Sin cuerpo, ADN, arma ni confesión: así es la unidad de Mossos que resuelve casos (casi) imposibles
La Unidad Central de Personas Desaparecidas, de la División de Investigación Criminal, se encarga de los homicidios que se hacen pasar por desapariciones
12 marzo, 2023 00:00Existe en el seno de los Mossos d’Esquadra una unidad que se encarga únicamente de investigar el 0,001% del total de las desapariciones registradas desde 2010 en Cataluña, un total de 30 casos hasta la fecha. Sin embargo se trata, probablemente, de los más complejos a los que se enfrenta el cuerpo. Ellos han logrados las dos primeras sentencias condenatorias en España para los autores de crímenes de los que no hay ni cadáver, ni testigos, ni arma homicida, ni muestras biológicas, ni escenario del crimen ni tampoco una confesión.
Se trata de la Unidad Central de Personas Desaparecidas, de la División de Investigación Criminal, que asume los homicidios con posterior ocultación de cadáver y que se hacen pasar por desapariciones, precisamente, porque los autores no quieren que se conozca el delito. Actualmente la unidad que dirige el sargento jefe Pere Sánchez Jiménez está compuesta por seis personas que cuentan con una formación muy dispar, lo que los convierte en un grupo altamente especializado --como ocurre con el resto de unidades centrales del cuerpo-- y que no asumen delitos genéricos, sino que se focalizan solo en estas complejísimas investigaciones.
Investigar un homicidio sin el cadáver
A diferencia de otros grupos, como el de homicidios, esta unidad trabaja a la inversa. Fue por el caso de Ramón Laso --condenado por un doble crimen-- cuando la unidad desarrolló el método de trabajo que utiliza hasta la fecha y que le permite investigar un crimen sin haber encontrado nunca el cuerpo. “Es la investigación la que debe determinar dónde puede estar el cadáver y no el cadáver el que marca el inicio de la investigación”, explica Sánchez.
Para presentar un atestado al juez y al fiscal que demuestre no solo que una persona está muerta, sino que ha muerto por causas criminales, primero realizan una “investigación precriminal”. Esta fase pretende demostrar de forma empírica que el desaparecido ha fallecido, aun sin cuerpo. “Estudiamos sus rutinas, su entorno laboral, social y familiar, sus necesidades, sus estados anímicos…”, precisa. Si determinan que hay una absoluta falta de actividad vital, es decir, que está muerto, tratan de esclarecer si detrás se esconde un hecho criminal.
Las desapariciones no prescriben
En la mayor parte de casos son requeridos por otras unidades que, mientras investigan una desaparición, encuentran algún indicio de sospecha criminal. Tras pasar por su filtro, deciden si lo asumen --si hay indicios para creer que están frente a un homicidio con ocultación de cadáver-- o si dan apoyo técnico a la unidad de investigación para que continúe trabajando en la resolución del caso. Además, recuerdan, si la causa no se ha investigado previamente como un homicidio no prescribe. “El delito de desaparición no existe, así que no puede prescribir. Nuestra primera función, de hecho, y la más compleja, es convencer a un juez de que algo que a priori no parece un delito sí lo es. Y no cualquier delito, sino el delito más alarmante de todos: un delito contra la vida. Si se mantiene como desaparición se puede reabrir siempre”, precisa Sánchez.
Pero ¿cómo logran convencer a magistrados y jurados populares de que deben condenar a alguien por un crimen del que no hay cadáver ni confesión? “Se trata de ir hilvanando pequeños elementos que por sí solos no tienen un peso específico, pero que, de manera conjunta, sí”, explica el sargento. Es lo que se conoce como prueba por indicios, que el Tribunal Supremo avaló para enervar el principio de presunción de inocencia. Para ello, tiran del análisis de la información, de intervenciones telefónicas, tarificaciones, geolocalizaciones y elementos contradictorios, entre otros, además de la inteligencia policial adquirida durante años de experiencia.
Las dos primeras sentencias con pruebas indiciarias
Así es como la unidad consiguió dos sentencias pioneras, las primeras en España, que condenaron a los autores de dos crímenes sin el cuerpo de sus víctimas. La primera fue la del caso de Ramón Laso, que ya en los 80 mató a su mujer y a su hijo e hizo lo mismo en 2009, cuando acabó con la vida de su cuñado y su pareja. En 2011 lo condenaron por el doble homicidio pese a que no se encontraron los cuerpos, restos de ADN, testigos, arma homicida, escenarios del crimen y, por supuesto, nunca confesó.
