Agustín Jiménez (Trujillo, Extremadura, 1970) es conocido por sus monólogos. Él mismo lo reconoce. Muchos le recuerden por sus apariciones en El club de la comedia. Sigue con ello pero es todo un hombre de teatro.
La cena de las idiotas y su trayectoria como director de teatro con jóvenes lo evidencian. Lo hace también Perdidos, la obra que lleva más de un mes en los Teatros Luchana de Madrid y que coprotagoniza con Carlos Chamarro.
Puro teatro
La obra refleja la vida de dos hombres muy corrientes que, ante la crisis de la mediana edad, se sienten completamente fuera de lugar. Eso sí no hacen nada para impedirlo. El montaje trata con humor ciertas situaciones que se vuelven cada mes más bizarras y da un azote a algunas concepciones sociales.
El humorista se muestra muy contento con el proyecto. “Llevamos ya dos meses. Y va bien de crítica y público que no siempre coincide”, apunta en conversación con Crónica Directo. El actor reflexiona también sobre el papel de la cultura y la fama y se declara un fan absoluto del teatro.
--Pregunta: ¿De qué trata ‘Perdidos’?
--Respuesta: Es mejor no hacer spoilers. Son dos personajes carentes de épica, dos operarios de calderas. Son las conversaciones que tienen ellos durante varios días en un bar y tiene un crescendo muy inquietante. Son de esas charlas que pueden ser convencionales pero que se van tanto de madre que en algún momento se pone todo hasta violento. Tipos que parecen majos que hablan de los partidos de los hijos, la crisis de los 40, el sexo en pareja, el aburrimiento. Y de este aburrimiento surge una idea y se lía gorda.
--¿Cómo definiría a su personaje?
--Tiene una parte muy típica, un personaje muy llano, pero con doble fondo. Tiene ciertas perspectivas, que evita discutir porque está roto por dentro. Es un personaje con una crisis de mediana edad. Es más tranquilo y sosegado pero que te suelta perlitas o te hace planteamientos extraños.
--¿Y están perdidos ellos, en la vida, en el matrimonio?
--Ellas son emprendedoras y tienen inquietudes, pero ellos se encuentran en un momento en que ven que han cumplido todas las etapas de la vida del tipo tener trabajo, un piso formar una familia con hijos y no saben a donde ir. Su mujer pide de él más cosas y no sabe qué hacer con ello. Perdidos en una relación y contado como si miraras la cotidianidad de una conversación de bar y que deja ver todas las frustraciones de la gente. Pasa en la sociedad. Ya no hay clase media, alta y baja, eres un elemento para el consumo. Cumples todas las normas y encima no estás satisfecho.
--¿O sea que hay cierta crítica social?
--Bueno, se muestra esos momentos en que uno trabaja de lunes a viernes y el fin de semana no para porque debe ir a llevar a los niños a todas partes o ir a casa de no sé quién. En cierta manera muestra ese momento en que el aburrimiento llega a plantear situaciones muy incómodas. Y el público incluso opina porque los tipos empiezan a tontear con su relación cuando en realidad no hacen nada.
--¿Gente que quiere plantear otra manera de disfrutar la sexualidad?
--Pero ellos sólo se lo plantean. La nueva sexualidad, que es la que ha habido tiempo, se presenta como dos tíos que hablan de ello. Nosotros trabajamos con el objeto imaginario y se pretende entrar en la conversación y ellos lo susurran para que no los oigan. Hay tres sorpresas muy gordas y un enorme final.
--¿Es más fácil soltar estas cosas desde la comedia?
--Yo tuve la suerte de que me llegó el papel y no lo tuve que ir a buscar. Ramón Madaula nos dijo sois actores reconocidos como comediante y con muchos recursos y nos bajó el tono de comedia. De hecho, la gente empieza con la risa y la sonrisa y, de repente flipan con la conversación. La gente se ríe de los nervios. No es un golpe cómico. Es comedia, sí, y como la hacemos muy de verdad la gente lo disfruta, porque la gente se ve reflejada, reconocen la sátira de la sociedad y del aburrimiento. La gente la puede considerar como comedia ligera porque habla de gente corriente.
--¿Y a usted como cómico, ha sufrido mucho durante la pandemia?
--Como actor lo he capeado porque al ser monologuista, las pocas fiestas mayores que se hacían tenían más fácil contratarte o cancelarte porque sólo eres uno. El ser humano se adapta, pero necesita una válvula de escape, por eso es muy necesaria. Por mucho que se hable ahora de los límites del humor.
--¿Y ya se puede hacer bromas sobre el Covid?
--Sí. Ya hemos hecho bromas de las mascarillas y el confinamiento, lo que no bromeas es con las muertes. Cuando haces humor con enfermedades y cosas parecidas siempre has de tener cuidado. Nosotros hacemos de la tragedia una comedia porque la exageramos y empezamos a parodiar.
--O sea compagina Perdidos, con monólogos...
--Con muchas cosas. Con la radio, con la televisión... La tele se hace para vender pero ya no es como antes. Yo sigo trabajando en monólogos y en teatro porque es a lo que más rendimiento económico saco y sobre todo me resulta más satisfactorio artísticamente. Es la esencia de todo. Puedo hacer algo de cine y alguna cosita de tele, pero poca, porque no quiero apartarme del teatro.
