La broma secreta de Janos Major
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Buscando en la biblioteca del Reina Sofía información sobre Janos Major (Budapest 1934-2008) encontré apenas una revistilla desvaída, con algunos dibujos del autor, extraños, torturados. Y un artículo sobre él con la fotografía de su abrigo, colgado en una exposición colectiva en la que participó mediados los años sesenta en una galería de arte clandestina de un pueblo a las orillas del lago Balatón, que fue clausurada por la policía al cabo de dos meses. De su aspecto físico he encontrado en la Wikipedia inglesa una foto.
Pero de su obra maestra, un happening o performance, no se conserva ni una sola imagen, porque fue secreta, aunque los asistentes que siguen vivos la recuerdan como si fuese ayer, entre risas.
El happening fue un happening secreto. Parece una contradicción en sus términos, pero eso le da aun más gracia. Desde luego, los que asistieron aún se están riendo.
Fue en la fiesta de inauguración de la primera exposición del famoso artista húngaro, jefe de filas del movimiento del arte óptico o cinético u op art Victor Vasarely que se celebró en Hungría, en octubre de 1969, en la galería Mücsarnok el gran centro de exposiciones oficial de la capital húngara.
Cuarenta años atrás Vasarely había emigrado a París donde hizo una formidable carrera a partir de la galería de Denise René. Junto con Picasso, era el militante más conocido en la división de arte del partido comunista francés.
En 1969 Hungría estaba sometida a la dictadura de János Kádár. La estética nacional impuesta a las artes plásticas era el realismo socialista, pero al régimen comunista le convenía dar muestras de cierto aperturismo cultural hacia Occidente, incluso de una relativa independencia de los dictados de Moscú, siquiera en el plano cultural, y así fue como el 18 de octubre se pudo inaugurar aquella gran retrospectiva de Vasarely, todo un acontecimiento al que acudió la crema y nata de la sociedad artística húngara, animada por sentimientos contradictorios.
Los invitados estaban llenos de curiosidad, ávidos de conocimiento y encantados de asistir por primera vez a una gran muestra de arte abstracto internacional. Admiraban a Vasarely, pero al mismo tiempo le reprochaban su complicidad con el régimen y que este le apoyase y financiase, mientras a ellos, a los artistas de Budapest, se les forzaba al realismo socialista.
En efecto, aquella retrospectiva sería el primer paso de una estrecha colaboración entre el régimen comunista y el talentoso hijo pródigo, al que en adelante dedicaría museos y fundaciones y los más distinguidos espacios públicos.
En este sentido, era una fiesta agridulce. En los asistentes reinaba al mismo tiempo la excitación de asistir a un acontecimiento y el sentimiento de agravio y de frustración.
En ninguna de las fotos que documentan la inauguración en el Mücsarnok, en las fotos en blanco y negro donde se ve a tanta gente joven, la gente guapa de entonces en Budapest, vestida con las mejores galas sesenteras, contemplando las telas de Vasarely --sus asombrosas redes, tramas, ilusiones ópticas de espacios rígidos con perspectivas inestables, aquella abstracción impersonal--, aparece Janos Major. Es como si no hubiera estado. Pero estuvo.
Qué pasó allí lo supe en el año 2011, cuando por pura casualidad contemplé una estupenda, pequeña, inolvidable exposición del comisario Andreas Fogarasi, repartida en dos salitas laterales del Reina Sofía. Esta exposición en el Reina era la “reconstrucción” documental de la acción de Major en la retrospectiva Vasarely de 1969. Era una exposición sobre una obra de Major en la que no se veía ni a Major ni su obra. La exposición de un vacío.
En las paredes y vitrinas de la primera de las dos salitas se exhibían unas cuantas fotografías en blanco y negro de la juventud húngara visitando la retrospectiva. Pasando bajo un arco se accedía a la sala contigua, aún más pequeña, donde había cuatro pantallas de vídeo. En cada pantalla algunos de los jóvenes asistentes a la inauguración de 1969, ahora ya canosos, entrados en años y en kilos y convertidos en figuras veteranas y prominentes del estamento cultural de Budapest, explicaban a todo color lo que pasó, el happening imperceptible de Janos Major, a quien el distinguido artista húngaro Tamás St. Auby, vehemente y convencido, califica como "uno de los mejores artistas de la historia universal":
El happening consistía en lo siguiente: János se paseaba silencioso entre la multitud, y cuando se cruzaba con algún amigo de confianza extraía de la chaqueta una diminuta pancarta donde decía: VASARELY GO HOME.
Este encuentro producía en el otro una inmediata reacción de sorpresa, entendimiento, complicidad e hilaridad. Pero sin darle tiempo a decir nada, ya Janos había vuelto a esconder la pancartita y seguía su camino entre los asistentes hacia algún otro amigo al que mostrársela “clandestinamente”.
Fenomenal irradiación de una travesura artístico-política, a la vez irreverente y delicada, que atraviesa las décadas y 42 años después renace por algún tiempo en el Reina Sofía y se instala para siempre en la conciencia de los visitantes como yo: aquella travesura alegre como un logro de la inteligencia y triste como la misma vida del divertido pero depresivo Major o como un abrigo colgado de una percha.