidad.
--RM: Más que la masculinidad, el mito del cowboy que nos ha influenciado tanto en todo el siglo XX, en todo Occidente. Y, total, este señor era un pastor de vacas y que mataba indios. No tenían ningún mérito. Pero esto los americanos, como se estaban creando como nación, supieron hacer un arte del wéstern y mitificarlo, crear el imaginario de una nación y de la conquista de unos territorios que todos nos tragamos. Y lo hicimos además fascinados y aplaudiéndolo, con una moral detrás que ha llegado hasta nuestros días. Ella desmonta este mito y Buffalo Bill se defiende. Él era un colono blanco, hijo de padres irlandeses que tuvieron que emigrar porque allí lo pasaban mal, era como las pateras. Buffalo Bill le recuerda que ellos huyeron de la miseria en Irlanda, porque se morían de hambre. Y luego defiende que necesitaban conquistar. Pero los americanos supieron hacer de algo muy inhóspito, muy sórdido, como también hicieron con los gánsteres, unos referentes de espectáculo, de cultura de masas. Y eso tiene un mérito, porque eran unos pastores de vacas ¡y nos fascinaban! Supieron hacerlo en una épica y un relato. Esto es lo que nos ha faltado a nosotros un poco.
--¿Por qué cree que nos pasa esto?
--RM: Yo creo que el pueblo catalán y español es todo lo contrario. Son todo lo contrario, nos gusta mucho desmitificar. Las naciones están fundadas aparte de los grandes poderes de colonización. Aquí también fuimos un imperio, tanto Castilla como Cataluña, pero no hemos sabido sacar un provecho, un imaginario, crear mitos, una épica, un relato. No hemos sabido hacerlo.
--Claro, pero esos imaginarios tienen riesgos, ¿porque con qué valores?
--RM: Eso es lo que en la obra se cuestiona, si vale la pena ser imperialista y tener delirios de grandeza o no, si está bien vivir con ese dilema de si lo somos o no lo somos.
--RS: Es que lo interesante de esta obra, de esta entrevista es que te plantea este relato crítico sobre lo que fue la colonización, que es un capítulo muy desconocido. Lo hace con mucha ironía y humor, y a la vez hay muchas claves porque presenta las dos visiones y las confronta. Yo intento desenmascararlo y él intenta llevarme a su terreno. En una entrevista ocurre esto. Y aquí pasamos por diferentes estados emocionales y te permite descubrir esta historia desde un punto de vista crítico. No te posicionas en un bando, porque no se puede juzgar la historia con ojos de ahora, pero te sitúa la historia de un país que todos conocemos. Abres los ojos sobre ese país y sobre Cataluña y además ríes, a pesar de que sea un tema tan serio.
--Raquel hablaba del humor de la obra. Todas las obras que ha escrito hasta ahora, Ramon, tienen ese toque de humor crítico, que no ideológico.
--RM: Esta es la intención, no sé si lo hemos conseguido. En todo caso, yo no soy nadie para sacar conclusiones o decir a la gente lo que debe pensar. Creo que no tenemos capacidades para hacerlo. Lo que hacemos es confrontar dos realidades, dos países, dos naciones, un hombre y una mujer. Cuando escribo me gusta la ironía y que la gente se lo pase bien y, cuando se ríen, pellizcar un poco. El pellizco, no llegar a conclusiones. A mí además es lo que me gusta como espectador.
--RS: A mí me recordaba a las entrevistas que hacía a gente de calle en Estados Unidos, cuando cada uno te daba su punto de vista, porque al bajar a la calle ves cómo las grandes políticas afectan en el día a día. Yo aquí estoy explicando una historia sobre Estados Unidos, un episodio corresponsal, y lo he ido asimilando. Es un recurso más que tengo, muy diferente, pero muy cercano al periodismo. Porque es una entrevista que yo podría estar haciendo a Buffalo Bill. Porque el 95% de lo que explicamos es verídico.
--RM: Todo está basado en hechos reales, algunos episodios están algo fabulados, pero sí.
--Mencionaba que le ha hecho asimilar cosas de otra manera sobre la sociedad estadounidense que tal vez no hizo con el periodismo. ¿Qué es más efectivo para llegar al público: una entrevista o una obra teatral, una ficción?
