Marc Vilavella: "No sé si hay tanto público para asumir un movimiento de musical de gran formato"
El director de teatro lamenta que las instituciones públicas aun tengan prejuicios acerca del género
28 febrero, 2022 00:00Marc Vilavella (Barcelona, 1959) lleva mucho tiempo en el mundo del teatro y, en concreto, del teatro musical donde ha estado sobre las tablas y detrás del escenario para crear sus propias obras. Ahora regresa con un proyecto de gran envergadura, La filla del mar, la obra de Àngel Guimerà transformada en musical.
No ha sido una tarea fácil, pese a conocer la obra y trabajarla en las clases que imparte. Hubo en estudio con su compañía, La Barni Teatre, y él, Marc Sambola y Gracia Fernández apostaron por este encargo. Allí se inició “un proceso muy normal en un musical de Broadway”, pero menos visto en estos lares.
Responsabilidad con Guimerà
Por un lado, montaron un workshop en un taller gratuito que hicieron. “La filla del mar es un espectáculo catalán y eso implica cierta responsabilidad, por lo que necesitábamos tiempo de investigación, enfrentarnos a la parte del material que estaba obsoleto, que debíamos revisar, qué partes eran más sensibles de ser musicalizadas…”, detalla. Luego, invitaron a Jaume Vinyes para hacerse cargo de la dramaturgia “para ya tomar decisiones hacia dónde irían las canciones junto a Marc Sambola”. Y luego vino el laboratorio final con el reparto deseado, un trabajo muy intenso de 15 días en el que se sumergían y descubrían qué pasaba con esta dramaturgia que empezaban a construir y qué decisiones tomar respecto a la puesta en escena.
Lejos de enviar el típico dosier de prensa a las productoras de teatro, hicieron una pequeña presentación a los agentes de teatro y funcionó. “Presentar un dosier siempre es más difícil y si la presentas, creemos que puedes seducir un poco más”, explica Vilavella. Y así fue, Focus se unió al proyecto, lo presentaron en el festival Grec del pasado año y hasta ahora lo han hecho girar por varias localidades catalanas hasta radicar en el Teatre Condal de Barcelona donde se representa hasta el 10 de abril. No ha sido fácil, pero ha merecido la pena. En una conversación con Crónica Directo, detalla cómo ha sido este viaje inmersivo en el mundo de Guimerà y su amor por el musical.
--Pregunta: Explica que ha habido hasta dos talleres para abordar la obra, más el trabajo de dramaturgia de Vives y un gran estudio del texto original. Si bien el musical ayuda a pasar mejor la obra no deja de ser un texto de 1899, ¿qué le dice la obra al público de hoy?
--Respuesta: El tema en sí es el de la diferencia y cómo nos relacionamos con el que es diferente y tiene costumbres e intereses distintos de una sociedad determinada. En la obra original, recae sobre el racismo, pero la podemos ampliar a muchas otras áreas. En la escuela mismo siempre hay un momento en que uno se siente el diferente, ya sea por estrato social, orientación sexual, por peso… Hay una gran identificación posible porque Guimerà lo trata de una manera muy universal. Nosotros en la obra no hablamos específicamente de racismo, Ágata representa la diferencia, viene de otro lugar y además se comporta de manera muy distinta: tiene algo mucho más animal, menos condicionado por lo social, es más pura y eso supone una amenaza para ciudades más estructuradas. Es, pues, una obra de hoy y de cualquiera de los tiempos. La fuerza de los clásicos tiene esto. Hay algo de moda del momento y otra parte que va más allá. Y hemos puesto esa esencia y universalidad en escena.
--¿Pero el espectador se va a encontrar el texto íntegro, algo completamente distinto a Guimerà o algo renovado que conserva el espíritu?
--Algo renovado que conserva el espíritu. No la hemos situado en 2022 ni en 1900, sino en un no-tiempo y no-lugar. Lo que sí hemos actualizado es el lenguaje porque al ser una obra muy popular usaba las expresiones populares de la época y las hemos adecuado para que el espectador actual sienta que le interpela con su propio idioma.
