Sergi Lopez

Sergi Lopez Òscar Gil Coy Barcelona

Creación

Sergi López, sobre España y el fascismo: "Está arraigado de toda la vida, porque el franquismo no se fue, sigue aquí"

El actor catalán presenta una historia sobre el machismo y la xenofobia arraigada al país, 'La terra negra'

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Tras el éxito de Sirât, Sergi López vuelve a los cines con La terra negra, una película que se mueve en el terreno de lo místico para hablar de algo muy terrenal: el machismo y la xenofobia que echa raíces en la sociedad y que no deja de brotar.

Aquí no se habla de una tierra en concreto, si bien los protagonistas hablan en catalán. Es un pueblo indeterminado en algún punto de España. Aquí lo importante es lo que sucede. María (Laia Marull) regresa a su pueblo natal para trabajar con su hermano en el molino familiar que han heredado. El problema es que le persigue su pasado, que nadie del lugar olvida. La llegada de Miguel (López) lo cambia todo. A ella la remueve por dentro y a los locales le despierta lo más oscuro del ser humano.

Su personaje es un poco como el Visitante de 'Teorema', ¿no? Desata la tormenta.
Bueno, algo tiene de visitante (sonríe). Visitante extranjero. Es curioso, mi personaje es la hostia en vinagre. Tiene un superpoder. Nosotros pensábamos que era un ángel que aterriza en un mundo rural, pero de hecho no habla de la ruralidad. Habla de un mundo sembrado de fascismo, de machismo, de testosterona, donde es difícil que crezca la ternura. Y donde, evidentemente, una mujer ya es una anomalía. De hecho, ella lo paga dolorosamente.
Y el suyo.
Bueno, mi personaje tiene esta cosa que viene de afuera, es el extranjero. Los griegos decían que había que tratar bien al extranjero, porque tal vez era un dios disfrazado. Esto actualmente ha pasado en la historia. Ahora al extranjero es el recién llegado, el que viene de afuera y el fascismo instaura en las sociedades un miedo hacia él.
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¿Eso pasa a la tierra de algún modo o es que está en las raíces?
La tierra es a lo que siembras, lo que plantas, lo que alimentas y riegas. Y la tierra donde viven estos señores, que van todos a cazar y tienen coches, polvo y demás y viven amargados. Es una tierra muy negra, pero es lo que le pones. En este pueblo la han ido regando de amargura, de miedo, de resentimiento y no puede crecer mucha inocencia.
¿Es cine social o de denuncia, sin nada que ver con el género? ¿O cómo la definiría?
La terra negra no es costumbrista, no está en el día de hoy. No habla de un hecho social concreto de ahora, pero tiene un componente simbólico muy fuerte. Retrata una sociedad a través de cuatro o cinco personas, sobre todo hombres, que son los jefes, los que deciden, los que montan el cotarro, llevan el molino... Los que se ocupan de la propiedad privada, en definitiva.
No es una película de cine social, porque tiene este componente místico, simbólico, y porque tiene este punto mágico también que conecta con un superpoder, con Dios, con el cordero de Dios, como dice. Pero sí que es política, es una película mística y política a la vez.
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Dos cosas que parecen casi antagónicas, ¿no? Al menos hoy
Sí, bueno, tal vez tiene eso también de antisistema. Aporta y habla de misticismo de espiritualidad. Eso, en un mundo fascista, es revolucionario.
¿Porque considera que vivimos en una tierra fascista o que hay fascismo?
Hombre, el fascismo en el Estado español está arraigado de toda la vida, porque el franquismo no se fue, se quedó aquí, todavía está aquí. Pero lo último que le faltaba ya era un capitalismo generalizado que es abono para el fascismo. Porque la planta del fascismo crece y es donde estamos ahora.
Y sí, creo que estamos todos así en este mundo. Y, sin ser religioso, creo que estamos dejados de la mano de Dios. Estamos un poco abandonados a las redes sociales, a la desinformación, a los fakes, al no saber qué es verdad, qué es mentira, a no saber qué es la identidad, a no saber quién somos. Tenemos una imagen virtual, pero nosotros mismos no sabemos quién somos. Bueno, yo pienso que estamos en un momento muy tóxico y el fascismo se friega las manos porque eso hace a individuos no tan críticos, sino a más corderos, fáciles de manipular y más fáciles de tratar como consumidores.
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¿Y el cine, cree que puede conectarse con esta parte más mística o sacar a la luz esta red fascista?
Bueno, yo sí creo que todavía el cine tiene capacidad transformadora, ver películas diferentes. No quiero decir que todas las películas tengan que ser explícitamente políticas y profundas, porque me motiva la ligereza y lo cómico.
Quiero creer que todavía hay espacio para ideas nuevas, ideas transformadoras. De alguna manera, estamos necesitados de ellas, de esperanza, de creer que no se hunde del todo el balcón, aunque todos notamos que esto se está hundiendo.
