La actriz Amparo Larrañaga / EFE

La actriz Amparo Larrañaga / EFE

Creación

Amparo Larrañaga: "La polarización absoluta que se lleva ahora me parece muy tóxica"

La actriz llega al Teatro Maravillas con 'Laponia', una obra que pone sobre la mesa la tradición y las mentiras

4 septiembre, 2022 00:00

Amparo Larrañaga (Madrid, 1963) es hija del teatro. Su familia siempre se dedicó a ello y sigue en ese mundo. Detrás y delante de las cámaras, entre bambalinas o sobre las tablas, allí está la mayor parte del clan. No se esconde. Es un mundo que ama y lamenta que no sea tan popular como debería. Aun así, no desiste.

La actriz regresa ahora a los escenarios con Laponia, una pieza de Cristina Clemente y Marc Angelet que, en el Teatro Maravillas, pone sobre la mesa el eterno debate de cuán importante o no es decir la verdad y hasta qué punto es válida la mentira. ¿Está la mentira instaurada en la tradición? ¿Por qué el carácter nórdico debe ser mejor o peor que el de un español? ¿Quiénes somos para juzgar?

¿Mentiras piadosas?

Todas estas preguntas asaltan la mente del espectador mientras no deja de reír con los problemas que provoca una discusión familiar acerca de Papá Noel y el engaño a los hijos. No hay conclusión, sólo planteamiento, es cosa del público ver en qué lado está.

Larrañaga lo tiene claro, detesta lo que llama "sincericidios". Porque, si en la política está instaurada la mentira, por qué es menos válida en la interacción social. Todo tiene sus límites, está claro, sólo que cada uno marca los suyos.

--Pregunta: ¿Cómo definiría a su personaje, Mónica?

--Respuesta: A mí me encanta el personaje de Mónica porque es muy bruta y yo también lo soy. En la función parece que se condenan las mentiras, menos ella, que afirma que algunas pueden ser verdades. En el fondo lo que hace es decir bastante la verdad y, como todas las mujeres que dicen la verdad, resulta ser bastante incómoda. Ella se ha presentado en Laponia con su familia en casa de su hermana, a la que hace tiempo que no ve. Va con la ilusión de ir con su hijo a conocer la casa de Papá Noel y se lo fastidian nada más empezar. Eso genera una serie de situaciones que hablan fundamentalmente de la verdad y la mentira, de los choques culturales entre países...

--Esto último supongo que lo hace bastante actual, en tiempos que se habla tanto de choques culturales.

--Totalmente. Esta función, además, es la polarización absoluta, esto que se lleva ahora tanto ahora, que vemos permanentemente y que me parece tan tóxico. En la obra lo que hacemos es no sólo hablar de la diferencia de tradiciones entre países sino de la capacidad que tiene uno cuando viaja a otro lugar de olvidarse de lo que pasa en su país y convertirlo en otra cosa.

--Usted dice que es bruta, ¿es porque también defiende eso de decir la verdad ante todas las cosas?

--¡De ninguna manera! Detesto a los sincericidas y los sincericidios. Me parece mentira porque nadie dice todo el tiempo la verdad. Aparte, no decimos lo que pensamos, eso lo hace gente maleducada. No creo en ello, creo en la diplomacia absoluta, que evita muchas guerras. Es evidente que hay que decir la verdad en ocasiones y no defiendo la mentira como medio de vida.

--Y ahora que se habla tanto de posverdad, ¿cree que nos hemos excedido con eso de contar alguna mentira, incluso en la política?

--Es posible. Depende también de las personas. Sobre todo, porque la mentira está totalmente aceptada en la política. Tú vas y votas a los que sabes que te están mintiendo en la puta cara. Yo suelo ser sincera. Es verdad que suelo decir las cosas también con determinadas personas que no piensan igual, pero no llega al nivel de psicopatía. Pero aquí, que hablamos de la mentira de Papá Noel, lo que plantea es si se dice por tradición o por otra cosa. Yo creo que es otra cosa, que es una tradición que se hace en multitud de países para darles a los niños un incentivo, una ilusión. Pero si dices la verdad sobre eso para no mentir, entonces también deberías ser sincero con ellos para hablar de la muerte, el sexo y sobre todo. A veces valen unas mentiras y otras no, si las dice uno u otro, gente de un país o de otro. ¿Por qué? Esa es la guerra permanente de la función: la educación finlandesa, los defectos de los españoles, los castigos... Hay una frase de la obra que lo dice todo: "las verdades no duelen hasta que te tocan".

Cartel de 'Laponia'

Cartel de 'Laponia'

--Por tanto, ¿también es una revisión de las tradiciones?

--Sí, claro. Mónica defiende las tradiciones. Lo que muchos consideran religión ella lo celebra por tradición. Porque algo muy común es confundir tradición con religión. Sabemos que algunas tradiciones se pueden eliminar pero nos gusta reunirnos con la familia, celebrar.

--Antes dijo que en la política la mentira está totalmente aceptada. ¿Tan mal está? ¿La comedia puede ser un vehículo útil para hacer revisión?

--La comedia es el vehículo perfecto para todo, por eso no debe tener censura, porque el humor es la única manera que tenemos de que todo esto no se contempla en un conflicto. En mi casa hemos dejado de ver la tele porque es un constante cabreo y mira que todos más o menos pensamos un poco igual. Pero ves las noticias y no hay una buena, los programas igual. Todo es de una toxicidad y una dureza que no hay un Dios que lo aguante. Yo creo que un día la gente no encenderá más la tele para no ver las 200.000 noticias que nos den ni ver las peleas de unos con otros de forma tan violenta, agresiva y tan de mentira. Dicen que captan todo eso, pero creo que genera mucho conflicto. Por eso, evito todo debate que me genere taquicardia.

--Por eso, ¿usted que ha hecho tanto televisión ahora se refugia en el teatro?

--Y porque tenemos la empresa familiar, que para nosotros tiene un significado muy grande. No se trata sólo de hacer una función, sino compartirla entre todos nosotros. Para nosotros es un acontecimiento casi. Llevamos más de 20 años en esto y se le ha ido añadiendo gente y somos muy felices. Ahora hace falta que el teatro vuelva a ser popular, que no lo es nada.

--¿Por qué crees que pasa?

--Porque la cultura es un tema que no interesa absolutamente a nadie. No hay una política cultural clara. El panorama cultural, afortunadamente, está de puta madre. ¿Pero dónde ves tú hablar de cultura? Es la cola de un informativo, no hay programas de cultura. Se ha acabado eso. Ahora todo son las estrellas, los políticos dándose de hostias y gente comentándolo. Esto es lo que hay ahora mismo. Y El caso, ese periódico de sucesos que había: todo son violaciones, agresiones... Digo yo que pasarán cosas buenas. Hará falta un contrainformativo para contar a la gente que pasan cosas buenas en el mundo y puede tener esperanza, que hay algo bueno en la vida. Hay que abandonar todo eso para tener la cabeza un poco más sana.