--Además, usted fue director de una compañía de teatro, Rosa Chacel.
--Sí, fue una dinámica que se organizó en institutos de Madrid, hicimos algunas obras y ganamos algunos premios. Fue una experiencia muy bonita. Sigo dando clases a chavales de teatro y de comedia. Cuando los jóvenes me dicen que se quieren dedicar a esto siempre les digo: “empieza en el teatro. Tocarás todos los palos, maquillaje, iluminación…”. Eso te hace comprender lo que es el espectáculo. Creo que se me da bien inculcar estos valores sin aspavientos ni cosas raras de coach: aprenda a usted a bailar, a cantar…
--Y hacía incluso obras dramáticas.
--Hicimos Cyrano, Lorca, Shakespeare. Las Bodas de sangre tuvo revelancia e incluso premios. Algún Hamlet... Hicimos muchos montajes y tengo muy buen recuerdo. Hicimos una gran y muy difícil comedia, Por delate y por detrás, que tuvo un éxito considerable. Ahora, de hecho, hay una muy parecida, La función que sale mal.
--¿A los alumnos les tuvo que dar mucha caña?
--Algún alumno he tenido que se fue para hacer ficción en televisión. Yo siempre les digo que acaben los estudios porque lo principal es que lean mucho. El artista tiene que conocer su tiempo y otras disciplinas. Les intento diferenciar la fama, que es efímera, del prestigio. Si tu no tienes una intelectualidad y una sensibilidad artística adecuada puedes acabar siendo un juguete roto. Mucha gente solo quiere ser famoso por serlo, no, has de ser famoso por lo que haces. A mi cuando me dicen “tu eres el que sale por la tele” yo les respondo que “no, a mí me echan por la tele”. Yo hago monólogos y un señor me dice que lo haga en la tele, me llaman y llevo cosas. Esas son las diferencias que has de marcar. No se puede ir a la tele por ir, has de ir para hacer algo, para mostrar qué sabes hacer. Has de ser un Rolling Stones para ir sólo a saludar. Muchos piensan que cuando sales por la tele todo el mundo te empieza a saludar por la calle. Eso no ocurre. De hecho yo lo pensé y no es así. Y ojo que hay gente que hace cosas muy divertidas en redes y sí hace algo.
--¿Le da algo de pena que sólo se vea la parte cómica y no todo lo que hay detrás?
--Es inevitable. La risa es muy efectiva. Esto es como la canción de Cantando bajo la lluvia: hazles reír, eso es lo que quieren. La gente tampoco está muy acostumbrada a que seas multidisciplinar. Nuestra forma de trabajar es transmedia y multidisciplinar, pero a la gente le cuesta ver a los otros así. Yo lo entiendo. La visión del mundo del espectáculo es muy sesgada y no es culpa sólo del público sino de aquellos que sólo hacen una cosa, la única que saben hacer. He cultivado mi parte teatral, pero a veces la gente percibe que haces “como que”. Yo soy una persona que hace teatro, creo personajes y la gente se los cree. Pocos creían que en La cena de los idiotas yo podía hacerla habiendo hecha de macarra y estuve dos años y medio o tres. Ahora hace poco hice un drama como enfermo de alzheimer y la gente se lo cree. Eso es lo que cuenta.
--¿Y tiene más cosas pendientes?
--Antes de la pandemia ya tenia cosas y durante han salido otros. Además, también trabajo haciendo espectáculos para otros. Escribir, escribo todo el tiempo, tengo una disciplina. O hacer dibujos para El churro ilustrado. La gira del espectáculo unipersonal sigue. Llevo 20 años haciendo monólogos y yo mismo les digo, si veis que esto cae me lo decís que tengo más cosas. Y tengo otros proyectos teatrales en marcha, incluso musicales. Pero tal y como está todo, no te puedo decir. Para 2023 protagonizo otra. La carrera teatral sí que la tengo muy consolidada. De hecho, he sido seleccionado para ser jurado de los premios Buero Vallejo del teatro joven. Así que igual ya no soy tan cómico (ríe). Igual cuando voy allí me sale el sentido del humor. A eso, sumamos el curso online que se llama Curso de comedia. Método Agustín Jiménez que va por la segunda edición donde se trabaja la voz, temas de redes, el miedo escénico, se explica todos lo tipos de monólogos, cómo hacer un guion... Fue una idea que surgió en pandemia y con una parte presencial, ahora.
--Y la pandemia, ¿se gestionó bien?
--Ha hecho entender a la gente que la cultura no es solo el artista, hay taquilleros, técnicos que viven de eso también, que hay mucha gente detrás. Asimismo, la gente se ha portado de forma ejemplar en el teatro, ha respetado las medidas. Eso debería llevar a revisar si el teatro no es la alternativa cultural definitiva que salvaguardia nuestro patrimonio. Hay un problema muy grande porque está muy denigrado y es de los últimos estadios incluso de la literatura. Los artistas también somos responsables del legado de la cultura, por eso también hemos de tener una buena formación. Pero cuando se pide dinero para la cultura no se pide tanto para ellos sino para la gente que está detrás y la hace posible.