Idealista, la historia del primer pelotazo tecnológico español
La empresa cambia de manos y pasa del fondo Apax al sueco EQT en una operación que valora sobre todo su base de datos de compra y venta de inmuebles
11 septiembre, 2020 00:00Este jueves Idealista reveló que el fondo de capital riesgo sueco EQT se había hecho con el 80% del negocio en una operación que valora la empresa en 1.321 millones de euros. Es una cifra histórica porque nunca antes en la historia de España se había pagado una cantidad tan elevada por una compañía de las denominadas puntocom.
En apenas 20 años, los hermanos Encinar (Fernando y Jesús) y César Oteiza han conseguido levantar un imperio tecnológico del que no saldrán --mantendrán parte del porcentaje que ya tenían antes de la venta anterior-- y se aseguran la dirección de la empresa.
Un porcentaje jugoso
Tanto Jesús como Fernando y Oteiza van a mantener una participación en la empresa que fundaron. No obstante, según indica Idealista en el comunicado emitido este jueves, venderán una pequeña parte de su participación, con lo que se aseguran un pellizco de esta operación. Cabe recordar que esta es la segunda venta de la punto.com, después que en 2015 el fondo británico de capital riesgo Apax adquiriera casi el 80% de las acciones.
Según fuentes cercanas a la compañía, el porcentaje del que se han desprendido los creadores de la empresa se sitúa “en torno al 5%” por lo que su participación actual podría rondar entre el 15% y el 17%.
Los datos, su gran filón
Tras dos ventas millonarias y con una posición envidiable dentro de los grandes portales de internet en España, es importante conocer cuál es la razón por la que los fondos de inversión se dan codazos para tener esta joya del inmobiliario español. “La base de datos de precios de venta y alquileres es determinante para el sector”, narran fuentes cercanas a Idealista. Según las mismas voces, las agencias tienen acceso al precio medio por el que se han cerrado los contratos de compraventa o arrendamiento, por lo que pueden hacer estimaciones reales del comportamiento del mercado.
Precisamente por el tratamiento de los datos, la empresa tuvo un susto ya que la Comisión Nacional del Mercado y la Competencia (CNMC) abrió un expediente sancionador a Idealista por “prácticas anticompetitivas que estarían afectando al funcionamiento del mercado y la formación de precios”. “La compañía es exclusivamente un proveedor de servicios tecnológicos y no interviene nunca en las operaciones que se realizan a través del portal inmobiliario”, se defendió en un comunicado.
Una lucha de fondos
La importancia de los datos y del modelo de negocio de Idealista ha provocado en los últimos meses una guerra entre los grandes fondos de inversión para adquirir el porcentaje de Apax.
El fondo de inversión que hasta ahora poseía Idealista, sopesó lanzarla a bolsa, tal y como informó El Confidencial, aunque las negociaciones con KKR y EQT hacían pensar que la oferta superaría los 1.000 millones, como finalmente ha sucedido.
Un negocio sostenible
Pero además de gustar en el mundo inversor, Idealista también es rentable. La compañía facturó casi 90 millones en 2019, último ejercicio con cuentas cerradas, lo que representa un 25% más que el año anterior. La compañía ganó 30,6 millones, con un crecimiento similar. Un alto porcentaje de los ingresos de la sociedad proviene de los anuncios por parte de profesionales inmobiliarios (promotoras, franquicias, redes inmobiliarias y entidades financieras) incluidos en su página web.
Además, los mercados en los que entró recientemente como Portugal e Italia también crecen año a año y, tal como cuentan fuentes cercanas a la compañía, el desembarco de EQT va a “potenciar dichos mercados”.
El factor 'big data'
Aunque llevaba tiempo cocinándose, la venta de Idealista se ha culminado en un momento especialmente oportuno. La pandemia del coronavirus ha puesto aún más en valor la relevancia del mundo digital como uno de los principales vectores económicos no sólo del futuro sino del más rabioso presente, junto a elementos como el big data cada vez más apreciado por su aplicación a negocios tradicionales como puede ser, precisamente, el inmobiliario.
En materia tecnológica ha sido impulsada por la crisis debido al papel fundamental que ha tenido en un ámbito tan complicado como el que ha generado la expansión del coronavirus en todo el mundo. Esta circunstancia ha provocado una explosión en las empresas tecnológicas, que han visto como, en cuestión de meses, han multiplicado su valor.
Multiplicadores
De este modo, las cotizadas han experimentado notables subidas en bolsa, mientras que los multiplicadores que suelen tenerse en cuenta para las operaciones corporativas, relacionados en su mayor parte con variables como el resultado bruto de explotación (Ebitda) o la facturación, también se han incrementado.
La situación actual no resulta comparable con la que se dio con el cambio de siglo, cuando se generó la llamada burbuja tecnológica que terminó por estallar y dar lugar a la llamada crisis de las puntocom, que se llevó por delante millones de puestos de trabajo y cientos de empresas, especialmente en Estados Unidos.
Operaciones históricas
En aquellos años, los mercados comenzaron a apostar de forma irracional por una serie de empresas, muchas de ellas relacionadas con internet, cuando el fenómeno de las autopistas de la información no tenía ni de lejos el desarrollo actual, y conceptos como el big data ni siquiera se manejaban en el plano global. Por entonces, no era extraño encontrar operaciones como la de Idealista pero, a diferencia de ésta, protagonizadas por compañías sin apenas desarrollo pero cuyo valor había sido disparado por una expectativas que estaban muy lejos de la realidad.
En España, el caso más paradigmático fue el protagonizado por Terra, filial de Telefónica que, al poco de salir a bolsa, ya había multiplicado por más de diez su precio y que, incluso, llegó a registrar una capitalización superior a la de su matriz. El estallido de la burbuja hizo que sufriera un desplome espectacular que dejó atrapados a decenas de miles de pequeños ahorradores y, también, a algunos de los principales bancos de inversión estadounidenses, que habían contribuido a la revalorización sin control de la acción con continuos informes que hablaban sobre el potencial de la empresa.