--RS: Yo creo que son complementarios y es una combinación. A mí no me gusta excluir. Depende de lo que quieras ir a conseguir y los objetivos que te plantees. Esto es una manera de llegar a la historia de Estados Unidos y de confrontarnos con nuestra realidad de una forma distinta, que yo no hubiera hecho nunca, si no no me hubieran llamado ellos. Ahora que tengo la oportunidad de hacerlo, creo que es una muy buena manera, porque combina esa parte de entretenimiento.
--¿Usted también cree que el teatro aporta este granito o no tiene por qué hacerlo?
--RM: Yo echo de menos un teatro que hable más de nosotros. Así como el periodismo se dedica a esto y es su función, considero que en el teatro todavía hay un peso muy fuerte de clásicos, que son historias que me gusta leerlas, pero para verlas ya me quedan muy lejos. Hay muchos dramaturgos que están escribiendo cosas que nos interpelan hoy, pero todavía hay una selección de repertorio algo anacrónico en el teatro en general para mí. Hay gran dramaturgia catalana que escribe cosas que nos interpelan, pero echo de menos más aún. En el teatro debemos contar historias de ahora para la gente de ahora y no ir a lucirse. A veces se hace teatro eligiendo textos solo para que se pueda lucir el director y los actores, para que les den un Max. Y no. ¿Por qué hacemos teatro? Esto mismo nos lo contó un día Peter Brook en el Institut del Teatre, donde vino a hacernos una lección magistral. Somos una herramienta para comunicar lo que está pasando. Es lo que hacían Shakespeare, Ibsen, Chéjov, que tanto hacen ahora… Pero ellos trabajaban para su público. Si ellos lo hicieron, ¿por qué no debemos hacerlo nosotros? Esto lo hacen las series, la música, el periodismo... y en el teatro nos hemos quedado un poco anacrónicos.
--En este caso, ¿también pesan demasiado los mitos, la leyenda de los clásicos?
--RM: Yo creo que sí. Con un clásico el director y el actor se puede lucir y en teatro contemporáneo igual no se nota tanto su trabajo. Aquí nosotros vamos a contar una historia y no vamos a lucirnos. Nos importa una mierda, queremos contar esta historia y vamos a servirla. El fin no somos nosotros, ni que nos miren. Somos herramientas, transmisores de una historia. A mí, ir a ver grandes interpretaciones o grandes textos me cansa. Quiero historias que me lleguen.
--Por último, ¿han llegado a la conclusión de por qué Buffalo Bill no triunfó en Barcelona?
--RM: Fueron varias razones. Estuvo cuatro semanas en un invierno que hubo una gripe, hacía mucho frío, cerraron los teatros dos o tres días. Enganchó una mala racha. Pero había otros teatros que llenaban más que él esos días. Él mismo reconoce que en Barcelona no le fue bien. Los motivos, y eso ya es cosecha propia, es que choca a los catalanes, porque a los catalanes todo alarde, la pompa militar, los símbolos nacionales, nos dan un poco de angustia, de rechazo. No porque no los tengamos, porque tenemos un gran orgullo patriótico y somos muy mil homes cuando es necesario, pero nos da vergüenza. Y entonces un señor que venía aquí con la bandera estadounidense, con el himno americano, montando un caballo, con fanfarronería, sin vergüenza... nos daba un poco de rabia. Porque aquí somos de un carácter más beato, sobre todo el hombre catalán. No quiere decir que no sea orgulloso, ni arrogante, ni mucho menos, pero se lo reprime más. Esta es mi teoría y bueno, algunos libros recogen que el público catalán es un público más arisco, más frío. La ostentación aquí no nos gusta, los ricos catalanes no ostentan. Somos muy hacia dentro en casa.
--¿Cree que nos hace falta un punto intermedio entre esa falta de ostentación y el alarde de Buffalo Bill?
--RS: Subir un poco nuestra autoestima (ríe). Ya desde pequeños se inculca.
--RM: Se crea también con la ficción y la literatura. También porque hemos sido un país donde el castellano ha arrasado con el catalán, pero hemos de explicar los héroes nacionales, se habló mucho de 1714, pero ha habido muchos otros momentos. Aquello fue una derrota y ha habido otros momentos con mayor heroicidad que no se explican, quizás. Es una cuestión de quererse al país, pero no decir que somos muy catalanes, sino de conocer la historia, saber qué pasó, qué literatos y artistas hemos tenido, quererlos, crear ficción sobre nosotros. Es todo un conjunto de cosas.