--Y todo ello desde el musical, un género que en Barcelona parece que ya no cala mucho aunque hay un intento de revitalizarlo. ¿Cómo ve el panorama actual en este sentido?
--Desde hace años Barcelona ha tenido mucha actividad de musical off, de musical más pequeño. Tal vez no hemos tenido una industria musical de gran formato que da mucho trabajo, pero sí ha sido un gran vivero creativo. Ahora, parece que el concepto más industrial y de gran formato de musical, que también conviene que exista porque alimenta al otro, está allí y eso supone que hay inversión, ganas, movimiento. A medida que esto se desarrolle y haya competencia, además, la calidad tendrá que subir. Eso pasa en Londres o Broadway, por ejemplo, tiene mucha tradición. Nosotros estamos lejos de ellos, pero el mero hecho de que haya esta inversión y esa voluntad es ejemplo de que hay gente que puede hacerlo y un público al que le interesa.
--¿Pero el hecho de que esté en 'off' es más por falta de apuesta, porque no hay presupuesto para ello o que el público no ha captado esa esencia?
--No creo que no podamos hacerlo. Dagoll Dagom ha sido una compañía que abrió el formato en Cataluña. No sé si tenemos tanto público para asumir un gran movimiento del musical de gran formato. Se está haciendo una apuesta muy fuerte ahora y se tendrá que ver y valorar si esta gran inversión tiene sentido que continúe. No sé si somos una ciudad con el mismo carácter que Madrid, aquí hay mucha playa y muy buen clima y no sé si la gente viene a Barcelona para encerrarse en un teatro. Generar una ciudad de cultura teatral como pasa en Londres o Nueva York… España y olé es otra cosa y lo entiendo. Comprendo que la gente que viene de los países nórdicos, por poner un ejemplo, prefieran tomarse algo en una terraza y no a encerrarse en un teatro. Madrid ha podido reenfocarlo y la prueba es El rey león. No sé si se hiciera aquí si duraría casi una década como pasa allí.
--¿O sea cree que es algo de falta de público?
--No lo sé, quizá la hay. También me he encontrado con que, a la hora de encajar un proyecto en espacios públicos, si es que llegamos a reunirnos, hay cierto prejuicio hacia el musical. Hay una idea de que el musical es epidérmico a nivel de discurso, si no es creación 100% puede rebajar la calidad del material en el que se inspira… Existe ese prejuicio. Sus motivos tendrán, porque nos han llegado ciertas cosas que… Pero hace falta echar un vistazo. Si Glenn Close o Meryl Streep, que son grandes actrices de texto, se lanzan al musical, será por algo. Y otros grandes ejemplos demuestran que se pueden hacer musicales de alta calidad. Hay mucha cantidad de alumnado ahora que hace teatro musical, si hay más escuelas, el nivel de calidad subirá y empezamos a tener a gente muy preparada y generar nuevos referentes que pueden activarles el interés.
--Y con la escasez de voces en el 'mainstream' de la escena catalana, ¿cuáles fueron sus referentes?
--En 5º de EGB me obsesioné con La década prodigiosa, que hacía medley, y me acercaron a eso de querer cantar, pero el castañazo fue ver el primer Mar i Cel, en primera fila del gallinero en las faldas de mi abuela. Quise que me compraran el disco y no paraba de cantarlo. Eso encendió la vocación, mi madre con 13 años me apuntó a hacer teatro, con 16 ya dirigí un poco, luego entré en el Institut del Teatre y allí empezó la rueda. También hice clases de canto con Daniel Anglès y Susana Domènech. Y ya congenié trabajo de texto y musical. Y, luego, tuve la suerte de formar parte del último Mar i Cel y cerré el círculo, fue muy bonito.
--¿Aún le interesa subirse a los escenarios?
