Los inversores han vuelto a dar un serio aviso a Grífols, esta vez con un desplome de tales dimensiones que se ha llevado por delante algo más de un tercio de la capitalización en una sola sesión. Al margen de unos resultados que no han convencido al mercado, el hundimiento se ha gestado en la conferencia con analistas. La evolución de la cotización al ritmo de los mensajes lanzados por la farmacéutica dan cuenta de que Grífols sigue teniendo un serio problema con la gobernanza.
Ya resultó significativo que las primeras referencias de la presentación de resultados fueran para las novedades en cuanto a la estructura directiva de la compañía, como el fichaje de Nacho Abia como consejero delegado y la culminación del proceso de separación entre propiedad y gestión que Grífols había iniciado pero de forma timorata. Al menos, a ojos de los inversores.
Conferencia muy significativa
Cuando el presidente del consejo, Thomas Glanzmann, anunció que su cargo dejaría de ser ejecutivo a partir del próximo año, los títulos de Grífols enjugaron parte de los retrocesos que por entonces (pasada la media sesión) acumulaban en el parquet. La huida masiva se produjo cuando Glanzmann confirmó que el informe de auditoría de cuentas aún no está terminado.
Con no ser frecuente, tampoco es la primera vez que sucede con una compañía cotizada. Pero en el caso de Grífols, pesa aún demasiado el célebre informe de Gotham City en el que, entre otras cuestiones, se ponía en duda tanto las prácticas contables como los asuntos relacionados con la gobernanza de la empresa.
En este sentido, Glanzmann fue uno de los blancos del documento publicado por el fondo especulador, toda vez que consideraba que su prolongada presencia en el consejo de la compañía ponía en duda su independencia.
De ahí que fuera tan bien recibida la noticia del fichaje de Abia e incluso el hecho a futuro de que en breve vaya a dar un paso en lateral.
Conexiones
No obstante, la sensación en el mercado es que Grífols da pasos demasiado pequeños en esta materia cuando los inversores le están exigiendo a la compañía una mayor decisión. En este punto, todos los focos se dirigen al consejero Tomàs Dagà.
Persona de absoluta confianza de los Grífols, accionista de la instrumental Scranton, accionista de la farmacéutica con la que ha realizado las polémicas operaciones vinculadas, socio fundador en España del despacho Osborne Clarke, bufete de cabecera de la empresa para las grandes operaciones… muchas conexiones que a raíz de la crisis de Gotham han extendido las dudas sobre el gobierno corporativo de la empresa.
Dagà ya tuvo que cambiar de categoría en su última reelección como vocal del consejo de administración al haber superado el periodo de 12 años establecido en las recomendaciones de gobierno corporativo. Pero su peso en Grífols sigue siendo significativo en exceso.
"Cuando Grífols da pasos adelante en la gobernanza, el mercado responde afirmativamente. Pero corre el riesgo de quedarse a medias. Ha quedado demostrado que difuminar apellidos en la cadena de mando no es suficiente", señalan desde una consultora especializada en el gobierno corporativo de empresas cotizadas.
Romper con el pasado
En este sentido, las señales que llegan hasta Grífols son nítidas. La crisis de Gotham, unida al vía crucis que el productor de hemoderivados arrastra desde la pandemia, a cuenta del excesivo endeudamiento, suponen un antes y un después.
"No es un episodio pasajero. Hace unos días, Grífols llegó a perder más de un 7% por unas preguntas sin respuesta publicadas por Gotham. Si la compañía no rompe definitivamente con el pasado, será el pasado el que acabe con ella", apuntan desde una firma de análisis bursátil.
Por lo pronto, Grífols ha borrado de un plumazo todo el rebote acumulado en las últimas semanas y sus acciones se han ido aún más abajo de los precios que alcanzaron a comienzos de enero a raíz del episodio de Gotham. Por medio, trámites como la publicación de las respuestas a los requerimientos de la CNMV y una junta de accionistas que se presume tensa.
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