Javier Mariscal en su despacho del Poblenou de Barcelona, en una entrevista con Crónica Global

Javier Mariscal en su despacho del Poblenou de Barcelona, en una entrevista con Crónica Global Luis Miguel Añón

Vida

Javier Mariscal: “A los tristes les recomiendo pastillas, bares y más sexo. Vivir es maravilloso”

El ecléctico artista expresa sus pensamientos sobre el arte, la vida y el pasado con una visión optimista y sin concesiones

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Javier Mariscal (Valencia, 1950) nunca deja indiferente a nadie. De su cabeza brotan ideas, palabras, sueños y recuerdos a velocidad vertiginosa. El diseñador y dibujante, a sus 75 años, desprende energía por la vida. Ha cambiado el bullicio de Barcelona por el reposado Empordà, desde donde se dedica a seguir su obra. Pinta como habla, a borbotones y sin miedo a la opinión ajena. 

Desde su taller del barrio del Poblenou de Barcelona atiende a Crónica Global para repasar sus pensamientos sobre el arte, la vida y el pasado. Su discurso es optimista. Para Mariscal, todo se puede solucionar con un cocktail de Javier de las Muelas, algún antidepresivo y el sexo. 

Lo vi por última vez en el Dry Martini con un discurso muy optimista sobre la vida.

Me gusta vivir la vida, como a cualquier otro ser vivo. Una hormiga, un platanero o un geranio viven la vida porque es lo que les ha tocado. Pues yo igual. Una mosca vive dos días, pero lo hace intensamente. Y yo que soy un hombre blanco en la mejor ciudad del mundo, ¿qué más quiero?

¿Qué le diría a los tristes y deprimidos?

Que vayan a la cocina o al lavabo, abran el grifo y comprueben si sale agua caliente y potable. Si, en efecto, la hay, que se callen. O se compren pastillas, acudan a los bares o tengan más sexo. Ya se les pasará. Vivir es maravilloso.

¿Y si la tristeza persiste?

Entonces muérete en el sótano y no en el ático, que luego bajar el cuerpo es un coñazo para el sepulturero. Y, sobre todo, no te mueras en mitad de una fiesta. No molestes.

¿Qué es lo último que le ha sorprendido?

Los libros de Yuval Noah Harari, porque me explican de dónde venimos, cómo se hace un hombre. No me gustan los datos ni los catedráticos. No quiero saber quién descubrió este hueso o aquella cueva. Pero, en cambio, sí me interesa saber cómo nace el dinero. O qué nos diferencia de los leones. O por qué, normalmente, no nos matamos entre nosotros.

A veces sí que nos matamos entre nosotros.

No, nosotros podemos colaborar. Mira el caso de Cataluña. Tres o cuatro millones de personas están dispuestas a pelearse con trabucos por una idea completamente abstracta, pero sin muertos de por medio.

Harari también habla del arte como elemento de nexo entre humanos.

Claro, porque si no pudiéramos compartir sentimientos, nuestra especia moriría. Nos pegaríamos todos un tiro. Imagínate que has ido a Formentera en agosto, has visto la luna llena y te has emocionado. Y al volver le cuentas a un amigo que has visto una luna que era como un disco de oro sobre un mar azul profundo. Y el amigo te mira diciendo "qué tío más raro eres". Se lo explicas a tu madre, a tu cuñado y a tu vecino. Todos piensan que estás chalado y al final te tienes que suicidar. 

Javier Mariscal en su despacho del Poblenou de Barcelona, en una entrevista con Crónica Global

Javier Mariscal en su despacho del Poblenou de Barcelona, en una entrevista con Crónica Global Luis Miguel Añón

Huye luna, luna, luna / Si vinieran los gitanos, / harían con tu corazón / collares y anillos blancos.

Federico García Lorca lo explica mejor que cualquier otro humano. Y piensas “no estoy solo, este tío también se emociona con las mismas cosas”. Pero cada persona es una destilación de miles de simbologías, de historias que están ahí. Cada generación recibimos un disco duro. Somos esponjas de lo que nos han contado y de lo que hemos visto desde niños.

¿Qué hubiera sido de usted si no fuera artista?

