Sábado 2 de noviembre, estación de Sants (Barcelona), 16:10 horas. Varias decenas de personas aguardan, en silencio, a las puertas del control de billetes para acceder al andén número dos. La espera está teñida de una inquietud que se siente en el ambiente: tras cuatro días de suspensión de la línea, está a punto de partir el primer convoy que volverá a conectar Barcelona y Valencia.
El recorrido es el mismo, pero algo ha cambiado: el paso de la DANA ha arrasado con los paisajes y las emociones de muchos de los que van a bordo. Las miradas en el vagón 17 se cruzan silenciosas aunque intensas. Todos los viajeros, a su manera, llevan consigo una parte de la historia de este desastre reciente.
Cinco mujeres ocupan distintos asientos del vagón. No se conocen, pero comparten un mismo hilo que las conecta: van de regreso, cargadas de amor, de compromiso y de una necesidad imperiosa de volver a su Terreta. Alba, Nieves, Sara, Celia y Ángela. Cada una de ellas ha vivido, de un modo u otro, las secuelas de la tormenta y ahora, tras días intentando volver a casa, comparten su historia con Crónica Global.
Una odisea hasta Cuenca
Alba va camino a ver a su padre en Santa Cruz de Moya, en Cuenca. Aunque la DANA se ha ensañado con la Comunidad Valenciana, algunas localidades de Castilla-La Mancha o Andalucía también han sufrido graves estragos. En el caso de su pueblo paterno, la lluvia golpeó con fuerza durante horas y, tras cuatro días, siguen incomunicados.
No hay daños mayores, pero Alba solo puedo chatear con su padre cuando este se desplaza hasta el bar del municipio. "Es el único local que sigue con wifi", asegura. A escasos 15 minutos de Santa Cruz de Moya, en Landete, el puente que daba acceso al municipio colapsó y los vecinos todavía no han recibido ayuda.
Aunque el viaje de Alba estaba planeado desde antes, conseguir el cambio de billete fue una hazaña. Hasta nuevo aviso, el trayecto Barcelona - Valencia (donde la vienen a buscar en coche) solo se realiza dos veces al día y encontrar un billete está siendo complicado, además de caro.
Cuando llegue, espera poder ayudar a su padre y a los vecinos de pueblos cercanos. Incluso tiene pensado desplazarse hasta Utiel o Requena, dos de los municipios más damnificados. Dice que se siente en un estado de alerta, lista para paliar en lo que pueda el daño que el agua dejó tras de sí.
De Sant Boi a Manises
Para Nieves, que vive en Sant Boi (Barcelona), este tren representa la vuelta a sus orígenes, a su Valencia natal, a los brazos de su familia en Manises. Aunque ellos están bien, amigos de su infancia lo han perdido casi todo.
Los bajos comerciales que alguna vez fueron su sustento ahora están llenos de lodo y de escombros. La imagen de esos lugares arrasados la persigue; la sensación de impotencia, de no poder hacer nada a la distancia, le ha quitado el sueño los últimos días. Nieves espera llegar este sábado y unirse a los voluntarios el domingo a primera hora. Lo primero, sin embargo, será darle un buen abrazo a los suyos.
El corazón dividido
Sara baja en Castellón. Hace unas semanas viajó a Barcelona para visitar a sus hermanas mayores, ambas muy enfermas. Desde que se desató la DANA, sus pensamientos no han tenido descanso: su marido se quedó en casa, en Oropesa, una de las zonas que sigue en alerta naranja por la intensidad de las lluvias.
Esta viajera, de 74 años, explica que se ha pasado las últimas noches rezando, temiendo que algo le sucediera a sus seres queridos. Lleva cuatro días esperando volver a casa. Este sábado, tras la espera y la angustia de lo que se está viviendo, reencontrarse con su marido y con su hogar será, por fin, su tregua.
Llegar y unirse a los voluntarios
Celia también regresa a Valencia. Esta joven malagueña trabaja como residente en un hospital de la capital valenciana y pasó el último mes en una rotación en el Hospital de Bellvitge de Barcelona. Aunque debía volver a Valencia esta semana, el cierre del Corredor Mediterráneo la obligó a quedarse unos días más en la capital catalana.
Lamenta la falta de información que ha recibido. Su tren estaba previsto para las 7:30 horas de la mañana del sábado y, a pesar de que había leído sobre el cierre del corredor, no recibió ningún mensaje sobre la cancelación definitiva de su tren.
"Solo me enviaron un SMS advirtiendo de que mi tren podría sufrir demoras", explica. Por suerte, pudo cambiar el billete y obtuvo un nuevo asiento en el vagón 17 del convoy que partía a las 16:10 horas desde la estación de Barcelona.
En las pocas horas que ha tenido para informarse, las imágenes de la catástrofe la han dejado sin palabras. Como Nieves, esta joven tiene previsto un descanso antes de unirse a los cientos de voluntarios que están organizándose en los pueblos más afectados. Varios conocidos han sufrido pérdidas materiales. Por suerte, su gente, está a salvo.
Regreso a la cruda realidad
Ángela, embarazada de ocho meses, viajó desde Valencia para ver nacer a su sobrina. La tormenta la sorprendió en Barcelona, junto a su hermana, a quien acompañó en los primeros días del bebé. Durante estos días ha estado conectada a las noticias que le llegaban desde Valencia. Este sábado, tras vivir una de las noticias más felices, el nacimiento de su sobrina, regresa a la cruda realidad de la capital valenciana.
Explica que amigas suyas tuvieron que refugiarse en casa de sus padres, abandonando el coche en medio de la autopista porque el desbordamiento del barranco las sorprendió de regreso a sus casas, a una hora en coche al sur de Valencia. Amigos suyos han perdido sus negocios, ni siquiera saben dónde puede estar su coche. "Pero, por suerte, todos están bien", explica aliviada.
Cuando la naturaleza golpea, la humanidad se levanta
A medida que el tren avanza, el vagón 17 se llena de historias. En ese momento, esas cinco mujeres forman parte de una trama más grande que ellas mismas, en la que el amor, la necesidad de regresar, la solidaridad y la voluntad de ayudar las conecta con miles de desconocidos que comparten un mismo luto.
Al final de este viaje, quedan los destrozos todavía demasiado visibles y también la resiliencia de un pueblo que no deja de tender la mano. Las redes se han convertido en hilos solidarios: campañas de donación, recaudaciones para los damnificados y cientos de voluntarios movilizadas a la zona cero.
La ayuda ha surgido espontánea, sincera y a gran escala, como respuesta inevitable a tanto sufrimiento. La DANA ha dejado heridas profundas, algunas, seguramente irreparables, pero también ha despertado la voluntad común de sanar, de reconstruir y de recordar que, aunque la naturaleza golpea, la humanidad se levanta.