Algunos ya tenían un público de fieles (nunca mejor dicho). Pero el boom turístico, que ha abarrotado sobre todo las zonas costeras, se ha colado hasta en los alojamientos religiosos. Más de 300 monasterios y conventos (en España hay 800), reconvertidos en peculiares hoteles para subsistir tras la crisis de vocaciones, llevan días con el cartel de "todo completo”.
Es el caso, por ejemplo, de la mayoría de los 45 monasterios ofertados en Castilla y León, 28 en Cataluña o 22, en Andalucía. Ofrecen un turismo lejos de la sombrilla, el flotador y la cancha de tenis, pero no están lejos de las nuevas corrientes de viajes slow (tranquilo), buena comida y detox, es decir, en busca de la desintoxicación digital.
Historia, sosiego y fogones
La Junta castellanoleonesa recomienda en su web oficial 21 de estos recintos. Utiliza el gancho de que entre sus muros “se escribió buena parte de nuestra historia”, al tiempo que advierte de que se trata de lugares de recogimiento y oración. Pero Trivago, Rumbo, LetsBonus o Booking, y los propios monasterios destacan en su oferta o la hora de contratar que pueden compartirse --o no, como diría Rajoy --, los rezos y oficios con monjes u otros religiosos.
Algunos exigen recomendación, pero cada vez menos, y prácticamente todos admiten parejas. Guadalupe (Extremadura), Poblet (Cataluña), Silos y San Pedro de Cardeña (Castilla y León), Leyre (Navarra) o Armenteira (Galicia) figuran entre los más demandados y alabados. Tanto por el sosiego y el recogimiento que nos permite huir del día a día de la gran ciudad con los mails y mensajes de Wahtsapp, como por lo que se cuece en sus fogones.
También ganan adeptos los más pequeños: Valvanera (La Rioja), Santa María de la Huerta (Soria), San Isidro de Dueñas (Palencia), Caleruega (Burgos), Torrent (Valencia) o Nuestra Señora de los Ángeles (Segovia). A modo de ejemplo, en este convento de monjas clarisas de clausura ofrecen habitaciones de matrimonio a 40 euros al día.
Usuarios cristianos o no
Según algunos usuarios de este tipo de turismo, no se trata de vivir un recogimiento místico al estilo de Santa Teresa y San Juan de la Cruz, pero reconocen que algo les influye el ambiente para encontrar el sosiego que anhelaban en sus agobios laborales o familiares.
En Silos, una de las cunas de la lengua castellana, los hospederos se ocupan de aclarar que “no es un hotel ni un lugar para hacer turismo” sino un lugar en el que se puede “participar del clima espiritual de la comunidad”. “Algunas mañanas se escucha el rumor de los cantos gregorianos recorriendo todas y cada una de las estancias monacales, lo que es un goce para los sentidos”, comenta José Luis Nieto, alojado en la hospedería anexa a un claustro situado en lo más alto del arte románico.
Los clientes más habituales, según los patronos, suelen ser personas creyentes, de unos 40 años en adelante, principalmente de España. Pero este año se han recibido a clientes de Francia, Suecia y hasta de China, que lógicamente no son cristianos. Es lo que ocurre en Cantabria, dónde el llenazo hotelero ha producido un trasvase inusual a las 13 residencias de las órdenes religiosas.
Impacto millonario
En cualquier caso, son la punta del iceberg o el grano de arena del llamado turismo religioso, una modalidad en auge en los últimos años, que mueve a 300 millones de viajeros en todo el mundo y genera un impacto económico de 13.000 millones de euros, según estimaciones de la Organización Mundial del Turismo (OMT).
La Conferencia Episcopal Española, siempre alabando su labor social e incluso económica al pedir la cruz para su casilla de nuestro IRPF, asegura que las visitas a sus 78 catedrales, templos, museos y hasta un total de 3.168 bienes de interés cultural generan un impacto de 22.620 millones y alrededor de 225.000 empleos.
El plato fuerte son las 125 celebraciones de interés turístico nacional como la Semana Santa o el Rocío. Cuenta con 12.300 santuarios y ermitas de los que 4.300 están dedicados a la Virgen.