La sequía causa estragos en Cataluña. Las últimas lluvias no han mejorado la situación de los pantanos y, lo peor de todo, los paisajes se resienten. Uno de los pocos paraísos verdes de Cataluña, la Cerdanya, ha visto como el otoño todo su verdor no recuperaba el tono. El marrón se impuso.
Los frondosos prados de la Cerdanya, que otros años ya lucían un verde hermoso e incluso decorado por los primeros copos, han cedido al ocre de la hierba seca. La situación tampoco tiene visos de mejorar en los próximos.
Ni con lluvia
El Servei Meteorològic de Catalunya tiene datos que hacen temer lo peor. La estación meteorológica de Das ya ha registrado los valores más bajos de precipitación desde el año 2007. Algo muy parecido sucede en Puicerdà, el pluviómetro computa las cifras más bajas de los últimos 17 años. De poco ha servido que Ciarán y Domingos.
La Cerdanya no es la única región que está sí, pero sí una en la que uno ve con sus propios los efectos del cambio climático. Incluso sin tener acceso a los datos. La comarca se encuentra sumida en uno de los episodios de sequía más prolongados que se recuerden, dejando a los agricultores en aprietos.
Economía local
Y si esto afecta al paisaje, también lo hace a la economía local. Las pistas de esquí temen por una temporada muy corta de nieve. Confían en poder abrir, pero sobre todo, gracias a los generadores de nieve artificial.
Por lo que respecta al sector agropecuario, ellos no pueden tirar de máquinas para saciar la sed de la tierra y los animales. Ríos como el Carol se han secado, las fuentes de agua están agotadas y la tierra parece ceniza. ¿Cómo poder alimentar los animales entonces? ¿Cómo cosechar la tierra?
De animales, campos y hombres
Las pérdidas son devastadoras. Si la agricultura ya ha alertado de la escasa cosecha de cereal y de fruta, los ganaderos no están mejor. Si los prados están marrones. ¿Qué comen sus vacas, sus ovejas? Falta pasto. Esto no lo cubre ningún seguro.
Otro problema es la población humana. A pesar de que el parque inmobiliario es mayoritariamente de segundas residencias, el consumo de agua está por las nubes, supera los 200 litros por habitante y día. Varias localidades ya tiran de sus depósitos para garantizar el suministro a niveles mínimos.
Medidas insuficientes
En los últimos meses, localidades como Llívia, Bellver de Cerdanya, Fontanals, Prats i Sansor, Das, Urús y Puigcerdà emitieron decretos que prohibían el riego de jardines y el llenado de piscinas para preservar el vital recurso. Los alcaldes aseguran que sus habitantes lo han respetado. Otros, apuestan por instalar contadores digitalizados para monitorear el consumo de agua en cada hogar y adoptar un enfoque más eficiente en el uso del recurso.
Sin embargo, la pérdida de agua en la comarca sigue siendo elevada, ya sea por fugas, fraude o errores de lectura, y alcanza el 53% del agua suministrada desde los depósitos municipales. La sequía afecta, pero la ineficacia no hace otra cosa que agravar el problema.
Adiós al paraíso
El paraíso verde del Pirineo pierde color. Los colores son más propios de la Plana de Lleida. Y allí, el paisaje es cada vez más cercano a los vecinos y desérticos Monegros. Una tragedia natural que no ve su fin.