Fotomontaje de agentes policiales y grupos 'ultras' de fondo

Fotomontaje de agentes policiales y grupos 'ultras' de fondo

Vida

El 'hooliganismo' desciende a las categorías bajas: el fenómeno Boixos inspira a los grupos más pequeños

El movimiento 'hooligan' ya no se expresa en los escenarios de élite, sino en campos de barrio donde Mossos y Policía Nacional observan como nuevas generaciones reproducen los códigos, rivalidades y estéticas de los ultras históricos

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Lejos quedan aquellos tiempos en los que los hooligans más radicales sembraban el caos en las calles de Barcelona.

Fueron unos años, de principios de los 80 a mediados de los 90, en los que los grupos ultras --Boixos Nois en el caso del FC Barcelona; y las Brigadas Blanquiazules en el del RCD Espanyol-- se movían por la ciudad como mareas violentas, sin apenas oposición efectiva.

Los cuerpos policiales los perseguían, sí, pero carecían de una herramienta jurídica que permitiera limitar su capacidad de acción, sancionarlos de forma inmediata o impedirles el acceso a recintos deportivos.

Todo cambió en 1992 con la entrada en vigor de la Ley del Deporte; y más tarde, en 2007, con la ley contra la violencia, el racismo, la xenofobia y la intolerancia en el deporte.

Dos marcos legislativos que profesionalizaron los dispositivos de seguridad, blindaron los estadios y permitieron extender el control policial a calles, accesos, estaciones, bares y puntos de reunión.

Ultras del FC Barcelona encarándose a los Mossos durante la previa a un partido de Champions

Ultras del FC Barcelona encarándose a los Mossos durante la previa a un partido de Champions Simón Sánchez

El fenómeno no desapareció

Pero con la llegada de la ley, el fenómeno ultra no desapareció: solo cambió de forma, de escala y de escenario.

Hoy, los grandes estadios son, paradójicamente, los espacios más seguros del ecosistema futbolístico. Los controles de acceso, las cámaras, las unidades de seguridad privada, las entradas nominales y la coordinación permanente entre cuerpos policiales y clubes han desalojado de las gradas a los colectivos más violentos.

Los Boixos Nois ya no pueden entrar como grupo organizado, y las sanciones administrativas han frenado buena parte de su presencia visible dentro de los estadios.

La Curva, actual núcleo ultra del Espanyol, mantiene un perfil más moderado, lo que les permite acceder al estadio, aunque los cuerpos policiales no pierden su actividad de vista.

El problema, sin embargo, ya no está (solo) ahí.

El foco se desplaza

El foco se ha desplazado y ha descendido a categorías inferiores; a esos campos de Primera o Segunda RFEF, incluso en el fútbol más territorial, donde hay menos medidas de seguridad, pero las rivalidades históricas son igual de intensas.

Expertos en información e inteligencia policial de los Mossos d'Esquadra, que llevan años analizando esta mutación, lo explican con claridad: "Los grupos pequeños se están reflejando, inspirando y, en algunos casos, copiando directamente de los códigos, la estética y la estructura de los viejos grupos ultras".

Este paradigma en ningún caso ha conllevado la desaparición del movimiento en Primera División, pero sí que ha supuesto su expansión.

Afición del FC Barcelona

Afición del FC Barcelona Òscar Gil Coy

Policía Nacional y Mossos explican que la imagen de este “efecto espejo” se refleja en colectivos como los Desperdicis de la UE Sant Andreu, los Escapulats del CE Europa o los Cornehools de la UE Cornellà.

Aficiones que, a pesar de tener ideologías radicalmente opuestas, siguen los postulados de los grupos ultras históricos: rituales, simbología, jerarquía y confrontación.

"Espacios de pertenencia"

El fenómeno también tiene una dimensión social. La Brigada Provincial de Información (BPI) de la Policía Nacional en Barcelona insiste en que estos grupos funcionan como “espacios de pertenencia” para jóvenes que se sienten desarraigados o sin red de apoyo.

“Muchos chicos encuentran aquí una identidad que no tienen fuera. Dentro del grupo hay reconocimiento, un rol, una familia. Eso explica por qué la captación es tan efectiva”, explica una inspectora, jefa de grupo, de la BPI.

Asimismo, el fenómeno ultra catalán, aunque con características propias, no está desconectado del contexto europeo.

