Jonás Trueba vuelve a la gran pantalla con Volveréis y, desde las primeras imágenes, uno ya se encuentra en familia. Ver a Itsaso Arana y a Vito Sanz es ya normal en las cintas del realizador, pero también están Francesco Carril o Isabelle Stoffel, entre otros. Todos ellos vuelven a encontrarse aquí y, como ha pasado en anteriores films, los vemos hablar sobre sus problemas sentimentales, profesionales, en definitiva, vitales. Un factor que hace sentir al espectador que, cuando se apaguen las luces de la sala y el proyector empiece a andar, va a reencontrarse con un grupo de amigos con los que ya se ha reunido antes en este mismo lugar, en la pantalla.
En este caso, los protagonistas de esta película han decidido separarse, pero de buen rollo. Hasta el punto que preparan una fiesta con amigos, a modo de despedida de soltero. Sólo que en este caso es de separación. Con esta premisa, que parte de una frase de Fernando Trueba, es obvio, que nos encontramos con lo que podríamos llamar la primera comedia 100% de Jonás Trueba. Y le sale muy bien.
La cinta, que evoluciona a modo de repetición, es un canto al amor, al cine y al absurdo de una vida que bien merece ser celebrada y abrazada en su contrariedad y complejidad. Sí, puede nos parezca algo repetitiva, pero siempre tiene algo que merece la pena seguir para ver que pasa. Igual que pasa con el film de Trueba.
Volveréis llega ahora a los cines con las credenciales de Cannes. La película se hizo con el premio a la mejor película europea en la Quincena de cineastas del festival de cine más prestigioso del mundo y promete ofrecer al espectador una comedia tan clásica como inteligente con la que puede pasar un muy buen rato. Con amigos. En el cine.
- Dicen que es igual la película más comercial que ha hecho. ¿Cómo sienta eso?
- Es extraño. Porque nosotros muchas veces hacemos las cosas de forma un tanto inconsciente, sin pensar en el éxito, en sí va a ir bien o mal. Las haces porque te sale hacerlas desde dentro y obviamente buscas ser comprendido y establecer comunicación o conversación con posibles espectadores. Entonces, de pronto, sentir que sí, que está encontrando espectadores, que la prensa, que también sois espectadores, le estáis queriendo dar un hueco y sabiendo contar bien, pues es bonito. Pero es verdad que a veces me abruma y me digo: sólo es una película. Tampoco espero que se genere una expectativa, que luego se le vuelva en contra. En cualquier caso, no me puedo quejar. Desde el principio sentíamos que la película tenía como una buena estrella o algo así. Quizás es porque se puede contar en una frase o porque la película es más fácil, se puede entender de entrada mejor que otras que hemos hecho, pero no deja de ser una casualidad, no obedece a un cálculo o a una estrategia, sino que ha salido así. Bueno, hay que tomarlo como algo positivo, supongo.
- Pero parece curioso, que más allá de la depuración de estilo y autoría propia, no deja de sorprender que la que puede ser su película más comercial, también sea la más trabajada a nivel formal y de planificación, ¿no?
- Siempre he intentado cuidar eso, no siento que aquí haya querido cuidarlo más. Es verdad que es más estructurada que otras, va más determinada. Con lo bueno y malo que eso tiene, porque cuando estás haciendo una película más de guion, eso obedece a una estructura, un poquito más cerrada y tiene el peligro de que te encorsetes, de que la película se cierre demasiado. Mi preocupación era esa, no aferrarme demasiado a la idea o al guion, y dejarse incluso sorprender cuando la estás haciendo, que no se convierta en un ejercicio demasiado metódico para llegar al montaje todavía con espacios abiertos, con huecos, con ambigüedades, con algo de misterio. Para mí eso es muy importante, que las películas lleven dentro misterios, cosas sin resolver, porque eso es lo que hace que tú como creador mantengas la llama.
- No sé si mantener esa llama es fácil. Parece que el cine, en cuánto número de espectadores, pasa una época bastante difícil y usted mismo ha llegado a decir que está en una fase de crisis con el cine.
- En realidad yo estoy en una crisis permanente con el cine. Supongo que también conmigo mismo, con mi profesión. Entiendo que esto le pasará en realidad a todos los cineastas. Quizás es que no lo contamos tanto. Es algo que lo hablaba con mi equipo durante el rodaje, era una crisis también compartida. Seguramente también tiene que ver con la edad, cuando ya llevas bastantes años haciendo lo mismo te empiezas a preguntar cosas. Has adquirido a lo mejor ciertos saberes, pero tienes que estar alerta contigo mismo con los tics, con no dormirte, con no dar las cosas por hecho. Ponerte en crisis y decirlo es una manera de estar alerta con uno mismo. También me he encontrado diciendo en varias películas que “esta es un punto y aparte”. Pero al final son como falsos fines de ciclo porque todas, de una manera u otra, se comunican.
