Cataluña siempre fue conocida por su actividad industrial. Durante la revolución industrial el territorio se llenó de fábricas y a finales del siglo XIX había una gran cantidad de colonias textiles repartidas en las riberas de los ríos. Unos espacios que en pleno siglo XXI han caído en desuso cuando no en el olvido.
Más allá de la conocida Colonia Güell, convertida en monumento por la intervención de Gaudí, son pocas las que merecen reconocimiento. Pero en Berga, hay una de ellas que ha vuelto parcialmente a la vida. En concreto, un convento.
Origen
No podían imaginar los fundadores de Can Rosal que ese terreno que compraron en 1858 para abrir una fábrica se iba a convertir en un espacio de creación de artes escénicas. Desde que en 1874 abrieran su empresa sólo se dedicaron a la ropa. Y siempre el negocio fue a más.
A pesar de la Guerra Civil, durante la posguerra esta colonia, que ya tenía hasta su convento, su cine y su teatro, fue el núcleo fabril de Berga. Pero en 1992 tuvieron que cerraron sus puertas.
Recuperación de la colonia
Esa mini ciudad quedó completamente abandonada durante una docena de años. Situada a cuatro kilómetros de la capital del Berguedà en dirección a Gironella, no era más que los restos de un recuerdo, un legado histórico que trataba de resistir a duras penas, a la espera que alguien que lo rescatara del olvido.
Ese alguien tiene varios nombres y apellidos. Rosa Cerarols, Pep Espelt y Eduard Finestres decidieron reacondicionar el convento de Cal Rosal y hacer con él algo muy distinto. Lo que en su día era propiedad de unas monjas que educaban a niños, ha devenido un polo cultural.
Un convento muy artístico
Renacido como Konvent zero, estas instalaciones acogen ahora obras de teatro, exposiciones, conciertos y hasta festivales de artes escénicas. Todo ello, con la posibilidad de también alojarse por allí y participar de las residencias artísticas que proponen.
En los cerca de 2.000 metros cuadrados distribuidos en cuatro plantas que tiene ese viejo convento, hay 780 dedicados única y exclusivamente a las artes escénicas. Y quienes se quedan o pasean por allí, pueden disfrutar también de un jardín de 1.000 m2 donde contemplar esas paredes que en su día fueron una enorme colonia donde trabajaron hasta 1.200 empleados.
Sin ayudas
Con un marcado estilo independiente, el Konvent es una iniciativa que vive de la cooperación. No quieren subvenciones y allí participa quien quiere. De hecho, hay muchos voluntarios que acuden allí o a impartir clases o a desarrollar sus proyectos o a presentarlo. Eso sí, con el paso de los años ha empezado a coger fuerza y colaboran con otros espacios culturales de Cataluña como el CCCB, por mencionar sólo uno.
Y es que con el paso de los años los proyectos que han salido de allí son, cuánto menos, diferentes. Como el mismo espacio. Allí no sólo están los dormitorios y el comedor, se mantiene todavía la capilla, con un altar iluminado con un foco rojo, una cocina. ¡Se ha recuperado hasta la antigua sala de cine! Sin contar con el espacio reformado del hospital.
Cómo llegar
Todo ayuda para poder sacar aquello que uno quiera expresar a través de las artes escénicas. Desde el mismo Konvent hasta su increíble entorno son propicios para ello.
Todo a poco más de una hora de Barcelona. Sólo se ha de tomar la carretera C-16 y tomar la salida 92 hacia Cal Rosal. Poco antes de llegar al pueblo, tras cruzar el río Llobregat, se ha de tomar la desviación hacia la colonia.