Los impuestos que gravan el pecado
Los expertos no acaban de ponerse de acuerdo sobre la eficacia de la subida de tasas del tabaco, el alcohol o el azúcar en bebidas
27 noviembre, 2016 00:00Dios, según nos recuerda a cada momento el Papa Francisco, perdona siempre. Pero las administraciones, parece que no. Y allí donde ven flaqueza de la carne (bebida, comida, juego o sexo) ponen una tasa. Con polémicas y con la bendición de instituciones como la Organización Mundial de la Salud (OMS), España se está haciendo adicta a los llamados ‘impuestos del pecado o sin tax.
Para cuadrar los Presupuestos del 2017, el Ejecutivo de Mariano Rajoy gravará más en breve consumos considerados perjudiciales para la salud como el tabaco y el alcohol. Carles Puigdemont lo aplicará al azúcar, y en cartera quedan otros sobre las grasas trans y la comida basura, juegos de azar y el sexo de pago si se legaliza la prostitución.
Ventajas y contrapartidas
Sus defensores aseguran que la intención primordial no es recaudatoria sino reducir el consumo malsano de estos productos. Suelen ser más populares que otros impuestos, pero sus contrapartidas, según los expertos, serían el contrabando y los mercados negros, que discriminan a las clases más bajas y suponen una intromisión paternalista de los gobiernos en comportamientos personales.
La OMS da margen para que los impuestos suban hasta el 75% del valor de los cigarrillos. Es la medida “más efectiva y rentable”, según su secretaria general, Margaret Chan, de combatir la epidemia del siglo, que se cobra una vida cada seis segundos o seis millones al año; 60.000 en España. El Ministerio de Hacienda aún tiene margen para subir desde el 57,5% actual. Si contar, claro, el 21% del tipo general del IVA, que acompaña a todo tipo de productos.
Costes indirectos
El organismo no se atreve a aconsejar porcentajes en el caso del alcohol, pero advierte de que es el origen de una muerte cada diez segundos por enfermedades del corazón y el hígado, accidentes de tráfico, suicidios y cáncer.
“Tiene un grave efecto en la salud pública y es uno de los principales factores de riesgo para la mala salud”, sentencia. Cristóbal Montoro tiene un excelente argumento con las víctimas: 25.000 muertes al año en España.
Eficacia discutible
El azúcar es el tercer pecado a combatir. La OMS pide impuestos especiales del 10% al 50% a los refrescos azucarados. Se apoya en los buenos resultados que ese recargo fiscal ha obtenido en México, país muy castigado por la obesidad y la diabetes.
Pero algunos críticos le responden que en Dinamarca no ha servido para mucho, y que esa subida de precios de los refrescos repercute básicamente en los pobres.
¿Y el resto de los soportes?
Quizá se consuman menos refrescos, pero, como apuntan algunos estudios el azúcar sigue estando presente en yogures, leches, pastelería, bollería, algunos zumos, chocolates… Además, es un estabilizante, edulcorante y conservante de muchos otros alimentos. La industria argumenta que se requieren sobre todo medidas educativas para que la gente sepa el coste que esos consumos implican en su salud y en la sanidad.
Cataluña se ha lanzado a aplicarlo. Con una tasa entre 8 y 10 céntimos por litro, la Generalitat espera recaudar 31 millones de euros en 2017 y 41,3 millones en 2018. “Solo conseguirá castigar al consumidor con más impuestos”, asegura Josep Puxeu, director general de la patronal de bebidas de refrescos, al tiempo que anuncia medidas legales.
Varias asociaciones médicas defienden el impuesto a nivel estatal. Pero la nueva titular de Sanidad, Dolors Monserrat, y el propio Montoro guardan silencio.