- Es interesante esto que dices, porque si uno mira 'La Virgen de Agosto', 'Tenéis que venir a verla' y 'Volveréis' parece casi una trilogía, o al menos una cierta continuidad. ¿Nació aso ha surgido así?
- Nosotros no las hemos pensado como trilogía. En realidad hasta son películas casi contradictorias entre sí. La Virgen de agosto era una película más sensorial, más abierta, con un punto de vista único, femenino. Tenéis que verla era una película más de pareja, con un sentimiento de limbo, casi de ambigüedad de las cosas. Y esta es una película que nace de una fuerza muy diferente, de un deseo de hacer una comedia. Es verdad que lo que las une el hecho de que están allí Itsaso y Vito haciendo de pareja y encontrándose en las tres y en realidad y que somos el mismo equipo más o menos. Pero, por ejemplo, Tenéis que venir a verla dialogaba más con Los exiliados románticos. Pero bueno, todas están más o menos enganchadas por una misma filosofía de trabajo y una familiaridad, que es real. Eso es lo que se puede llegar a percibir.
- De hecho, ese sentimiento de familiaridad se contagia. Uno va a ver una película de Jonás Trueba y ve a los actores y piensa que va al encuentro de unos amigos, a ver unas caras familiares.
- Sí, es guay. Me gusta pensar que somos como estas troupes de teatro y se intercambiaban papeles y estaban toda la vida por ahí. Ese sistema me parece que es interesante cuando algunos cineastas lo rescatan como John Cassavetes, Yasujirō Ozu, Jean Renoir, Mike Lee. Yo a eso le he encontrado muchas ventajas porque no partes de ideas abstractas y luego te vas a buscar personajes, sino que partes de lo que ya tienes, de esta especie de familia, y piensas qué puedo hacer con ellos. Es como si cada vez cogieras la baraja, removieras y volvieras a repartir juego. A nivel creación es muy interesante, porque repites con las mismas personas, pero nunca están en el mismo lugar, siempre vamos variando. Así se va generando en el espectador esa familiaridad de la que hablas.
- Además, como pasa en la película, de esa repetición con el equipo, estos se mueven. Y si primero fue Itsaso que colaboraba en el guion, ahora también está Vito colaborando. ¿Fue fácil? ¿Se puede sumar más gente?
- Para nosotros es natural. Otras veces, en películas que hemos hecho a veces no había un guion escrito, sino que íbamos hablando entre todos sobre la marcha. Siempre he intentado que los actores formen parte de ese proceso de creación abierta, la película la vamos hablando todos, aunque sea quien al final la pone en palabras sobre un papel o determinando esto y lo otro. Es un proceso compartido no solo con los actores, sino también con algunos de los técnicos con los que colaboro siempre y también participan de eso. Se me ocurre que en realidad yo perfectamente podría poner de guionistas a Marta Velasco, mi montadora, con la que en el fondo sigo pensando la película durante varios meses después de rodar. Porque en el fondo la estás reescribiendo y es como si estuvieras cambiando los párrafos, los puntos, las frases, las comas. Es curioso porque a veces nos llevamos el crédito de autoría una persona y, por lo menos en mi caso, tengo muy claro que es una autoría bastante compartida. Ese es mi verdadero fuerte o mi verdadero orgullo, el de haber sabido encontrar un grupo humano de personas que me han querido seguir, me han comprendido y han confiado en mí, incluso cuando ni yo mismo sabía explicar muy bien el tipo de película que íbamos a hacer. Pero me decían, “no te preocupes, lo vamos viendo. Eso no te lo concede cualquier actor ni cualquier profesional del cine que quieren tener muy claro y sujeto a una serie de pautas. A veces también es complejo, genera angustia no saber exactamente qué se hace o, que haya una gran duda durante el proceso. No tantos los profesionales de cine están dispuestos a trabajar así.
- ¿En este caso, para ‘Volveréis’ partía de una idea propia? ¿Simplemente de la idea de hacer una comedia, como decía antes?