La segunda fue la de Mohamed Taheri, que mató a su mujer en Mataró en 2014 cuando esta le pidió el divorcio. “Ocultó el cadáver y tan oculto está que no se ha descubierto nunca”, añade Sánchez. De poco le sirvió, porque la investigación hizo aflorar indicios suficientes como para que lo condenaran por homicidio en 2018. Aunque estos casos suponen un porcentaje pequeño de los crímenes --dado que en la mayoría los cuerpos aparecen enseguida o el autor confiesa lo ocurrido--, el 78% de las desapariciones investigadas de ámbito criminal están relacionadas con la violencia de género. No obstante, asegura Sánchez, están repuntando aquellos sucesos relacionados con el tráfico de marihuana, en los que un narcotraficante mata a otro y lo hace pasar por una desaparición. Estas dos casuísticas suponen casi el 100% de las carpetas de la unidad.
El nexo entre familias e investigadores
La Unidad Central de Desaparecidos que capitanea Sánchez trabaja estrechamente con la Oficina de Atención a las Familias de Personas Desaparecidas, si bien esta asistencia se ocupa de todos los casos, no solo de los de ámbito criminal. Nació en 2014, después de que el padre de la desaparecida Cristina Bergua, Juan Bergua --creador de INTERSOS junto al de Llum Valls--, trasladara la necesidad de crear un servicio de acompañamiento. Lo explica la cabo Laura Villanueva, la jefa del despacho en el que trabajan tres personas en total. "Cuando los investigadores habían concluido las gestiones las familias se quedaban solas", por ello Bergua pensó en esta unidad, pionera en España y Europa, para acompañar, informar y orientar a los familiares de lo desaparecidos. Las tres mossas que trabajan en ella son el nexo entre las familias y los investigadores.
Cuando una familia presenta una denuncia por desaparición se les facilita un documento donde se les informa de la existencia del despacho para que contacten con ellas. Además, están pendientes de la decena de denuncias diarias que se presentan en Cataluña por desaparición. También les llegan casos desde oficinas de atención al ciudadano o cuando una unidad de investigación les traslada que una familia está muy angustiada.
3.620 desapariciones en 2022
A pesar de ser tres para toda Cataluña, donde se contabilizaron 3.620 casos de desaparición solo en 2022, acompañan a las familias tanto presencialmente como por teléfono. “El contacto es muy estrecho y nos adaptamos a las familias. Sabemos todo sobre ellas. Se establece un vínculo muy fuerte. Cuando vamos a verlas nunca tenemos prisa, estamos todo el tiempo que necesiten para ajustarnos a sus necesidades”, explica Villanueva.
Mientras que los investigadores se hacen cargo del operativo, ellas asumen la parte emocional. En los casos de ámbito criminal su forma de actuar es diferente: “Los investigadores nos indican qué se le puede decir y qué no a las familias. Una de nuestras funciones es mucha empatía y escucha activa, que en estos casos se acentúa mucho más", expresa la cabo. ¿Por qué? Precisamente porque en estas situaciones no pueden darles demasiadas respuestas al estar bajo secreto de sumario y por eso la familia tiene todavía más necesidad de preguntar.
El acompañamiento emocional
Aunque hacen una contención emocional en momentos críticos, como puede ser la comunicación de una muerte, aclara Villanueva, la oficina no ofrece un tratamiento psicológico, sino que cuando detectan esta necesidad los derivan a un especialista. Ellas se encargan de escuchar a los familiares, ofrecerles orientación jurídica y orientarlos a la hora de tomar decisiones en un momento muy crítico de sus vidas. “Les explicamos, por ejemplo, las ventajas y los inconvenientes de publicitar una desaparición en redes sociales o con carteles para que puedan tomar una decisión acertada y tengan en cuenta la visión de los investigadores para evitar que la difusión mediática interfiera en las tareas de investigación”.
Aunque el 99,9% de las desapariciones son voluntarias, ellas atienden a todas las familias que lo requieren y se encargan de explicarles en qué consiste un proceso de desaparición, cuáles son los escenarios con los que se pueden encontrar y las asesoran de forma coordinada con los investigadores para reducir al máximo el impacto emocional, sea cual sea el desenlace.