Business

El fiasco de Julio Iglesias y Pedro J. Ramírez en su pasión vinícola

El cantante español más internacional y el influyente periodista se ven obligados a ceder el control de la Bodega Montecastro a verdaderos expertos en el sector para que el proyecto salga adelante.

4 julio, 2015 19:36

Julio Iglesias, Pedro J. Ramírez y Alfonso de Salas son tres pesos pesados en el ámbito de la notoriedad profesional. Eran los principales accionistas de la Bodega Montecastro, situada en la Ribera del Duero. La relación sentimental del cantante en otros tiempos con el tinto Pesquera y sus alusiones a grandes etiquetas francesas nada tienen que ver con su actual implicación con esta firma cuyo nombre, paradójicamente, todavía no ha salido de sus labios.

Hace unos meses, cuando las pérdidas hicieron perder interés a los fundadores, otra bodega de la misma denominación de origen (Hacienda Monasterio) tomó el control del 50% de Montecastro mediante una ampliación de capital.

Su amistad con uno de los accionistas, así como su pasión por el mundo del vino, llevó al cantante español a formar parte del proyecto. Los medios de comunicación controlados entonces por el periodista Ramírez o el editor De Salas destacaban que las visitas del popular cantante a las bodegas y su promoción en Estados Unidos era constante. "Suele firmar botellas para causas benéficas", explicaban en la bodega vallisoletana ubicada en Castrillo de Duero, a 10 kilómetros de Peñafiel. Hasta que Iglesias se cansó de perder dinero y poner su imagen a disposición de la marca.

La firma está presidida por Alfonso de Salas, marqués de Montecastro y Llanahermosa. Es el máximo accionista. Además de los notables más populares también figuraban como socios empresarios y periodistas como Juan González, Gregorio Peña, Francisco Torres o Enrique Sánchez.

Aunque la compañía vende en 27 países y apunta a Brasil, China y otros destinos asiáticos como mercados prioritarios, los propietarios se han visto obligados a ceder el control a unos verdaderos expertos del sector. Ni todos los premios cosechados con sus caldos han impedido el fiasco monumental.