Ha pasado más de un año desde la detención de Rafael Amargo. Un registro policial en su casa acabó con él entre rejas acusado por un presunto delito de tráfico de drogas y otro de organización criminal. Tras pagar la fianza, pudo continuar con su trabajo, estrenar Yerma y hacer bolos con la obra, y comparecer ante los juzgados dos veces al mes como estipuló el juez.
El juicio, por eso, ya está al caer y el bailarín preparar su defensa y ha presentado ya un recurso para defender su Inocencio. No ha funcionado. “Han desestimado el recurso de mi abogado, pero ellos no terminan de darnos lo que se le pide para poder hacer la defensa y comprobación de lo que se dice”, confiesa él mismo en su perfil de Instagram.
Contra la justicia
Con una fotografía en la que aparece como si fuera Cristo resucitado, el bailaor asegura que se siente víctima del sistema judicial e incluso de la policía y vierta duras críticas contra ambos. “La justicia es injusta porque es dificilísimo poder avanzar”, lamenta.
Amargo asegura que la policía no tiene ninguna prueba de su relación con ninguna banda organizada y mucho menos acerca del tráfico de drogas. Él mismo ha determinado que era para consumo propio. Fue por ello que presentó el recurso que no ha aceptado el juez.
Carga contra la policía
El coreógrafo considera que no lo han hecho, ni la policía le entrega las pruebas que tienen a su abogado para “estirar el chicle” y que los agentes queden “como los grandes héroes de los cuidados y protección de los ciudadanos”.
Las palabras del investigado van a más y pone en tela de juicio la profesionalidad de la policía y sugiere que forman parte del entramado del tráfico de drogas: “Que expliquen dónde está lo que decomisan, el dinero que ganan de vender lo que requisan de registros, a quién y cómo lo venden haciendo de esto un negocio corrupto y que solo hace alimentar su saco abusando así de su cargo”.
Implicación policial
Rafael Amargo defiende que el trato que le han dispensado es “dañino, abusivo, injusto y encima después de más de un año callado”. Se pregunta incluso: ¿tampoco voy a poder al menos defenderme de esta barbarie?”.
Tras las preguntas regresa a las acusaciones y considera que si no quieren darle las pruebas ni atender a sus demandas es “por no remover mierda entre el cuerpo” y hacer “la vista gorda”. “Señores, el que hace como que no ve y sabe y ve, aunque no haya hecho nada, si no denuncia eso, si no denuncia a sus compañeros es cómplice, y según ampara la ley eso es un delito”.
Consecuencias laborales
Con esto, el bailaor insiste en que su “conciencia está muy tranquila, está limpia por eso me atrevo públicamente a decirlo, ya que se han cebado conmigo, mi familia, mi arte y una empresa de trabajo inmensa y referente ejemplar en la cultura”.
La situación en realidad ha afectado su trabajo, al menos, así lo considera él y es este daño el que hace revelarse contra los responsables de la investigación y el juicio. “Le diría a la fiscal que tome nota de esto, que ya no me voy a callar, porque nada tengo que esconder y que actúe”.
Acusaciones
Por si fuera poco, el texto concluye con una recomendación a los jefes de la policía: “Por favor, no tengan reparo en poner en su sitio las cosas”. Y es que él se considera un títere, una cabeza de turco con los que la policía le han tomado a él para hablar del tráfico de drogas, que él niega, “inventado este invento”.
Por si fuera poco, apunta a la comisaría del distrito Madrid-Centro con una amenaza. “O jugamos justamente o con nombre de los IÑAKIS (nombre coloquial que usa la policía en especial los de Leganitos donde la corrupción se mastica y es un negocio y por eso está ahora cerrada esa comisaría además de por supuestas obras)”, remata.