Por su lado, desde la Comisaría General de Información insisten en que España sigue siendo un “referente” en materia de prevención y control, pese al repunte pospandemia. Con una Oficina Nacional del Deporte, encargada de coordinar todos los grandes eventos deportivos.

Seguridad dentro y fuera del estadio

A nivel operativo, la transformación del fenómeno y la entrada en vigor de la Ley del Deporte obligó a redibujar por completo el mapa de actuación policial.

Los expertos en inteligencia policial de Mossos d’Esquadra explican que el blindaje de los estadios forzó a desplazar buena parte de los dispositivos hacia la ciudad, incluyendo estaciones de tren, zonas de ocio, bares, polígonos y descampados.

Agentes de la Brimo escoltando a los ultras del Nápoles en Barcelona

Agentes de la Brimo escoltando a los ultras del Nápoles en Barcelona Gala Espín

El inspector Daniel López, el coordinador de seguridad del Girona FC, lo describe con una claridad quirúrgica: “El problema casi nunca está en el partido. Está en lo que pasa antes”.

Asimismo, se ha podido constatar que la mayoría de los enfrentamientos ya no se producen durante el encuentro, sino en las horas —o días— previos. Y que, además, en muchas ocasiones, esos enfrentamientos son, incluso, pactados.

Estas citaciones clandestinas, herederas de una cultura ultra europea muy arraigada en países como Italia o Polonia, se han convertido en una liturgia propia del radicalismo catalán. “El objetivo no es el resultado del partido. Es ganar la batalla”, concluyen.

El caso del Girona CF

En este sentido, la evolución del fenómeno se ha hecho especialmente visible en Girona, donde el salto del club a competiciones europeas ha obligado a diseñar dispositivos de seguridad de una complejidad inédita para una ciudad de su tamaño.

Incluso, siendo un equipo con un movimiento ultra muy incipiente y casi inexistente: Jovent Gironí.

Afición del Girona FC en un partido en Montilivi

Afición del Girona FC en un partido en Montilivi Europa Press

El modelo que utiliza el Girona FC —y que los Mossos reproducen en cualquier escenario de alta intensidad— se basa en el doble dispositivo estadio-ciudad: uno centrado estrictamente en el recinto deportivo, y otro, mucho más amplio, que controla estaciones, accesos, calles, zonas de ocio y cualquier punto donde puedan agruparse las aficiones visitantes.

Esa arquitectura táctica solo funciona gracias a la interlocución constante entre los coordinadores de seguridad --que pertenecen a los cuerpos policiales-- y los directores de seguridad de los clubes.

El intercambio de información incluye algo crucial: la lista nominal de compradores de las entradas visitantes. Desde hace años, La Liga exige que todas las entradas destinadas a la afición rival sean nominales.

Los datos se cargan en una plataforma informática que permite detectar perfiles violentos, analizar antecedentes y anticipar la llegada de individuos problemáticos.

Partidos europeos

En competiciones europeas, el Girona FC ha afrontado sus mayores desafíos. La UEFA exige una coordinación mucho más estricta, con reuniones previas en Suiza donde se fijan riesgos y protocolos, y donde se propone siempre un Meeting Point para concentrar a la afición visitante y poder escoltarla al estadio. Pero no todas las hinchadas colaboran.

El caso más complejo de la temporada pasada fue el del Feyenoord, una de las aficiones más violentas de Europa: los ultras holandeses rechazaron el Meeting Point oficial por “falta de ambiente” y se autoorganizaron en Lloret de Mar, atraídos por el precio de la cerveza. Allí montaron su propia previa, contrataron autocares y no avisaron a nadie.

Anticipar para proteger

En este contexto, la labor policial funciona como un engranaje continuo. La Brigada Provincial lo resume en una frase: “La prevención y la investigación son la misma rueda”.

Cada partido de riesgo requiere analizar antecedentes, estudiar rivalidades históricas, identificar alianzas y posibles venganzas, monitorizar redes sociales, cruzar datos de entradas nominales facilitadas por La Liga y establecer puntos de encuentro controlados para acompañar a las aficiones visitantes.

Cada dispositivo es un tablero de ajedrez donde, dicen los dos cuerpos policiales: “anticipar es la única garantía de estabilidad”. Una estabilidad que, en este terreno de juego, nunca está del todo asegurada.