Al menor síntoma de apendicitis, se debe acudir al médico
Apendicitis, la urgencia abdominal que no da tregua
La apendicitis, aunque frecuente, es una urgencia médica que puede complicarse en cuestión de horas. Reconocer sus síntomas y acudir a tiempo al especialista es clave para evitar riesgos graves
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La apendicitis es una patología común, pero cuando se manifiesta requiere atención inmediata. Consiste en la inflamación del apéndice, un pequeño órgano en forma de saco alargado y estrecho que se extiende como una prolongación desde el intestino grueso, en la parte inferior derecha del abdomen. Aunque su función exacta es aún desconocida, lo que sí se sabe es que, cuando se inflama, puede convertirse rápidamente en una grave emergencia médica.
"La apendicitis aguda representa una de las causas más frecuentes de cirugía abdominal urgente en todo el mundo", afirma el doctor Guillermo Pola, miembro de la Unidad de Cirugía General y Aparato Digestivo del Hospital Quirónsalud Zaragoza. Según el doctor Pola, su incidencia es de 233 casos por cada 100.000 habitantes al año, afectando ligeramente más a hombres que a mujeres (en una proporción de 4:1) y siendo más común en la segunda y tercera década de la vida. Esta incidencia supone que, según el INE, casi 56.000 personas tuvieron que pasar por quirófano en 2024 para deshacerse de su apéndice. La mayoría, de forma urgente.
Intervención necesaria
Una apendicitis no tratada a tiempo puede tener consecuencias graves ya que, “sin intervención médica, su evolución natural es hacia la perforación y la peritonitis”, tal y como asegura el doctor Carlos Ballesta, director de Centro Laparoscópico Doctor Ballesta, ubicado en los consultorios del Centro Médico Teknon. Una progresión que puede desarrollarse de forma rápida, en unas 24 o 48 horas.
Por eso, asegura que “el tratamiento óptimo es la extirpación quirúrgica del apéndice o apendicectomía lo más próximo a efectuado el diagnóstico”. Una intervención relativamente sencilla que puede realizarse mediante una incisión en la fosa ilíaca derecha, o bien, como aconseja el doctor Ballesta, con más de 30 años de experiencia en cirugía digestiva y pionero de esta técnica, mediante laparoscopia: “A través de tres incisiones de menos de 10 mm. nos metemos dentro del abdomen y, con una mejor visión que abriendo, podemos realizar los mismos gestos y operación que haríamos por cirugía abierta, sin los problemas que produce la cirugía laparotomica: infecciones, reintervención y cicatrices defectuosas”, señala el experto.
Del inflamado al perforado
Los problemas comienzan cuando el apéndice se obstruye, generalmente por heces, por alguna afección gastrointestinal o, en casos mucho menos frecuentes, por un cuerpo extraño (un hueso de fruta, por ejemplo). En esta primera fase, conocida como apendicitis catarral, el apéndice se inflama porque se llena de bacterias y moco.
Poco a poco, la presión interna aumenta, impidiendo el flujo sanguíneo y provocando una inflamación más severa, conocida como apendicitis flemonosa. En esta etapa, el dolor abdominal se intensifica y se localiza en la parte inferior derecha del abdomen.
Si la inflamación continúa, el tejido del apéndice puede necrosarse, dando lugar a una apendicitis gangrenosa. En este punto, el riesgo de perforación es muy alto y, cuando se rompen las paredes del apéndice, su contenido -heces y pus fundamentalmente- se libera en la cavidad abdominal, lo que desencadena una grave infección: la temida peritonitis.
Esta situación requiere una intervención quirúrgica inmediata y un tratamiento antibiótico intensivo para evitar una septicemia y otras complicaciones potencialmente mortales.
Los síntomas típicos (y no tan típicos)
Dada la rápida evolución de la apendicitis, un diagnóstico temprano es vital para evitar complicaciones. Y, para ello, es imprescindible conocer sus síntomas, saber identificarlos y actuar con rapidez.
El más característico es el dolor en la parte inferior derecha del abdomen, que inicialmente puede presentarse alrededor del ombligo o incluso en la zona epigástrica, justo por debajo del esternón. Se trata de un dolor que empeora al toser, realizar movimientos bruscos o caminar.
Otros síntomas comunes son: la fiebre, que generalmente comienza como febrícula (hasta 38ºC) pero que puede aumentar según la evolución; las náuseas y vómitos, que suelen aparecer poco después del inicio del dolor; la pérdida de apetito, uno de los síntomas más constantes; y la rigidez abdominal.
Los síntomas menos frecuentes, que se dan menos del 50% de los casos, son la diarrea, más común si el apéndice está en posición pélvica; la distensión abdominal, una hinchazón del abdomen dolorosa a la palpación; o dolor en zonas como la espalda baja, la pelvis o incluso el lado izquierdo.
Si estos síntomas persisten más de 24 horas, es importante acudir a un centro médico que confirmará -o no- nuestras sospechas con un análisis de sangre y una ecografía abdominal o una resonancia magnética.
¿Es hereditaria la apendicitis? ¿Se puede prevenir?
Es común encontrar casos de familias donde varios miembros han sido operados de apendicitis aguda. Si bien esto podría explicarse por la alta incidencia general de la enfermedad (un factor estadístico), estudios recientes sugieren que podría haber un componente genético y ambiental en juego.
"Los últimos estudios poblacionales publicados al respecto, sugieren que los individuos con historia familiar de apendicitis aguda pueden tener un riesgo incrementado de padecerla. Esto podría explicarse por factores genéticos y ambientales (estilo de vida, dieta…) compartidos por los miembros de una misma familia" explica el doctor Guillermo Pola, de la Unidad de Cirugía General y Aparato Digestivo del Hospital Quirónsalud Zaragoza.
La probabilidad de sufrir apendicitis a lo largo de la vida es del 8.6% en hombres y 6.7% en mujeres. Un riesgo que, lamentablemente, no se puede prevenir al 100%. Sin embargo, la mayoría de los expertos recomiendan adoptar hábitos que favorezcan una buena salud digestiva para evitar la obstrucción del apéndice como, por ejemplo, una dieta rica en fibra que ayude a un tránsito intestinal regular; beber suficiente agua para favorecer la digestión y prevenir el estreñimiento; evitar el estrés que puede alterar la movilidad intestinal y favorecer procesos inflamatorios; y, en general, descansar de forma adecuada para tener un sistema inmunológico fuerte.