Andreu Jaume celebra a Max Beckmann

Andreu Jaume celebra a Max Beckmann

Creación

Andreu Jaume celebra a Max Beckmann

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Poeta, editor (de Shakespeare, de Gil de Biedma, de Barral, de otros), ensayista, traductor (de El Rey Lear), gestor cultural, profesor, director del CLAC (centro Libre de Arte y Cultura) Andreu Jaume (Palma de Mallorca, 1977), es él mismo una dinamo cultural siempre encendida, siempre en marcha. A pesar de las homéricas, esporádicas carcajadas que emite en algunas ocasiones, es obvio que se toma la vida, y el tiempo, en serio. Como sabe el lector de Letra Global, A. Jaume escribe, con conocimiento y penetración, sólo sobre los fenómenos distinguidos de la gran cultura, sobre los autores más consagrados e inspiradores, sobre los compositores de música y directores de orquesta más exquisitos; nada recuerdo, en los muchos artículos que le he leído con el placer permanente de aprender, sobre un programa de televisión, un tebeo o una película comercial.

Entiendo como una forma sesgada de agradecerle y celebrar su trabajo, haberle formulado, por escrito, la pregunta que vertebra estos artículos –y que no le formulo a cualquiera--: ¿cuál, entre todas las obras del arte contemporáneo, se llevaría a casa?

Y esto es lo que responde:

“En primer lugar, quisiera decir que no sé si me gustaría llevarme una gran obra de arte  a casa.  Nunca he entendido eso de “ese cuadro sí lo pondría en mi salón”, como si el arte tuviera que identificarse con mi espacio doméstico. Además, muchas de las obras que elegiría no quisiera verlas cada día porque acabarían perdiendo singularidad, convertidas en parte del mobiliario, como ha ocurrido con tantos iconos artísticos, destruidos por el exceso de reproducción.

Prefiero que la obra predilecta esté lejos para poder volver a ella de vez en cuando, ya sea en el museo, en el recuerdo o en la red. Es el caso de Abfahrt, el tríptico que Max Beckmann pintó entre 1932 y 1935, al final, por tanto, de la República de Weimar y al principio del ascenso al poder de Hitler. Hoy en día se encuentra en el Moma. El título significa “partida”, departure, un irse de aquí, un Weg-von-hier das ist mein Ziel, para decirlo con Kafka, Fuera-de-aquí esa es mi meta.

Beckmann siempre dijo que no había que entender la obra como una metáfora del trance político de
entonces y que su significado servía para cualquier época. En los paneles de la izquierda y de la derecha, se ven escenas de tortura, sometimiento y opresión. Alguien está a punto de ser ejecutado. Solo un tipo que pasa tocando el tambor –el ritmo, quizá, de la persecución– parece libre, sin mordazas. Se ve también una especie de naturaleza muerta, un bodegón, Stillleben en alemán, la vida quieta, la vida sin movimiento, la vida sin gerundio.

En el panel del centro, que parece un poco más ancho, se representa lo que parece una escena mítica a bordo de un bote, con un rey pescador –le roi pêcheur de la leyenda artúrica, cuya herida representa la enfermedad de la tierra y cuya sanación, como la de Cristo, salva el mundo–, a su lado
una figura enigmática y encapuchada que sostiene un pez y al fondo la reina con un niño en brazos.

El rey parece sostener una red llena de pescado. Tanto el azul del cielo como el del mar son vivísimos, inundados de sol, puros, limpios, como recién creados. El remo indica que el bote está en movimiento, hacia ese Fuera-de-aquí que Kafka escribe como si fuera un topónimo y que Beckmann pinta a lado y lado como un espacio cerrado y claustrofóbico, la patria de los esclavos. Beckmann decía que los reyes se han liberado, que la reina sostiene en sus brazos a la libertad, a la verdadera
libertad que siempre está fuera de aquí. Sea como sea, la verdad es que se trata de un cuadro que siempre me produce una experiencia real de liberación, sin que sepa decir por qué ni entienda del todo su simbología.”

Buena elección, desde luego. Max Beckmann (1884-1950), expresionista de peculiar elegancia, fue un gran artista y también un escritor notable, por lo menos en los textos “Sobre mi pintura” recogidos en el catálogo de la Fundación March, que le dedicó una exposición en 1997. (El Thyssen y Caixaforum volvieron a mostrarlo, en 2019).

Beckmann fue, me parece, una figura peculiar en su tiempo, que relaciono con Oskar Kokoschka: los dos nacieron a finales del siglo XIX, los dos fueron enrolados en la primera guerra mundial, los dos quedaron seriamente traumados por sus experiencias en el frente, los dos desarrollaron un estilo expresionista y confusamente alegórico, que fue considerado por los nazis “arte degenerado”, tuvieron que emigrar… los dos tenían conciencia del alto valor de su pintura y los dos forman parte del canon del arte occidental del siglo XX.

Beckmann pintó muchas veces en formato de tríptico, como el que señala Andreu Jaume. Eso le permitía abordar simultáneamente niveles distintos de la experiencia de la humanidad y confería a sus composiciones una sugestión de trascendencia religiosa, emparentándolas con el arte sacro medieval y renacentista.