--He ido tendiendo hacia la dirección. Cada vez me apetece menos salir al escenario, no porque no me guste, sino porque me apetece tanto imaginar, dirigir y conducir los procesos de creación y ayudar el trabajo del intérprete que lo otro me da un poco más de pereza. Aunque tampoco lo descarto. Pero me he vuelto más tiquismiquis, lo dirigiría todo y no actuaría en todos lados. ¡No, no, no! (ríe). Eso sí, con el Covid, estamos preparados para suplir bajas y en algunos de los papeles yo estoy de reemplazo. Me ha ido bastante bien en los trabajos de dirección y ha ido por allí, la cosa. Soy muy feliz.
--¿Siente además que ha creado también un sello? Hay cierto nexo con sus obras, por ejemplo, el problema de la identidad. ¿Cree que es su tema?
--Podría ser. Es eso tan difícil de que uno vea cuáles son sus intereses y es quizás más fácil verlo desde fuera. Es verdad que en Ojos verdes ya había algo de reconocimiento, de la aceptación de la propia condición sexual de Miguel de Molina; en El projecte dels Bojos, también eran personajes que tenían problemas de encaje en la sociedad de la que estaban apartadas. Sí debe haber algo que me atrae de esos personajes en riesgo de exclusión… Igual sí es verdad.
--¿Es porque no se reivindican o tratan suficiente estos problemas y se debe reivindicar o que incluso en la sociedad todavía existen estos problemas y los refleja?
--Siempre es necesario. Porque todo el mundo es capaz de sentirse un bicho raro en según qué ámbito (ríe). La lucha en sí es más bien contra el prejuicio.
--¿Los ve muy presentes?
--Constantemente. Se va transformando, cambiando, pero ¡sí, y tanto! El prejuicio como concepto. El prejuicio anula la escucha, el interés, la comunicación, la empatía. Si hemos de tratarnos los unos con los otros y hemos de tirar hacia adelante la sociedad, el mundo, a la hora de opinar intentemos escuchar a la persona, la idea… Probablemente es inevitable el prejuicio como protector de ciertos miedos para sobrevivir, pero cuando esto se desboca duele y hay gente que sufre. El prejuicio alimenta el conflicto y anula la empatía y estamos llenos de conflictos. Si ahora vemos la polarización política que hay, vemos discursos que… Y es cíclico, hubo un tiempo que era la orientación sexual, las mujeres, ahora las personas trans, el movimiento migratorio. Para avanzar no hay otro camino que sea la escucha y la empatía.
--¿Y tanto prejuicio hay contra el musical, todavía se ve como un mero entretenimiento?
--Hay muchos ejemplos que lo pueden demostrar y si no lo creen así que se acerquen al teatro a ver La filla del mar (ríe). Lo digo riendo porque a nivel formal, de forma voluntaria, no hemos dejado ningún espacio para aplaudir, no es este tipo de relación entre el escenario y el espectador, no queremos que venere al intérprete, lo queremos en todo momento dentro de la historia, que es un drama y le hemos cargado las tintas de tragedia.
Y es cierto que tenemos asociada la música a un entretenimiento muy inmediato y la música es facilitadora de muchas cosas. Y parece que si algo no es muy intelectual o difícil de comprender no debe tener prestigio. Por un lado, es un prejuicio. Por otro, la música, al entrar desde un lugar más abstracto, por la piel y no desde la intelectualidad, potencia la conmoción y que el mensaje lleve a lugares inconscientes. Hablar así del musical como entretenimiento es como decir que el teatro de texto son solo los sainetes. El musical es un código en el que el personaje, para expresarse, puede cantar y bailar dentro de la verosimilitud y esta convención con un lenguaje le da cierta poética y estilización a la forma en la que se comunica. Hay muchas maneras de hacer el musical, como hay muchas maneras de transmitir la palabra en el teatro de texto. Y tampoco sé si esta gente que piensa el musical así conoce a Sondheim, que es el padre de esta línea de musical en el que el discurso está por delante de todo y la música y la forma está supeditado a lo que explica. Cierto que ha tenido grandes éxitos y fracasos al respecto.