Ni me lo pregunto. Yo me he dedicado a dibujar por necesidad, porque nací en una familia de 11 hermanos donde era el único disléxico. Hasta los 50 años no supe lo que era. Sentía como si tuviera un impermeable alrededor de mi cerebro, un plástico donde muchas cosas no entraban. No sé restar ni sumar ni tengo memoria numérica. Todo esto me produjo un estado de insatisfacción y me agarré al dibujo como única salida. Empecé a dibujar todo lo que veía: sillas, muebles, casas, árboles, las piernas de mi abuela o mis zapatillas.

Empezó a vender dibujos en el Pont des Arts de París, el puente en el que, en Rayuela, Horacio Oliveira siempre esperaba encontrar a la Maga…

Así es. La gente me empezó a pedir dibujos, y yo empecé a cambiarlos por un café, un bocadillo o una cerveza. No tenía dinero y me puse a pintar postales allí mismo, en el Pont des Arts. Antes ya había vendido alguna cosa en Barcelona, con una nueva tecnología maravillosa que se llamaba fotocopias. Era perfecto. 

¿Le asusta que ahora la IA pueda hacer dibujos parecidos a los suyos en apenas 3 segundos?

No me asusta. Yo no soy como la iglesia, a quien le asustó hasta la aparición del bolígrafo. La IA es un paso más de cómo estamos siempre inventando y evolucionando. Mi generación ha visto muchos cambios: nacimos con las mulas arando y luego aparecieron máquina que lo hacían todo. O pasamos de estar aislados a escuchar la radio en un trasto que no sabíamos qué era. Parecía magia. Luego vino el fluorescente o el plástico, los colores pastel, las formas redondas, los coches deportivos o los muebles rojos, amarillos y algunos incluso con tetas.

También la concepción del sexo ha cambiado, como ha explicado en otras ocasiones.

Claro, cuando conocíamos a las francesas en los 60 y 70, que venían a Valencia y a Barcelona, alucinábamos. Hacían cosas en la cama alucinantes. Las españolas estaban mucho más atrasadas, pero luego la cosa ya se igualó. Y los hombres tuvimos que empezar a reciclarnos, porque éramos muy machistas. Nos dimos cuenta de que por haber nacido hombres tenemos muchas más oportunidades que las mujeres. 

¿Sigue siendo machista?

Seguimos evolucionando, y está bien que así sea. Tenemos contradicciones. Yo, a veces, me cago en el Me Too y empiezo a decir, "Oye, estos meloncitos qué bonitos y cómo me los voy a comer"; pero luego pienso “ay, ay, ay, tío, para, ¿dónde vas? Ten respeto, ten cuidado". 

¿El mundo va a mejor?

Un ejemplo claro: tú estás sentado en mi despacho ahora mismo, en un lugar donde hace cien años trabajaban niños pequeños, con mucho calor, un sueldo de mierda y, de fondo, un olor espantoso. Mi taller hace un siglo era una fábrica de pieles y los trabajadores dormían en la playa porque no tenían casa. Gracias a sindicalistas y feministas, esos niños hoy van a la escuela. El mundo va a mejor.

Otro ejemplo: cuando tenía 18 años, en una fiesta en Ibiza en una playa fantástica, un americano me cogió por banda y me explicó el funcionamiento del agua en el mundo, cuantos litros había y todas esas cosas. Me habló del concepto de la ecología y yo no sabía ni qué era. Hoy, todos los niños de 12 años saben lo que significa esa palabra e incluso pueden escribir redacciones de varias hojas al respecto.

El mundo puede ir a mejor, pero sólo para algunos.

Claro, aquí vas al Mercadona y ahora hay 10 clases de arroz. Antes había hambruna y muchas menos comodidades. Hemos construido una especie de fortaleza maravillosa y democrática que es Europa, porque nuestros tatarabuelos han robado todo lo que han podido en América, África y Asia. Ahora estamos mejorando, pero como especie estamos en un momento muy adolescente. Nos acabamos de dar cuenta de que no venimos directamente creados por Dios.

¿Y la política?

No me explico cómo ha ganado Trump o por qué avanza la extrema derecha. Sobre todo en gente joven. En un futuro no muy lejano, la economía y el sistema de fronteras se romperán y tendremos que funcionar gracias a la cooperación y el amor.  El estilo borde, mentiroso y chulo de Trump acabará. Queda ya muy antiguo. Nunca más funcionará y las guerras acabarán.

Ahora vive en Girona.

Sí, vivo rodeado de catalans dels bons. Los valencianos somos de tercera o de cuarta. Valencià i home de bé no pot ser