
Este es el pueblo catalán que está en peligro de extinción, Sant Jaume de Frontanyà ENCICLOPÈDIA CATALANA
Este es el pueblo catalán que está en peligro de extinción: el más pequeño de Cataluña y muy pocos habitantes
Esta localidad de Barcelona sufre escasez de vivienda, pero tiene prohibido construir más
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Las ciudades son el epicentro económico de cualquier país desde hace años. Atrae a las grandes empresas, trabajadores cualificados y, por tanto, a población. De ahí que muchos pueblos hayan caído en el olvido.
La despoblación afecta a estos municipios que, en su día, concentraban grandes fábricas y colonias de trabajadores. Era cuando los ríos eran fuentes de energía. Algunos se han reciclado en polos de turismo rural, otros han quedado completamente despoblados y tocados de muerte.
Cataluña no es una excepción y, a pesar de que todavía muchos pueblos mantienen un núcleo fiel de población, hay municipios que se encuentran en peligro de extinción. Uno de ellos, además, es uno de los pueblos más pequeños de Cataluña, sobre todo, en cuanto población se refiere.
Durante años, Gisclareny fue considerado un pueblo al borde de la despoblación, pero, para sorpresa de muchos, su población se ha recuperado un poco hasta llegar a los 30 habitantes. La pandemia ayudó.
El pueblo con menos habitantes
Pero desde hace unos años, el pueblo catalán que se considera que está más cerca de desaparecer por el escaso número de vecinos es otro. Curiosamente, una localidad cercana, Sant Jaume de Frontanyà.
La distancia que se para a un municipio del otro es de escasamente 32 kilómetros. De hecho, ambos son de la provincia de Barcelona y de la misma comarca, el Berguedà. La diferencia es que uno ya tiene 30 habitantes y el otro se ha quedado con solo 26 vecinos.
Escasez de vivienda
Este intercambio refleja la difícil realidad de ambos municipios, que enfrentan retos comunes: la falta de viviendas disponibles y la imposibilidad de construir nuevas por restricciones urbanísticas. El deterioro de algunas casas complica aún más la posibilidad de establecerse en estos enclaves rurales, condenados por ahora a disputarse el título del pueblo más pequeño.
Algo de esto sucede en Sant Jaume de Frontanyà, y es que este municipio ya no puede crecer más en viviendas. Todas están habitadas y la falta de terreno hace imposible construir más, lo que lo convierte en un oasis entre tanta especulación inmobiliaria y sus encantos parecen un miraje.

Iglesia de Sant Jaume de Frontanyà TURISME LILLET
Dónde se encuentra
Enclavado entre las montañas y bosques del Berguedà, la accidentada orografía del municipio forma valles y colinas que ofrecen una riqueza paisajística incomparable. Elevaciones como el Pedró de Tubau, con 1.542 metros de altitud, dominan un entorno marcado por bosques de pino rojo, hayas y robles.
Su historia es igual de fascinante que su naturaleza y está intrínsecamente ligada a su monasterio, fundado como un priorato de canónigos agustinianos en el siglo XI. La población pertenecía a la baronía de Mataplana, pero gozaba de una notable independencia gracias a los privilegios otorgados por el monasterio, que tenía jurisdicción civil y criminal sobre el territorio. El esplendor del municipio decayó tras la secularización del priorato en 1595, aunque su iglesia parroquial sigue siendo un emblema del románico catalán.
Un pueblo medieval
Otro de sus atractivos patrimoniales e históricos es la iglesia de Sant Jaume, consagrada en el año 905, fue reconstruida en el siglo XI y destaca por su arquitectura románica única. De planta de cruz latina, su cimborio poligonal de doce caras es un ejemplo excepcional de la época y sirvió de modelo para la reconstrucción de la basílica de Ripoll. Los tres absides, decorados con arcuaciones lombardas, forman un conjunto estéticamente perfecto. En su interior se conservan piezas de arte valiosas, como un frontal de altar del siglo XIII y un retablo dedicado al apóstol Santiago.
El pueblo, formado por una veintena de casas dispuestas en dos calles principales, es un remanso de tranquilidad. Además de la iglesia, el municipio alberga joyas arquitectónicas y naturales. El santuari dels Oms, al suroeste, es un punto destacado.

Sant Jaume de Frontanyà
Reconstruido en el siglo XVIII, este templo fue un centro de devoción popular desde la Edad Media. También merece una visita a la iglesia prerrománica de Sant Esteve de Montner, situada en las cercanías de la masía de Tubau, y Santa Eugènia de Solls, una pequeña iglesia que data del siglo XIV.
Paraiso de los senderistas
Como se ha dicho, el Pirineo es el escenario de este increíble pueblo. El entorno natural ofrece rutas para senderistas y amantes de la naturaleza.
La riera de Merlès y los torrentes de la zona forman un paisaje idílico, mientras que los visitantes pueden explorar caminos que conectan el pueblo con localidades cercanas como la Pobla de Lillet o Gombrèn. Durante los meses más cálidos, Sant Jaume recibe a excursionistas y visitantes que buscan escapar del bullicio de las ciudades.
Riesgo de despoblación
El despoblamiento ha afectado profundamente a Sant Jaume de Frontanyà, que en el siglo XVIII llegó a albergar hasta 800 habitantes. Aunque su población se redujo drásticamente a lo largo de los siglos XIX y XX, el interés turístico y las iniciativas para restaurar algunas casas han dado un pequeño respiro al municipio. Sin embargo, los desafíos siguen siendo enormes, con una economía local limitada a la agricultura de subsistencia y una ganadería reducida.
A pesar de todo, Sant Jaume mantiene vivas sus tradiciones. La fiesta mayor, celebrada el 25 de julio, atrae a vecinos y visitantes con eventos que incluyen la entrega de una flor de nieve natural como símbolo de identidad local. Además, la fira dels Reis, restaurada en 1978, sigue siendo un punto de encuentro para la comunidad.
Cómo llegar
Quien quiera visitar este pueblo catalán en peligro de extinción, debe tomar la C-17 desde Barcelona en dirección Ripoll. Al llegar allí, se continúa por la C-26 hacia Borredà, donde uno se desvía por la BV-4656 hasta alcanzar Sant Jaume de Frontanyà. El viaje es de una hora y media.
Desde Girona no es mucho más, una hora y 40 minutos. El camino arranca por la C-66 en dirección a Banyoles/Olot y a la altura de Besalú, se enlaza con la N-260 hacia Ripoll. Una vez allí es seguir las indicaciones anteriores.