- Es la primera vez que nos hemos planteado que íbamos a trabajar a partir de un género, o pensando en un género en concreto, la comedia. En las películas anteriores jamás me había planteado eso. Quizás en mi primera película, Todas las canciones hablan de mí, sí que tenía un esquema más claro de salida, de guion de comedia más o menos clásica o moderna, no sé. Las siguientes eran todas un poco híbridas o indefinidas de género. Siempre tienen algo de documental, algo de ficción, partimos de nosotros mismos, de cosas vistas, vividas, intuidas y les vamos dando forma. Nunca estábamos pensando si es comedia, si es drama y nos sale ahí como una mezcla que se parece un poco a la vida que tenemos, o que nos gustaría tener, porque a veces hacemos un cine casi idealista. Esta vez sí, de entrada yo les planteo intentar trabajar con un esquema de comedia, luego ya veremos. Y efectivamente la película luego no es solo una comedia, sino que va haciendo otras cosas, pero desde luego el punto de partida, la propia frase, el motor de la película, la idea de celebrar una separación, la quería plantear en tono de comedia. Funcionaba como por paradoja. Ha sido interesante partir de un género, aunque sea para luego no serle del todo obediente.
- Sí, porque luego hemos visto que la llaman anti-comedia o usted apuntó a una comedia melancólica…
- Sí, siempre estamos a vueltas con las etiquetas. Tú mismo te quieres zafar de la etiqueta, pero a veces te obligan a poner un casillero y registrar la película. Ya me he pasado otras veces. ,Me acuerdo que con Quién lo impide, me decían algunos, pero no es documental, no es ficción, y yo decía bueno, es que tiene una parte que sí es documental y también es ficción. Es un género híbrido, que en Francia y Suecia se permite.
- En cualquier caso, mantiene su sello Jonás Trueba, su identidad. ¿Cómo lo definiría?
- Yo nunca he pensado en un estilo o en tener un estilo. Lo que definen quizás a estas películas, o si tienen al final una personalidad, es gracias a la manera en que las hacemos. Diría que gracias al diseño de la producción, a cómo la pensamos entre todos desde el principio, lo que te decía antes, en torno a que sea un proceso creativo abierto es lo que la define. También de ser conscientes de nuestra pequeña escala, porque en general hacemos películas bastante pequeñas, con presupuestos en general bastante bajos para lo que son los estándares de la industria, e intentamos que eso no sea un problema, sino que pueda incluso ser una virtud. Tiene que ver con que hacemos una lectura de las circunstancias de las que partimos. Hemos trabajado con bastante precisión a lo largo de las películas, están hechas muy artesanalmente y, finalmente, esa artesanía el espectador la llega a sentir. Me parece interesante porque muchas veces el cine está tan parapetado, tan formateado, tan manipulado, tan manoseado, ha pasado por tantos procesos que, al final, el espectador ve que el cine está un poco anquilosado, un poco parapetado, forzado y que le falta vida. No sé cómo decirlo. Quiero pensar que lo que percibís algunos es que nosotros mostramos nuestras imperfecciones, nuestras dudas. El denominador común de todas nuestras películas es que están hechas con bastante amor y desde un ejercicio de autoconciencia bastante grande, de no espectacularizar y de no manipular las cosas demasiado. Son películas que llaman la atención porque están bastante desnudas, se nos transparenta bastante. Perón que me enrollo y me cuesta concretar.
- No me parece mal, a mí me encanta.
- A veces me acuerdo de una frase que decía un amigo escritor sobre Marguerite Duras. Afirmaba que ella escribía para saber lo que quería escribir. Me hizo gracia porque creo que me pasa lo mismo con las películas o incluso cuando hablo en una entrevista. Estoy hablando para saber lo que quiero decir. Y las películas me salen un poco así, por eso no están cerradas. Uno se pone a hacer la película para saber qué está haciendo.
- ¿Es así como se jugó la idea del montaje de la película dentro de una película? Porque uno se lo encuentra, trata de pensar en la intención y luego se deja llevar. ¿Tiene alguna significancia?