Pero en busca de esta esperanza, parece que muchos la encuentran en estos partidos e ideas fascistas. Y, en busca de esta identidad que mencionaba antes, muchos hacen alarde de ella y se aferran a su tierra de una forma muy fascista.
Mira, el humanismo y las izquierdas, al menos las de antes, enfocaban el pensamiento desde la duda, el hacerse preguntas, e ir cambiando: cambiar de punto de vista, de mirada, escuchando a los otros, lo diferente. El fascismo, en ese sentido, es más práctico: da respuestas, te dicen “eso va así, así y así”. Si estamos acostumbrados a vivir en un mundo donde la verdad y la mentira se mezclan, ser fascista es más cómodo.
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Y se aprovecha de ciertas tradiciones y sobre todo estigmas. Como le sucede a su personaje en la película, que llega marcado por su pasado de expresidiario, y el personaje de María por el mero hecho de ser mujer. ¿Son imposible de sacar? ¿Seguimos marcados y fijados en los estigmas?
¡Estamos marcados por esto de una forma exagerada! Mira esta corriente de homofobia, de racismo… Yo tengo 59 años, y cuando tenía 18 ya pensaba que se estaba superando, como también pensaba que lo de votar y la democracia ya no era grave, ni tampoco excepcional. Y, ahora, te das cuenta de que, en las generaciones más jóvenes, vuelve a renacer la semilla de la homofobia, de la misoginia, del antifeminismo… Cosas que, en principio, habíamos quedado que era universalmente interesante y que nos hace avanzar a todos como tribu, resulta que ponen en duda.
Somos víctimas de un sistema que nos dice continuamente que bajemos los brazos, que dejemos de luchar y que nos adaptemos a esto. Por eso está bien que el cine te proponga ideas que van a contracorriente y plantee preguntas por hacerse e invite a no bajar los brazos y continuar luchando.
Usted ha luchado en varias batallas como la del referéndum del 1-O y el independentismo. ¿Le ha jugado a favor o en contra?
No lo creo. Si me hubiera jugado en contra, no me habrían seguido llamando de Francia, España y demás y lo han hecho. Supongo que o no les ha llegado o, si les ha llegado, no les he parecido tan mal como para no llamarme. Y a los que les ha parecido muy mal y no me han llamado, tampoco lo sé por qué no me han llamado, por tanto, no me doy cuenta.
Igualmente, sé que la situación es muy privilegiada y también me puedo permitir. Así que me da igual a mí. Yo sé que el 90% de la profesión que trabaja de esto no tienen para llegar a fin de mes. Yo, más o menos, voy trabajando y tengo la suerte de tener un pie en Francia, un pie aquí, un pie allá, de tener el teatro y escribir el teatro por mi cuenta…, Tengo diferentes cosas que me permiten creer que todavía tengo una cierta libertad de pensamiento.
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¿Cree que es un privilegiado también por tener esa libertad de pensamiento que otros no tienen?
O, por lo menos, para poderlo expresar. Yo al menos lo puedo expresar sin que eso afecte a mi vida personal o a mi vida profesional, que a menudo se unen mucho.
Yendo a estos viajes de trabajo. Usted ha trabajado en buena parte del mundo, pero siempre con un pie en su tierra, en Vilanova y la Geltrú. ¿Le importa la tierra?
Sí, sí me importa. Es importante. Y a veces no te das cuenta, porque tu ves los paisajes de algarrobos que no hay en otros lugares y que a lo mejor no conocen. En cambio, para mí, comer algarrobas es algo, sé el gusto que tienen. Yo tengo amigos en Madrid, París, donde he trabajado mucho, pero nunca me he planteado vivir en otro lugar. En Vilanova sé que puedo ir a cualquier almacén a ensayar teatro, puedo escribir, conozco los bares y las tiendas y vas por la calle y la gente te saluda y sé quiénes son. Me siento bien.
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Por último, ¿se esperaba el boom de Sirât?
No. No, no, yo no me esperaba el boom de Sirât. No me esperaba ni la peli, ni la afectación que genera en el público, ¡en todo el público! Es alucinante. La gente cae de culo, porque es dolorosa, incluso algo desagradable, pero tiene algo que nos interpela, porque habla de nosotros. Y retrata una sensación muy actual: sientes que hay un tren que avanza y no sabes a dónde va y ni quién está al mando, ni siquiera si alguien puede frenarlo. Esta sensación de que vas a un precipicio y que eso habrá de petar un día u otro, la tenemos todos un poco. Plantea cómo avanzar en la vida con el dolor que transportas y, si no hay más alternativas, hay que intentar crecer.
Por cierto, esta semana que viene se anuncian los precandidatos a los Oscar por parte de España, supongo que espera que esté en la terna, ¿no?
Sí, por supuesto que sí.
Y si resulta la elegida, ¿iría a los Oscar?
No lo sé, eso depende de la productora, de si pagan el billete o no. Yo no lo pagaré. Y, la verdad, lo que me pasa a mí es tan bestia, soy tan privilegiado, que no me gusta pedir esas cosas. Ni nada. Puestos a pedir, prefiero pedir películas transformadoras que premios y menos Estados Unidos.