- Me encanta eso que dices. Yo pensaba mucho en el espectador ahí, cómo iba a sentir esto en la película. Porque este, a priori, puede ser quizá el momento más extraño o más confuso de la película, pero para mí era importante, ya que si bien puede descolocar un poco o sentirlo como un gesto casi medio agresivo, si el espectador entra en la película realmente le tiene que dar igual. Tiene que tomarlo como parte de la esencia de la película que está viendo, forma parte incluso de su humor y de su no tomarse en serie. Esa es una parte inverosímil, incluso incongruente, casi te diría insostenible, y eso me gustó. Tiene que ver con lo que hablábamos antes. Yo a veces siento mi trabajo, mi oficio, mi vida con esa misma confusión y ambigüedad. A veces ya no sé distinguir muy bien mi vida del cine. De hecho, me gusta decir que en realidad vida y cine deberían ser un poco lo mismo. Esto surgió de manera natural y sentí que era una manera honesta de transmitir cómo sentimos las cosas, con esa confusión, con esa mezcla. Y tiene que ver con que el cine es una artesanía, y hacer sentir al espectador que realmente las personas que hacen las películas, las hacen con su cabeza, con sus manos, con su cuerpo… Porque lo ponemos todo y a veces nos confunde a nosotros mismos y nos hace sufrir, y visto en la película tiene su parte cómica.
- ¿A veces el cine se toma demasiado en serio y se ha disfrutar más?
- Para mí era importante que se sintiera una cosa juguetona que tiene que ver con el placer de hacer y ver cine. Las películas se pueden sacudir un poco y quitarle ese peso, esas restricciones que nos imponemos a veces a nosotros mismos, los cineastas, con la narración y otras cosas, que a veces son un poco ridículas. No pasa nada por soltarse un poco el pelo, por reírse y agitar para que salgan cosas más locas, más absurdas, más incongruentes y que no todo responda a una misma lógica, que no tenga una conclusión, una respuesta lógica o clara. A veces no hay nada que entender, se trata de aceptarlo dentro del absurdo que estás viendo.
- ¿Cree que el cine no tiene porqué contar nada, simplemente ser y ya está?
- Totalmente. El cine mayoritario, la mayor parte del cine, se hace desde unos presupuestos narrativos, pero también el cine puede ser otras cosas. Para mí es importante que el cine también sea placer, y ese placer puede venir de una historia bien contada, o desde otros lugares, a veces tiene que ver con lo sensorial, con el mero montaje de las imágenes, de los sonidos y de las cosas. Yo entiendo el cine de otra manera. Una peli puede ser también un espacio donde compartes cosas y no siempre tienen que estar puestas en un sentido narrativo.
- Precisamente, ‘Volveréis’ es todo un canto al cine, pero también mucho más. ¿Es más un canto al cine, un canto al amor, un canto a celebrar?
- Supongo que tiene un poco de todo esto mezclado. La peli habla sobre el cine, pero entendido desde el suelo, no desde esa idea del cine desde las alturas y el glamour, sino del cine de la gente que lo hacemos, con nuestras pequeñeces, con nuestras dudas, con nuestras inseguridades. Porque simplemente hay seres ridículos, igual que otras personas, igual que el resto del mundo que ejerce una profesión. Los protagonistas son personas que hacen sus cosas y tienen también sus líos. Porque está bien transmitir una idea un poco diferente del cine, no tan glamurosa y siempre falseada. Pero efectivamente es una película que habla del amor, del amor en pareja y del amor entre personas que trabajan haciendo una misma cosa. También habla de ese cuestionamiento sobre cómo podemos seguir manteniéndonos fieles a nosotros mismos y a las personas que nos acompañan. La dificultad de eso que me parece interesante. Me di cuenta de que al final la película profundizaba en eso y yo al principio no lo había previsto. Los 14 años que lleva la pareja en la película es el mismo tiempo que llevo con este equipo. O sea, también hay algo de ponernos en crisis a nosotros mismos. Y del cuidado, de saber dónde estamos y a ver qué hacemos, cómo seguimos juntos, si es que podemos.
- ¿Es fácil saber hacia donde vamos?
- No es fácil. A mí no me lo resulta. Y yo que vengo obcecándome en la idea de hacer cine y me encanta la artesanía de hacer una película, me parece un muy buen plan, me pongo en duda a mí mismo y me repregunto si realmente esto es lo que sé hacer o si lo voy a seguir haciendo, o cómo voy a conseguir hacerlo. Discuto mucho conmigo mismo en eso, no lo doy por hecho y por eso soy muy exigente.
- ¿Por eso puso al crítico de cine en 'Volveréis'? ¿Para poner allí su autocrítica? ¿O fue un dardo a los críticos de cine?
- No, a veces son los propios amigos los que hacemos esto. Ponemos la película y nos ayudan a tomar perspectiva de lo que has hecho. Y a veces somos muy crueles. De hecho, lo que se ve en la película es suave en comparación a cómo a veces nos decimos las cosas, porque también somos muy brutales. Era parodiar un poco eso.
- ¿Cómo también autoparodiarse al poner a su padre? ¿Era una manera de reírse de aquellos que dicen que es ‘hijo de’? ¿O lo puso porque la idea de celebrar las separaciones fue idea de él?
- Un poco las dos cosas. Soy consciente de la idea que hay sobre mí, sobre mi cine y me parece que está bien sacudir eso y reírte de lo que piensan de ti o de los demás. Pero lo de poner a mi padre se debe, primero, al deseo de filmarlo e implicarle en alguna peli. Y luego sí, efectivamente, soy consciente que ahí estoy jugando con algo que está ahí o sobre mí. Hay algo sano en mirar de frente esa cuestión, así que resolvía varias cosas a la vez. Al final, el punto de partida de la película es una frase que él me dijo hace años y me pareció emocionante ser capaz, pasado el tiempo, de tomar esa frase y hacer de ella una película. Además, esa frase es una quintaesencia de ese género de películas llamadas “comedias clásicas de Hollywood”, de las parejas que se divorcian y vuelven. A partir de ahí era lógico ponernos a dialogar con aquellas películas que, a su vez, son muy queridas también por mi padre y las hemos visto juntos durante años. Entonces, de pronto, que él acabe estando en la película, además, interpretando un personaje que es, de alguna manera, un estereotipo dentro de ese género, hacía de su participación algo casi obligado como personaje, que sería algo así como el padre de la novia.
- Sobre esas películas clásicas que son cuestionadas por cómo entendían el amor y lo idealizaban, ¿no podemos también idealizar las separaciones como algo fácil también?
- Sí, ahora podríamos pecar de eso. Puede ser. A mí me gustaba siempre de esas películas clásicas, que, al verlas ahora, nos siguen pareciendo modernas y adelantadas. Muchas de esas películas de Hollywood de los 40, si las estrenáramos hoy, funcionarían. ¡Vamos, ya quisiéramos, de hecho, que esas películas se estuvieran estrenando hoy! Pero, en realidad, eran muy modernas y nada idealizadoras. Es verdad que casi siempre partían de una especie de aparente frivolidad, de ligereza, pero luego te das cuenta de que son películas que encierran una sabiduría de la vida… ¡Y a través del humor, de esa la levedad entendida con toda su profundidad, que diría Kundera! Me encanta y ojalá haber sido capaz de hacer esas películas.
- Por último, otra vez rodando en Madrid, que es casi uno de los protagonistas de sus pelis. ¿Se atrevería en algún momento a rodar fuera de Madrid?
- Sí, pero hay varias cosas que hace que me cueste. Una es el dinero. Al final, rodar cerca de tu casa es más económico que irte lejos, porque ya has que asumir unos costes de alojamientos, de dietas. Luego, rodar lo que uno conoce y tiene cerca tiene sentido. Me gustaría rodar en Roma, pero no la conozco. Y debería encontrar mi manera de relacionarme con eso como un turista. Que es lo que ha hecho Woody Allen y quizás no es su mejor cine.
- Por último, ¿qué implica el premio en Cannes?
- Bueno, le ha dado un impulso a la película indudable. Lo hemos ido viendo a lo largo de los meses y, ese impulso todavía perdura. La película se estrenó este jueves en Francia con 130 copias y ha sido vendida a prácticamente todos los países de Europa. Eso se dice pronto, pero me consta que es muy difícil. Con las anteriores películas eso nos costaba mucho.
- Y ya que hablaba de dinero antes, ¿esperas que eso ayude a tener más presupuesto de cara al futuro?
- Sí, pero es que tampoco sé si lo deseo. O sea, siempre es un peligro aspirar a más presupuesto porque si de pronto tienes una película que lo necesita, tienes que ir a por ello. Pero a lo mejor la siguiente película que hago puede tener menos presupuesto que esta y no pasaría nada. Creo que es un error muy típico del cine pensar que tienes que hacer una película más grande, con más presupuesto. Es una de las alertas que me pongo, el tener cuidado en no seguir una inercia, una lógica que solo tiene que ver con el “más es más” y “más dinero, más dinero”. Además, a veces las películas con más presupuesto son las que luego te hacen sufrir más o sientes más las carencias, las presiones entran en juego… Siempre he intentado evitar un poco eso. Intento que las películas estén bien medidas a nivel de presupuesto, precisamente para trabajar dignamente y ajustar la película a su escala, que tengan una proporción coherente.
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